El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos no solo implica un cambio en el timón político del país, sino una señal inequívoca de cómo la impunidad puede convertirse en un arma estratégica. La decisión de indultar a Jacob Chansley, conocido como el ‘Chamán de QAnon’, es una clara declaración de intenciones: la violencia perpetrada en nombre del trumpismo será no solo justificada, sino premiada.
Chansley, condenado en noviembre de 2021 a 41 meses de prisión por su papel como «la cara pública de los disturbios» del 6 de enero de ese año, celebra ahora su libertad con una declaración que hiela la sangre: «Ahora voy a comprar armas». Es una frase que encapsula la amenaza que supone devolver al activismo violento la legitimidad que las instituciones judiciales intentaron erradicar tras el asalto al Capitolio.
El indulto no es una medida neutral ni un acto de clemencia; es una validación de las acciones de quienes, megáfono en mano, instaron a derrocar los cimientos democráticos del país. «La Justicia ha llegado», afirma Chansley, como si la liberación de los llamados ‘J6ers’ borrase la memoria de una turba enfurecida que vulneró los principios básicos de la gobernabilidad. Este gesto no solo premia la violencia, sino que reescribe la narrativa, transformando a los insurrectos en mártires de una causa reaccionaria.
LA NORMALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA POLÍTICA
El retorno de Trump a la Casa Blanca y su gesto hacia los insurrectos del Capitolio no pueden analizarse como hechos aislados. Este indulto se suma a una serie de señales inquietantes: la insistencia en aumentar el gasto en defensa al 5 % del PIB para los socios de la OTAN, la destitución de Linda Lee Fagan, primera mujer en liderar una rama de las Fuerzas Armadas, y un discurso beligerante que glorifica a los extremistas.
El mensaje es claro: la fuerza y la intimidación no solo son válidas, sino necesarias para imponer un orden que se basa en la exclusión y el autoritarismo. El ‘Chamán de QAnon’, con su estética teatral y sus declaraciones incendiarias, es ahora una figura legitimada por la administración más polarizadora de las últimas décadas.
La normalización de personajes como Chansley y sus seguidores significa algo más profundo: la aceptación de la violencia como medio para resolver conflictos políticos. Su llamado a comprar armas no es solo una amenaza implícita, sino un guiño a las bases radicalizadas que ven en el trumpismo una oportunidad para llevar su ideología a las calles. Este fenómeno no se limita a Estados Unidos; sus repercusiones alimentan movimientos ultraderechistas en todo el mundo.
El indulto, más que un acto político, es un aviso. Un recordatorio de que la lucha por la democracia no está garantizada y que el autoritarismo puede vestirse de populismo para minar las instituciones desde dentro.
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