En la política española hay un electorado que resiste como un dique. Son las mujeres que sostienen los hogares, muchas veces invisibles en las estadísticas económicas pero decisivas en cualquier votación. Y, según el CIS de julio de 2025, este es uno de los grandes talones de Aquiles de Vox.
EL BLOQUEO FEMENINO
Entre las personas dedicadas al trabajo doméstico no remunerado —mayoritariamente mujeres—, Vox apenas obtiene un 6,8% de intención de voto. El PP les dobla (14,6%) y el PSOE las cuadruplica (29,2%). Entre los pensionistas, otro grupo con mayoría femenina, sufre un rechazo similar: solo un 7% se inclina por la ultraderecha, frente al 21,5% del PP y el 27,8% del PSOE.
No es casualidad. Las políticas de Vox niegan la violencia machista, intentan desmantelar leyes de igualdad y promueven una visión de la mujer centrada en el rol tradicional de madre y cuidadora, sin reconocer derechos ni autonomía plena. Ese discurso choca frontalmente con la experiencia vital de millones de mujeres que saben —porque lo viven— que el cuidado es trabajo y que la desigualdad no es un invento ideológico.
EL VALOR DE LA EXPERIENCIA
La resistencia de este electorado se explica también por algo que no aparece en las encuestas: la memoria colectiva. Muchas mujeres que hoy tienen edad de jubilación han visto y vivido las consecuencias de un país gobernado sin perspectiva de género, donde la dependencia económica era la norma y el maltrato estaba silenciado. Vox propone, sin decirlo, un regreso a ese pasado. Y ellas lo reconocen.
UN FRENO ESTRATÉGICO
Para Vox, conquistar este sector sería clave para competir de tú a tú con PP y PSOE. Pero la barrera no es solo ideológica: es práctica. Quienes sostienen hogares (ya sea con trabajo doméstico no remunerado o con pensiones modesta) ven cada día el impacto de la inflación, de los recortes en dependencia y de la precarización de los servicios públicos. Y saben que las recetas económicas de la ultraderecha no van a mejorar su vida, sino a deteriorarla.
En un contexto donde Vox gana terreno en la clase trabajadora masculina, este bloque femenino y de cuidadoras actúa como contrapeso y límite, recordando que no toda la desafección se traduce en voto ultra.
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