La violencia fue la respuesta del gobierno ante el desafío de una ciudadanía que empieza a perder el miedo.
El miércoles 12 de marzo quedará marcado en la historia argentina como el día en que el fútbol salió a la calle para defender a los jubilados. Lo que empezó como una protesta sindical contra el ajuste de Javier Milei a las pensiones, terminó convirtiéndose en una batalla campal entre la policía y una multitud de manifestantes en la que hinchas de Boca, River, Independiente y Racing —enemigos históricos dentro y fuera de la cancha— marcharon codo a codo en defensa de los más vulnerables. El saldo fue brutal: 15 heridos, uno en estado crítico, y un centenar de detenidos.
"No se les pega a los jubilados. No tienen madre, ni padre ustedes" 🗣️
— El Destape (@eldestapeweb) March 12, 2025
🔴El descargo de una jubilada contra las fuerzas de seguridad: "No valen ni 10 centavos".
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Los jubilados, convertidos en carne de cañón de las políticas de ajuste del gobierno libertario, sobreviven con una jubilación mínima que apenas alcanza los 300 dólares mensuales, muy por debajo de la línea de pobreza. A esto se suma el aumento descontrolado en el precio de los medicamentos tras la liberalización de precios decretada por el Ejecutivo. Milei, con su retórica de guerra económica, ha convertido la vejez en una condena.
Lo que hizo que esta protesta fuera diferente a las marchas habituales fue la irrupción de las hinchadas. La chispa saltó cuando, en una manifestación previa, la policía golpeó a un anciano que llevaba la camiseta de Chacarita. Esa agresión fue el detonante para que las barras convocaran a sus bases para proteger a los jubilados en la siguiente movilización. No fue solo solidaridad: fue una declaración de guerra al gobierno de Milei.
Por favor difundir pic.twitter.com/YUVCTJpz5y
— Luca Bonfante (@lucabonfante_) March 12, 2025
Desde temprano, las camisetas de Boca y River —que en los estadios se cruzan con odio— se mezclaban en la Plaza de los Dos Congresos con las banderas de sindicatos y movimientos sociales. Lo que para el gobierno era una “marcha de barrabravas” resultó ser una manifestación multitudinaria de rechazo social a una política que empobrece a las clases populares mientras las grandes fortunas reciben beneficios fiscales. La calle habló, y lo hizo con la contundencia del hartazgo.
LA REPRESIÓN POLICIAL Y LA RESPUESTA AUTORITARIA DEL GOBIERNO
A las cinco de la tarde, cuando la marcha estaba en pleno auge, la policía de Patricia Bullrich desató la represión. Gases lacrimógenos, cañones de agua y balas de goma convirtieron la plaza en un campo de batalla. Los manifestantes respondieron incendiando contenedores y dos patrulleros policiales. Las calles cercanas a la Casa Rosada se llenaron de piedras, humo y gritos. La violencia fue la respuesta del gobierno ante el desafío de una ciudadanía que empieza a perder el miedo.
«VENGAN ZURDOS», escuchen lo que dice la propia policía represiva de Milei
— El Necio (@ElNecio_Cuba) March 12, 2025
Milei ha enfermado ese país de odio:pic.twitter.com/q2aAntTnWD
Bullrich no tardó en criminalizar la protesta: “Intentaron voltear al gobierno”, declaró en un discurso incendiario. La ministra insistió en que entre los manifestantes había armas y miguelitos para pinchar las ruedas de los patrulleros. Sin pruebas, pero con la convicción de quien necesita justificar la violencia institucional.
Guillermo Francos, jefe de Ministros, fue más lejos: “Esto fue organizado por la izquierda y los barrabravas. Lo que buscan es desestabilizar al gobierno”. El gobierno de Milei, que se enorgullece de su defensa de la libertad, no dudó en acusar de golpistas a quienes exigen vivir con dignidad. La amenaza fue directa: participar en las protestas podría suponer la prohibición de entrada a los estadios para los hinchas.
Pero lo que Milei y Bullrich no entienden —o quizá entienden demasiado bien— es que esta unión es un síntoma del desgaste social acumulado tras 15 meses de gobierno libertario. La política de Milei no ha sido solo un ajuste económico: ha sido una declaración de guerra a las clases populares. El fútbol, ese espacio sagrado para millones de argentinos, ha servido como catalizador del descontento.
No es casual que los cánticos frente al Congreso recordaran a Maradona, quien en 1992 se posicionó públicamente contra las políticas neoliberales de Menem en defensa de los jubilados. “A muerte estoy con los jubilados”, dijo el Pelusa. Hoy esa frase volvió a estar escrita en las pancartas y retumbó en la plaza.
La reacción del gobierno fue el pánico. La crisis política que atraviesa Milei —con el escándalo de la criptomoneda Libra y el descontento social creciente— ha debilitado su posición incluso entre sus aliados más cercanos. Mientras en la calle se libraba una batalla entre manifestantes y antidisturbios, dentro del Congreso la sesión terminó en empujones y puñetazos entre diputados oficialistas y opositores. El gobierno está perdiendo el control del relato y, lo que es más grave, el control de la calle.
El fútbol, que históricamente ha sido un refugio de alienación y violencia sectaria, se ha convertido en un actor político inesperado. La imagen de camisetas de Boca y River marchando juntas simboliza algo más grande que una protesta: es el síntoma de un país que, harto de la humillación y la miseria, empieza a organizarse.
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