En la franja de Gaza, por ejemplo, Israel ha colapsado los sistemas alimentarios y de salud, dejando a nueve de cada diez niños en pobreza alimentaria severa
Unos 181 millones de niños menores de cinco años —uno de cada cuatro en el mundo— sufren pobreza alimentaria severa, según el último informe de Unicef. Este informe, publicado este jueves, atribuye esta alarmante cifra a las desigualdades, conflictos y crisis climáticas que afectan a muchas regiones del mundo.
DESIGUALDADES Y CONFLICTOS
La pobreza alimentaria severa afecta a niños que solo tienen acceso diario, como mucho, a dos de los ocho grupos de alimentos necesarios para una alimentación sana y variada. Estos niños tienen un 50% más de posibilidades de sufrir una forma letal de desnutrición. “Es un porcentaje muy alto”, asegura Víctor Aguayo, director global de nutrición de Unicef, quien explica que los expertos recomiendan que los menores de cinco años consuman al menos cinco de los ocho grupos de alimentos esenciales.
La situación es particularmente grave en regiones como el sur de Asia y el África subsahariana. En la franja de Gaza, por ejemplo, las hostilidades y bombardeos han colapsado los sistemas alimentarios y de salud, dejando a nueve de cada diez niños en pobreza alimentaria severa y en riesgo de desnutrición potencialmente mortal. En Somalia, la cifra es de dos de cada tres menores de cinco años. “Vivimos tiempos oscuros y difíciles, y los niños y niñas, sobre todo en sus primeros años de vida, son los más vulnerables a ello”, opina Aguayo.
IMPACTO DE LA CRISIS CLIMÁTICA Y ECONÓMICA
El informe de Unicef también destaca el impacto de las crisis climáticas y económicas en la seguridad alimentaria infantil. Sequías, inundaciones, pérdida de biodiversidad y degradación del agua y el suelo aumentan la pobreza alimentaria en la infancia al disminuir la cantidad, calidad y diversidad de los alimentos disponibles. Además, el efecto económico de la pandemia de covid-19, combinado con conflictos como la guerra en Ucrania, ha provocado una subida de precios de productos básicos y carburantes, empobreciendo aún más a las familias.
“Hasta los 11 meses, los bebés triplican su peso, algo que solo ocurre en este momento de la vida. Con estómagos tan pequeños, el desafío es concentrar todos los nutrientes que necesitan en lo que comen”, comenta Aguayo. En medio de conflictos, los sistemas de producción y distribución de alimentos se ven gravemente afectados, al igual que los sistemas de salud, lo que empeora aún más la situación nutricional de los niños.
MALAS PRÁCTICAS ALIMENTARIAS Y OBESIDAD
Otro aspecto llamativo del informe es que el 54% de los niños que sufren pobreza alimentaria severa se encuentra en hogares relativamente ricos, pero con malas prácticas alimentarias. “Las bebidas azucaradas y los alimentos ultraprocesados, que son más baratos y bajos en nutrientes, se han convertido en la nueva normalidad en la alimentación infantil”, asegura el estudio. Esta tendencia desplaza alimentos más nutritivos y saludables, contribuyendo a una pandemia de obesidad que afecta a muchas comunidades y regiones del mundo.
RECOMENDACIONES DE UNICEF
Para abordar estos problemas, Unicef recomienda a los gobiernos, organismos internacionales y a la industria de alimentos y bebidas que trabajen juntos para transformar los sistemas alimentarios. “La comida más sana debe ser la opción más accesible, asequible y deseable para los cuidadores a la hora de alimentar a los pequeños”, subraya Aguayo. Esto implica regular la comercialización agresiva de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas, y garantizar que los niños tengan acceso a una dieta equilibrada y nutritiva.
En medio de este panorama desolador, hay razones para la esperanza. Países como Nepal, Ruanda y Perú han logrado reducir significativamente la tasa de pobreza alimentaria entre los niños en los últimos años. “En América Latina, la desnutrición severa a gran escala prácticamente ha desaparecido y la crónica empieza a estar bajo control”, recalca Aguayo. Sin embargo, es fundamental no perder de vista los retrocesos en lugares como Sudán, la franja de Gaza o el Sahel, y seguir trabajando para mejorar la situación de todos los niños en el mundo.
La lucha contra la pobreza alimentaria infantil requiere un esfuerzo global y coordinado. Es esencial que todos los sectores de la sociedad trabajen juntos para garantizar que cada niño tenga acceso a los alimentos necesarios para crecer sano y fuerte.
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