El tabloide británico pinta como ‘aterrorizados’ a los turistas que ocupan casas que antes eran hogares. No es miedo: es conciencia de clase.
UN MODELO QUE EXPULSA A LA VIDA PARA HACER SITIO AL NEGOCIO
18 millones de turistas al año. 2,2 millones de residentes. Esa es la proporción letal que soporta el archipiélago canario. No es turismo: es extractivismo de alto standing. Las manifestaciones de este mayo no son una excepción ni un capricho. Son un grito sostenido. La vivienda se ha convertido en una ruleta rusa y la economía local, en servidumbre programada.
Aun así, el Daily Mail, en lugar de informar, elige alarmar: “Holidaymakers too scared to leave their rooms”, titulan. “Demasiado asustados para salir de sus habitaciones”. ¿El motivo? Marchas ciudadanas pacíficas exigiendo límites al turismo, viviendas dignas y sostenibilidad ambiental. En lugar de analizar el fondo, el tabloide convierte la denuncia social en amenaza y al inquilino colonial en víctima.
No es casual. Es ideología. Una que considera “normal” que un irlandés de Airbnb no salga a la calle porque hay personas protestando con pancartas que dicen: “El dinero del turismo, ¿dónde está?” o “Stop turismo excesivo. Esta es nuestra casa”. Una que se indigna porque hay protestas… pero no porque haya playas contaminadas por aguas fecales vertidas desde complejos hoteleros.
Las y los canarios no protestan contra las personas. Protestan contra el sistema. El mismo que convierte cada metro cuadrado en un activo financiero, cada casa vacía en un cajero automático, y cada trabajador local en un extra del parque temático.
Y mientras tanto, los turistas “aterrorizados” no se preguntan quién limpia sus sábanas, quién les recoge la basura, quién fue desahuciado del piso que ahora disfrutan con vistas al Teide.
EL TURISTA COMO COARTADA, EL CAPITAL COMO AMO
Entre las demandas del movimiento Canarias tiene un límite se incluyen:
- Una moratoria total a nuevas construcciones hoteleras, incluidos los proyectos ilegales como Cuna del Alma o La Tejita, que ya han sido cuestionados por su impacto medioambiental. ¡
- Una ecotasa real y significativa, destinada a restaurar los espacios naturales devastados por el turismo masivo.
- Restricciones a la compra de vivienda por parte de no residentes, como ya ocurre en países como Canadá o Nueva Zelanda, que han limitado el acceso de inversores extranjeros ante el estallido de sus burbujas inmobiliarias.
- Un control firme sobre plataformas como Airbnb, responsables de la desaparición del mercado residencial y del aumento brutal de precios. El propio Gobierno español acaba de ordenar a Airbnb eliminar más de 65.000 anuncios ilegales.
La protesta del 18 de mayo fue masiva: solo en Tenerife se movilizaron 15.000 personas. En todo el archipiélago, más de 23.000. Y también en Berlín, Madrid o Barcelona. Pero al Daily Mail solo le interesa el relato del susto. Como si fuera más noticia el turista encerrado en su hotel de cuatro estrellas que la sanitaria que no puede pagar un alquiler. Como si el derecho al ocio valiera más que el derecho a vivir.
Ese relato mediático blanquea una forma de neocolonialismo que se disfraza de vacaciones y se impone con banderas y marketing. No es solo turismo: es desposesión sistemática.
Los manifestantes no pidieron que se fueran los turistas. Dijeron basta a un sistema que los trata como decorado prescindible. Lo que asusta no es la concha ni el tambor. Lo que asusta es una ciudadanía organizada que ha decidido decir que ya no traga.
La respuesta del Gobierno canario ha sido abrir una ronda de diálogo… ahora que han caído un 8% las reservas británicas, según datos de la Cámara de Comercio recogidos por El Día. Pero el movimiento ya ha respondido: “¿Diálogo? Queremos hechos”.
No es turismofobia. Es lucha por la supervivencia.
Y no, no es “el infierno”. El infierno es no poder vivir en tu propia tierra mientras ves cómo otros la alquilan por semanas.
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