Apenas ha visitado nueve de los 87 municipios golpeados por el temporal, una cifra insultante para quienes aún esperan soluciones.
La DANA que azotó la Comunidad Valenciana a finales de octubre dejó tras de sí un rastro de destrucción: 87 municipios gravemente afectados, más de 200 víctimas mortales y centenares de familias arruinadas. Sin embargo, lo que debería haber sido una respuesta firme y clara por parte del Gobierno valenciano, encabezado por Carlos Mazón, se ha convertido en un desfile de opacidad y estrategias evasivas.
Desde la revelación de su polémica agenda del 29 de octubre, cuando la catástrofe alcanzaba su punto más crítico, Mazón ha optado por esquivar a la prensa y limitar su presencia en los municipios afectados. Apenas ha visitado nueve de los 87 municipios golpeados por el temporal, una cifra insultante para quienes aún esperan soluciones.
El 2 de noviembre, en una comparecencia sin preguntas, Mazón presentó un vago plan de recuperación, delegando explicaciones posteriores a su vicepresidenta, Susana Camarero. Desde entonces, el presidente ha eludido cualquier rueda de prensa específica, dejando a un lado la responsabilidad política que recae sobre él. En cambio, ha reducido su presencia mediática a entrevistas en medios afines, mientras ignora las peticiones de las televisiones públicas.
Esta estrategia de silencio contrasta con el perfil mediático que había cultivado durante los primeros meses de legislatura. Su gestión, centrada inicialmente en una comunicación cercana y directa, se ha transformado en un hermetismo institucional. Este giro no es casual: es el reflejo de un liderazgo que se tambalea bajo el peso de la indignación ciudadana y el caos en su gestión.
UNA RESPUESTA QUE LLEGA TARDE Y MAL
La gestión de la crisis ha estado marcada por la falta de coordinación y el abandono de los municipios más afectados. Catarroja, Paiporta y Benetússer, tres de las localidades más dañadas, han denunciado públicamente sentirse «abandonadas ante el caos». En una carta conjunta, pidieron estar presentes en las reuniones del Centro de Coordinación Operativa Integrada (Cecopi), pero sus demandas siguen sin ser atendidas.
La actuación de Mazón en las zonas afectadas ha sido igualmente errática. El pasado domingo, tras la muerte de un trabajador de Tragsa en Massanassa, Mazón había anunciado su visita al municipio. Sin embargo, tras las críticas y los gritos de los vecinos hacia las autoridades presentes, el presidente canceló su itinerario y se refugió en el Palau de la Generalitat para una «reunión urgente».
El 22 de noviembre, Mazón realizó una visita no anunciada al polígono industrial de Algemesí, evitando el núcleo urbano más afectado. Ese mismo día, declaró a un medio local que ya había dado todas las explicaciones necesarias sobre su polémica comida el 29 de octubre en el restaurante El Ventorro. Las familias que aún esperan respuestas probablemente no compartan esa percepción.
Mientras tanto, la ayuda humanitaria ha recaído en organizaciones como Alacant Gastronòmica Solidària, que ha distribuido más de 175.000 menús calientes en 16 municipios afectados. A pesar de este esfuerzo, Mazón apenas ha mencionado este trabajo, priorizando su agenda personal en Alicante, lejos del foco crítico de la DANA.
UNA AUSENCIA QUE PESARÁ
En un contexto de devastación, la falta de liderazgo y empatía de Mazón resulta inaceptable. Los números no mienten: más de 200 vidas perdidas, decenas de municipios aún sumidos en el barro y un presidente que se limita a gestos simbólicos.
Cada rueda de prensa evitada, cada municipio ignorado y cada respuesta tardía se convierte en un recordatorio de lo que está en juego: no solo la recuperación material de una región devastada, sino la confianza en las instituciones públicas.
No hay mayor señal de fracaso que un líder que rehúye dar la cara cuando su pueblo más lo necesita.
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