Todo apunta a que el fuego que calcina la isla fue un acto intencionado, deliberado y potencialmente malicioso
En un giro que podría ser descrito como el peor guion de una película de suspense, las autoridades han revelado que el incendio desatado el 15 de agosto en la montaña de Arafo, Tenerife, no fue un mero accidente de la naturaleza. De hecho, fue un acto intencionado, deliberado y potencialmente malicioso. «Ya lo sabíamos desde el inicio y se pudo confirmar en el día de ayer sábado», mencionó con firmeza Fernando Clavijo, presidente de Canarias. Una afirmación que, aunque contundente, deja muchas preguntas en el aire.
En medio de las columnas de humo y la devastación, la Guardia Civil está desentrañando las piezas de este puzzle de negligencia y crueldad. Se encuentran en plena investigación de tres posibles escenarios, aunque, por el momento, no se ha desvelado demasiado al respecto. ¿Qué es lo que realmente saben? Y más importante aún, ¿por qué ha tardado tanto en ser revelado al público?
UN ESTRAGO QUE ALCANZA CIFRAS INCONCEBIBLES
El incendio ha convertido en cenizas un total de 10.000 hectáreas. Esa extensión es simplemente impensable, especialmente cuando consideramos que detrás de cada hectárea, hay una historia, un hogar y un ecosistema afectado. Además, más de 12.000 residentes han sido desplazadas/os de sus hogares, enfrentando no solo la pérdida de sus posesiones sino el trauma de vivir una tragedia de tales magnitudes.
Los focos de este incendio, como si estuvieran coreografiados para causar el máximo daño, se desencadenaron en puntos estratégicos. Clavijo recalca que este acto vandálico ha puesto en riesgo incontables vidas y ha comprometido un sinfín de bienes materiales.
El presidente de Canarias pidió respeto y prudencia para no interferir con las investigaciones en curso. Sin embargo, el escenario se complica aún más con individuos que, desafiando todo sentido común, decidieron atravesar el perímetro de seguridad en la zona de Las Lagunetas. ¿El motivo? Acceder a una vivienda. «No solo ponen en peligro sus vidas sino también las de las personas que tienen que rescatarlos», enfatizó Clavijo.
Lo más sorprendente es que, en medio de esta calamidad, el comportamiento de la mayoría de la población ha sido ejemplar, según señala Clavijo. Una ola de solidaridad y esfuerzo conjunto ha emergido en respuesta al desastre.
Pero a medida que las llamas se apagan, la verdadera lucha comienza: determinar la verdad detrás de este evento desgarrador, garantizar que las y los responsables rindan cuentas y, lo más importante, garantizar que una tragedia de esta magnitud no vuelva a suceder.
Las cifras hablan por sí solas. El daño ya está hecho. Pero es imperativo que se llegue al fondo de este asunto y que las y los responsables sean llevadas/os ante la justicia. Las consecuencias de la negligencia, de actos vandálicos o de pura malevolencia, no pueden ni deben ser subestimadas. Es esencial que esta tragedia sirva de lección para un futuro más vigilante y seguro para todas y todos en Tenerife y en el mundo entero.
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