En un momento donde el Tribunal Europeo de Derechos Humanos reconoce la responsabilidad estatal en la crisis climática, España opta por una estrategia diferente: criminalizar a los defensores del medio ambiente. Activistas como Jorge Riechmann enfrentan penas de cárcel simplemente por participar en protestas pacíficas, mientras el Estado infiltra policías en organizaciones ecologistas. Esta persecución no solo es una distracción de los verdaderos delitos que necesitan atención, sino también parece servir a intereses empresariales que se benefician de prácticas insostenibles. ¿No es acaso esto una muestra de un sistema judicial obsoleto y desconectado de las demandas actuales de justicia y sostenibilidad?
Related posts
Eurovisión 2025 consagra la hipocresía: la bandera LGTBI está prohibida, la israelí se exhibe con orgullo
El festival en Basilea intenta borrar los símbolos de la diversidad mientras blanquea la ocupación militar de Palestina. La “neutralidad” se convierte en mordaza.
Neocolonialismo bajo vigilancia: de Sankara a Traoré, el fantasma de la desobediencia africana
Quienes desafían al poder occidental en África suelen acabar silenciados.
Trump y los aranceles: el show de la negociación que acabó en una vergonzosa marcha atrás
Lo presenta como una victoria histórica, pero solo esconde el retroceso forzado por su propia torpeza
Alvise Pérez: tres causas penales, dos eurodiputados fugados y una fiesta que se le ha ido de las manos
Marina Lobo en HECD desmonta el relato del libertador digital: lo de Alvise no es política, es una deriva judicial en tiempo real.
MENTIRAS, CIERVOS Y DONACIONES. Marina Lobo se harta del blanqueo a Frank Cuesta
Mientras los medios lo blanquean, las pruebas de maltrato, estafa y racismo siguen acumulándose.