Cuando un manuscrito se convierte en “prueba” y la justicia también tiene memoria selectiva
Javier F. Ferrero
Que un simple folio sin fechas, detalles concretos ni rigor documental pueda presentarse como «prueba» del amaño de contratos públicos es, cuanto menos, grotesco. Más allá de lo que haya declarado Víctor de Aldama, el corruptor que ha protagonizado el interrogatorio ante el juez del Tribunal Supremo, la escena recuerda inevitablemente a aquellos famosos listados de pagos en B de Luis Bárcenas. Unos documentos manuscritos que también señalaban supuestos repartos de dinero y que, aunque no fueron considerados válidos en su totalidad por la justicia, arrastraron al Partido Popular al mayor escándalo de corrupción de su historia reciente.
Pero aquí está el folio de Aldama, un papel sin fechas, sin obras identificadas y carente del más mínimo soporte documental. La trama que él denuncia, basada en supuestos pagos de hasta 3,5 millones en comisiones ilegales relacionados con adjudicaciones del Ministerio de Transportes, apenas encuentra algo más que conversaciones, pisos alquilados y la sombra del «sé lo que me dijeron». Una prueba tan endeble que resulta casi insultante si se compara con lo que representaron, en su momento, las hojas manuscritas del extesorero del PP. Al menos aquellas contenían nombres, cantidades y fechas precisas.
El mismo esperpento, distinto protagonista
El relato de Aldama no se sostiene. Asegura que José Luis Ábalos, Koldo García y hasta el PSOE se repartieron comisiones millonarias. Declara, sin pruebas, que Santos Cerdán y otros miembros del entorno socialista cobraron cantidades concretas, que oscilan entre los 15.000 y los 25.000 euros. El juez Leopoldo Puente, visiblemente escéptico, tuvo que interrumpir al corruptor en múltiples ocasiones para cuestionar la coherencia de sus afirmaciones. El propio Aldama reconoció no tener ninguna prueba del supuesto pago al PSOE, alegando que era lo que le habían contado Ábalos y Koldo.
Resulta complicado no recordar el momento en el que los papeles de Bárcenas fueron tachados de irrelevantes por sectores de la justicia. Lo que sí parecía documentado se volvió papel mojado. La diferencia aquí es que Aldama, un personaje que raya el surrealismo, ni siquiera ha llegado a ese punto. El folio que ha presentado como «garantía» de un reparto de adjudicaciones podría haber sido escrito en una servilleta. Y la sombra de los medios afines a la ultraderecha no hace más que aumentar el hedor del esperpento: Aldama llega al juzgado en un coche de Dani “Desokupa”, agitador ultra conocido por difundir bulos.
Sin pruebas ni hechos: el Ministerio desarma el relato
Mientras Aldama insiste en sus acusaciones, el Ministerio de Transportes ya ha elaborado dos informes contundentes que desmontan el supuesto amaño de contratos. Tanto la Dirección General de Carreteras como ADIF aseguran no haber encontrado irregularidad alguna en las adjudicaciones ni en las modificaciones de obra mencionadas. Los documentos, a diferencia del folio de Aldama, sí tienen rigor técnico y administrativo.
Por si no fuera suficiente, las declaraciones de Aldama están salpicadas de contradicciones y relatos que parecen sacados de un culebrón. Primero acusa al entorno de Ábalos de utilizar un piso alquilado en la calle Atocha para encuentros «con señoritas», para desmentirlo días después en una entrevista radiofónica. Relata pagos anticipados sin ninguna garantía de licitación o menciona cesiones de viviendas que nunca llegaron a materializarse ni a ser utilizadas. La falta de coherencia es tan evidente que hasta el juez ha tenido que cuestionar la lógica de sus argumentos.
Un circo mediático, pero sin pruebas reales
La maniobra de Aldama parece, en el fondo, un desesperado intento de fabricar un escándalo sin pruebas tangibles. El paralelismo con los listados de Bárcenas es inevitable, pero también insuficiente. Aquello derivó en juicios, condenas y dimisiones porque, al menos, había una base documentada que podía investigarse. Aquí no hay más que un papel garabateado y mucha retórica sin fundamento.
Si en su momento, las pruebas manuscritas del PP no fueron suficientes para la justicia, ¿por qué debería serlo ahora un folio sin fecha ni contexto? El caso Aldama, con su teatralidad y sus idas y venidas, está condenado a ser un triste capítulo más del circo mediático que intenta devorar la política española. Mucho ruido y pocas pruebas.
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Lo que no acabo de entender es por qué dejan en libertad a Aldama con la única promesa de soltar algo suculento de otro caso. ¿Nadie comprueba antes nada?, ¿Nadie toma medidas después de ver este ridículo?
Ángeles, el que pueda acusar que acuse, el que pueda hablar que hable …..
Te suena ?