Jalil explicó desde Washington que la brutalidad de la represión contra las mujeres será incluso mayor que en el gobierno de 2001.
Hosna Jalil fue la primera mujer afgana nombrada como alto cargo del Ministerio del Interior en Afganistán. Fue nombrada el 5 de diciembre de 2018 y su nombramiento a los 26 años generó reacciones en las redes sociales afganas, muchas de ellas alabando el avance social que supuso.
Fue viceministra afgana de Asuntos de la Mujer, algo impensable solo 3 años después tras la toma de poder de los talibanes del Gobierno afgano y todo lo que ello supone para las mujeres en el país.
Jalil explicó desde Washington que la brutalidad de la represión contra las mujeres será incluso mayor que en el gobierno de 2001 y avisa de que, de repente, no pueden cambiar sus principios pese a los mensajes tranquilizadores que lanzan a diario.
Indica Jalil que los talibán “mandan mensajes tranquilizadores sobre la concesión de los derechos básicos a las mujeres, o sobre la garantía de los derechos básicos de las mujeres, pero su acción sobre el terreno o sus prácticas sobre el terreno son diferentes. Así que ellas tienen miedo, tienen miedo de volver o de ser encarceladas en sus casas como lo hacían durante el régimen talibán antes de 2001”.
“Comparto el mismo temor al ser alguien que ha pasado su infancia en el régimen talibán, y hemos luchado con ellos durante los últimos 20 años. Yo diría que adoptarán las mismas políticas que practicaban durante la primera ronda del régimen, y puede que sean más brutales de lo que eran”, indicó la exviceministra.
“Ahora, de repente, no pueden cambiar todos los principios, los mismos valores, los valores por los que han convencido durante años a sus combatientes para que luchen”, señaló Jalil.
El peligro talibán para las mujeres
La idea de sociedad de los talibán está basada en interpretaciones estrictas de lo que debe ser la vida de un musulmán, con el fin de combatir lo que ellos consideran el «libertinaje», considerado habitual en las sociedades occidentales.
La combinación entre las tradiciones pastunes y la interpretación radical del Islam, deriva en una serie de reformas restrictivas de la libertad de acción y decisión de las mujeres. Las reformas regulan principalmente la forma de vestir de las mujeres, su comportamiento en público, la libertad de tránsito y sus responsabilidades con la sociedad. La Inclusión que pide la ONU no existe ni se la espera.
Afganistán es una sociedad tradicional en donde la masculinidad ha estado siempre arraigada a su cultura, pero la reformas de los talibán delegaron a las mujeres la obligación de hacerse cargo de las tareas domésticas, entre las cuales estaba el cuidado y educación de sus hijos o utilizar diariamente la burqa, una prenda de vestir que envuelve todo el cuerpo.
Ni trabajo, ni deporte, ni bailar…
Se prohíbe trabajar a las mujeres, excepto en el sector sanitario, pero la mujer que trabajara en el sector médico no debía sentarse en el asiento siguiente al del conductor. Tampoco se les permite trabajar fuera del hogar, se controlarán sus desplazamientos y se les prohíbe salir sin escolta.
Se suspende también la educación femenina, se cierran las escuelas mixtas puesto que hombres y mujeres no podían estudiar juntos. Se prohíbe que las mujeres convivan con otros hombres que no fueran sus familiares. Las deben caminar con calma y abstenerse de golpear sus zapatos en el suelo, para no generar ruido. Ninguna mujer afgana tiene ahora el derecho de ser transportada en el mismo coche que los extranjeros.
Las mujeres tienen terminantemente prohibido practicar algún deporte, bailar, aplaudir, volar cometas, representar seres vivos, la fotografía o la pintura en el régimen talibán.
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