Un malentendido amplificado por redes y medios convirtió una entrevista anodina en una estampida financiera que alteró la economía global en solo siete minutos
Siete minutos. Dos billones de dólares. Una frase ambigua en televisión. Eso fue todo lo que necesitó el sistema financiero internacional para tambalearse el pasado lunes, cuando un falso rumor sobre una posible pausa en los aranceles estadounidenses disparó la euforia especulativa en Wall Street antes de que la realidad, como siempre, llegara demasiado tarde.
Lo que empezó como una respuesta evasiva y trivial del economista Kevin Hassett en Fox & Friends –“el presidente va a decidir lo que el presidente va a decidir”– se transformó en una ficción bursátil. Una interpretación errónea, replicada a velocidad de vértigo por cuentas influyentes en redes como @Walter Bloomberg, desencadenó un terremoto financiero que llegó a añadir 2,5 billones de dólares al índice S&P 500 en apenas siete minutos.
La mentira brotó desde una cuenta menor, Hammer Capital, que publicó a las 10:11 un mensaje en mayúsculas que afirmaba que Trump estudiaba “una pausa de 90 días en los aranceles para todos los países excepto China”. Ni era cierto ni estaba basado en ningún anuncio oficial. Pero eso no impidió que la réplica se propagara como pólvora.
A las 10:13, Walter Bloomberg lo rebotó. A las 10:15, CNBC lo daba como titular en directo. A las 10:19, Reuters lo confirmaba citando a la cadena. Solo a las 16:39 (hora española), la Casa Blanca desmintió rotundamente la información con un tuit que decía: “Equivocado. Noticia falsa.” El daño ya estaba hecho.
Esta cadena de errores, imprecisiones y repeticiones no es un simple fallo de comunicación. Es un síntoma grave de cómo la desinformación puede hackear el corazón del capitalismo financiero en cuestión de segundos.
UN SISTEMA SECUESTRADO POR EL CLICK Y LA IMPULSIVIDAD
El episodio de este lunes no es anecdótico. Es una advertencia. El mercado global se rige por rumores más que por hechos, por pulsos de redes más que por políticas oficiales, por la codicia de unos pocos más que por el interés común. Que una supuesta “pausa de aranceles” generada por una mala interpretación derive en un vuelco millonario en la bolsa y en millones de operaciones automatizadas debería alarmar a cualquiera con una mínima conciencia democrática.
¿Dónde queda el papel de los y las periodistas económicas que deberían filtrar, verificar, contextualizar? La CNBC y Reuters replicaron sin confirmar, sin cotejar, sin ni siquiera escuchar completa la entrevista original. Convirtieron una frase difusa en un titular explosivo sin base. Rectificaron después, sí, pero tras haber avivado la tormenta.
La entrevista original puede verse en Fox News, donde Hassett nunca dice lo que se le atribuyó. Pero da igual. En el mundo financiero contemporáneo, los algoritmos no esperan a los hechos. Compran o venden al ritmo del bulo más viral.
Los hedge funds que vieron subir su valor por minutos se beneficiaron de una ficción. Las y los pequeños inversores atrapados en ese espejismo fueron quienes acabaron pagando la factura, como siempre.
“Esto es una locura”, declaraba Peter Tuchman a Bloomberg. Y tiene razón. Pero no es solo locura: es negligencia estructural, alimentada por un sistema que premia la mentira si viene bien decorada.
El problema no es solo la fragilidad del mercado. Es la facilidad con la que una herramienta diseñada para hacer dinero a toda costa puede volverse un arma contra la estabilidad de millones de personas. En plena escalada de la guerra comercial declarada por Trump, los inversores buscaban una señal para no hundirse. La señal fue falsa. La reacción fue real.
En 2020, un estudio de MIT Sloan ya advertía del poder destructivo de la desinformación en los mercados. Este lunes, la realidad le dio la razón: no se necesita un hacker para manipular la bolsa, basta con una cuenta de X con el titular adecuado y un par de medios que lo amplifiquen sin hacer su trabajo.
¿Quién se responsabiliza? Nadie. ¿Habrá consecuencias? Ninguna. ¿Podría volver a pasar? Mañana mismo.
Un sistema que puede cambiar el destino de millones por un tuit mal escrito no es un sistema. Es una ruleta con pólvora.
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