A raíz de la pandemia se puso de manifiesto la importancia de la salud mental.
Con las sucesivas crisis y la pandemia mundial del Covid-19 se ha abierto un nuevo posible mercado, que en España, como en muchos otros lugares, carece de cobertura pública y es el negocio de la atención primaria de enfermedades relacionadas con la salud mental y el tratamiento de adicciones.
Tras la estela del dinero en este campo se encuentra Amazon, que reconquiste y rearticula sus planes de expansión, en el que entró en 2019 bajo el nombre de Amazon Care y donde ya ofrece sus servicios de manera presencial e híbrida en numerosas ciudades de EEUU.
“En concreto, Amazon se ha asociado con la empresa de teleterapia Ginger, que el otoño pasado se fusionó con Headspace para crear un gigante de salud mental de 3.000 millones de dólares y tiene un alcance combinado de 100 millones de consumidores, según la propia compañía. De esta manera, el gigante del comercio minorista pasa a ofrecer a sus usuarios una serie de servicios de salud mental bajo demanda, que van desde especialistas en salud conductual, a terapeutas con li”cencia y psiquiatras. Como parte del acuerdo, Amazon y Ginger compartirán la información sanitaria de los pacientes, informan desde El Economista.
“Esta asociación no es el único movimiento que ha hecho el gigante del comercio minorista en el sector de la salud este año. Recientemente, Amazon realizó una propuesta de compra de casi 4.000 millones a la empresa de atención primaria One Medical. De llevarse a cabo la adquisición, la compañía fundada por Jeff Bezos tendría acceso a 188 consultorios en 29 mercados y a 767.000 nuevos usuarios, según publica Fierce Health Care“, añaden.
La Llorería: la uberización de la salud mental y la psicología
En Madrid ya se puso en boga este año un concepto similar, La Llorería, bajo el pretexto de la visibilización de los problemas de los problemas relacionados con la salud mental y en pro de la normalización de la terapia psicológica.
Sin embargo, la gran viralidad que obtuvo la campaña escondía tras de si posos de aquello mismo que eleva los niveles de inestabilidad social e individual: la precariedad.
En el último año, en España, un 40% de la población ha tenido síntomas de depresión y otro 30% problemas de ansiedad. Diversos medios han hecho hincapié en que tales consecuencias son debidas al influjo pandémico, algo cierto, aunque la falta de certidumbre maximizada dentro de una sociedad capitalista, agravada con la irrupción del COVID-19, no deja recovecos de escapatoria.
«¡A llorar a la llorería!» , se comentaba por las redes sociales y, ciertamente, las condiciones laborales que propone la empresa son para echarse unas lágrimas.
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