Había una vez un pequeño país enclavado en los Pirineos, conocido por su serenidad y su estabilidad, donde las y los residentes podían vivir sin las preocupaciones del alquiler que acechan a tantas ciudades globales. Sin embargo, la calma de Andorra se ha visto sacudida por una fiebre inmobiliaria, tan vertiginosa y tumultuosa que el Gobierno ha tomado medidas drásticas para intentar contenerla. En un esfuerzo por frenar la especulación, el Govern d’Andorra ha prohibido temporalmente a las y los extranjeros comprar casas, mientras se espera un impuesto dirigido a estas inversiones. Pero, ¿es esto suficiente?
La crisis ha alcanzado proporciones tan extremas que el líder de la oposición en Andorra, Cerni Escalé, describe que hay ciudadanas y ciudadanos que abandonan el país debido a la incapacidad de costear una vivienda. Con un aumento del 18% en los precios de los inmuebles en solo un año y con más de 1.000 millones de euros invertidos por capital extranjero en seis años, es evidente que estamos frente a una tormenta perfecta.
EL PARADÓJICO ESCENARIO DE LA VIVIENDA
Ironías de la vida: en Andorra nunca se había construido tanto y nunca había sido tan difícil acceder a una vivienda. Se estima que existen cerca de 3.000 pisos vacíos pertenecientes a inversores extranjeros. Mientras el país construye y vende, la oferta de alquiler es escasa, a pesar de que el 70% de la población vive en régimen de alquiler.
El panorama se complica aún más con el congelamiento de los precios de alquiler que se ha mantenido hasta la fecha. Esta medida, aunque necesaria en su momento, ha tenido consecuencias no deseadas. Muchos, como Roser, han sido desalojados bajo el pretexto de renovaciones inmobiliarias.
Lo que sucede en Andorra es un reflejo de lo que ocurre en muchas ciudades europeas. El atractivo de Andorra -su estilo de vida, seguridad y atención sanitaria- ha llamado la atención de personas con poder adquisitivo significativo. Pero el resultado ha sido un aumento de la población del 20% en una década y un cambio en el perfil del inversor.
Se trata de una crisis de poder adquisitivo ligada a la inversión extranjera. El problema no es exclusivo de Andorra. Localidades cercanas, como La Seu d’Urgell, están sintiendo la presión de los precios de alquiler a medida que las andorranas y andorranos buscan soluciones en otras partes.
CONCLUSIONES CRÍTICAS
El ejemplo de Andorra ilustra la urgente necesidad de soluciones sostenibles y justas en el ámbito inmobiliario. Las y los residentes, que han contribuido al tejido socioeconómico y cultural del país, no deben ser marginados en favor de las inversiones rápidas. Las soluciones temporales, como las moratorias, son un paso, pero se necesita una visión a largo plazo para garantizar un futuro inclusivo y próspero en Andorra.
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