Albert Rivera deja el despacho de abogados Martínez-Echevarría.
Hace aproximadamente dos años Albert Rivera anunciaba que comenzaba a trabajar en el bufete de abogados Martínez – Echevarría junto a José Manuel Villegas.
Fuentes de Martínez-Echevarría señalan, en todo caso, que esta debe ser la reacción de ambos al requerimiento de mayor rendimiento que se les trasladó recientemente desde la cúpula de la organización. «Su productividad estaba alcanzando niveles preocupantes, muy por debajo de cualquier estándar razonable», explican a El Confidencial.

Junto con la reestructuración de su consejo de administración, el despacho también tendrá que modificar la denominación del bufete, que en septiembre de 2020 pasó a ser Martínez-Echevarría & Rivera Abogados, para volver a su nombre original, prescindiendo del apellido del presidente saliente.
En la multitudinaria rueda de prensa en la que anunció su fichaje —algo absolutamente inusual en el discreto mundo de los despachos de abogados—, el exdirigente de Ciudadanos afirmó que su objetivo al frente de la firma era «crecer, crecer y crecer».
«La cúpula gestora de Martínez-Echevarría era consciente, desde el primer momento, de los riesgos que asumía con la contratación de Rivera», matizan desde El Confidencial.
«A nadie se le ocultaba que el potencial en forma de generación de negocio que aportaban sus contactos, su popularidad y su trayectoria, tenía como contrapartida la indomabilidad de una figura como la suya y la inevitable tentación de seguir participando (aunque fuera de forma indirecta) en la vida política», prosiguen.
«Una identificación ideológica a la que es alérgico el mundo de los negocios en general y mucho más todavía la abogacía de primer nivel. Por ello, son muchos los despachos de abogados que tienen como norma no escrita el no contratar a políticos (Garrigues o Uría, por ejemplo), y quienes sí lo hacen optan por que adopten un perfil muy bajo, centrándose en su cometido y esquivando cualquier controversia pública», concluyen.
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