Del combate clandestino a la política austera: un trayecto que desarma las falsas virtudes del poder
José Alberto “Pepe” Mujica Cordano nació en Montevideo el 20 de mayo de 1935. Su infancia, marcada por la precariedad de la pequeña burguesía y las historias de lucha de sus antecesores europeos, lo empujó desde muy joven hacia la rebeldía. A los 16 años, dejó la escuela y se afilió al Partido Nacional, pero pronto encontró en el aprendizaje de la tierra y en el trabajo como taxista un escenario de contradicciones sociales que no soportó en silencio.
DE LA GUERRILLA A LA CÁRCEL
En 1966, Mujica ingresó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, guerrilla urbana inspirada en la Revolución Cubana. Durante seis años participó en asaltos a bancos, liberaciones de presos y la toma de comisarías, acciones destinadas a denunciar la desigualdad y el autoritarismo. A pesar de la vertiginosidad de la lucha armada, mantenía firmes sus convicciones pacifistas: “El arma más eficaz es la conciencia”, sostenía mientras distribuía panfletos y recorría villas miseria.
La represión estatal alcanzó un punto de quiebre en 1972, cuando las fuerzas de seguridad detuvieron a Mujica junto a otros líderes tupamaros. El golpe civil-militar de 1973 inauguró una etapa de 14 años de prisión y tortura: aislamiento total, celdas diminutas y condiciones inhumanas puestas al servicio de la venganza política. El encierro forjó su madurez, pues comprendió que la resistencia auténtica reside en la fortaleza del pensamiento y el cuidado mutuo de las y los compañeros.
Liberado en 1985, regresó a un Uruguay que tambaleaba entre la memoria del horror y la esperanza democrática. Sin renegar de su pasado, se incorporó al Frente Amplio y fue electo diputado en 1989. Criticó duramente las políticas neoliberales de los gobiernos de los 90, denunciando el “saqueo silencioso” de los recursos públicos y la atomización social.
LA AUSTERIDAD COMO DECLARACIÓN
Tras su paso como ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca (2005-2008), Mujica presentó su candidatura presidencial. En noviembre de 2009, ganó la segunda vuelta y asumió el 1 de marzo de 2010, comprometiéndose a “gobernar sin cadenas en los bolsillos”. Durante su mandato (2010-2015) impulsó tres leyes emblemáticas: el matrimonio igualitario (Ley 19.075, 2013), la regulación del cannabis (Ley 19.172, 2013) y la despenalización del aborto hasta las 12 semanas de gestación (Ley 18.987, 2012). Con estas medidas, Uruguay se convirtió en laboratorio social de derechos civiles en América Latina.
Pero su gesto más contundente fue personal: donó el 90 % de su salario (cerca de USD 12 000 mensuales) a programas de vivienda social y a emprendedoras y emprendedores rurales. Vivía en su chacra de cuatro hectáreas, al este de Montevideo, conduciendo un Volkswagen Beetle de 1987, recortando gastos y denunciando el despilfarro de las grandes fortunas. No ocupó la residencia presidencial; prefirió el rancho modesto que le recordaba los días de clandestinidad.
Su estilo contrasta con la retórica grandilocuente de la política moderna: “La verdadera riqueza es la que no se puede comprar”, afirmaba en cada encuentro con las y los periodistas. Rechazó el protocolo y las alfombras rojas, invitando a ministros y opositores a sentarse en sillas de plástico bajo la sombra de los fresnos. Su discurso, marcado por la sinceridad y la ironía, desnudó las servidumbres del capital y puso en evidencia que el Estado puede funcionar sin lujos ni privilegios.
El balance económico resultó sorprendentemente robusto: un crecimiento promedio del 4 % anual y una reducción de la pobreza de 14,7 % a 11 % durante su gestión. Sin embargo, la violencia y la delincuencia urbana aumentaron un 20 % hacia 2015, lo que reavivó críticas de sectores conservadores y corporativos de seguridad. Aun así, Mujica mantuvo su mirada crítica: “No es con miedo ni represión como se construye la paz social”, sentenciaba en sus discursos.
Al despedirse del cargo el 1 de marzo de 2015, dejó un país más tolerante y con un debate público fortalecido. Regresó al Senado hasta agosto de 2018, rechazando la pensión presidencial y donando lo que le correspondía a ONGs. Durante su retiro político, dictó charlas en universidades europeas y latinoamericanas, defendiendo la soberanía alimentaria y el diálogo intercultural.
Sus últimos años estuvieron marcados por la lucha contra un cáncer esofágico, diagnosticado en abril de 2024. Suspendió el tratamiento en enero de 2025 y falleció el 13 de mayo de 2025 en Montevideo, pocos días antes de cumplir 90 años, dejando una huella indeleble en la memoria colectiva.
Visitar su chacra hoy es un recordatorio silencioso de que la verdadera política debería servir a las mayorías sin enriquecerse a costa de la miseria ajena. Para profundizar en su legado, se puede consultar su perfil en la enciclopedia en línea y la crónica biográfica publicada por El País.
Nadie podrá comprender el valor de la libertad si no reconoce que la dignidad humana es la riqueza más inquebrantable.
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