Mal resultado también para Emmanuel Macron en Francia, que no ha podido organizar un partido sólido
Los franceses han votado este domingo en la primera vuelta de las elecciones regionales, que pueden tener implicaciones en las presidenciales del año próximo. 48 millones de ciudadanos han sido llamados a las urnas para renovar las asambleas regionales y departamentales en 13 regiones de la Francia metropolitana y cinco territorios de ultramar.
Se trata de la antesala de las presidenciales de 2022. Las regionales son a dos vueltas y si una candidatura logra el 50 % de los votos en la primera, es la ganadora. Si nadie lo consigue, a la segunda pueden concurrir las que obtengan al menos un 10 % de los votos en la primera y ahí gana la lista más votada por mayoría simple.
Los sondeos indicaban a que la Agrupación Nacional (RN) de la ultraderechista Marine Le Pen podría dar un golpe sobre la mesa y ser la formación más votada en seis regiones en esta primera vuelta, pero finalmente la derecha clásica francesa derrotó con claridad a la extrema derecha, según las primeras estimaciones.
Golpe a Le Pen, golpe a Macron
Según un sondeo de Elabe para BFMTV, Los Republicanos (LR, el partido que pertenece al PPE) habría recogido el 24% de los votos, Reunión Nacional (RN, extrema derecha) el 19%, el veterano Partido Socialista (PS) un inesperado 16% que le sitúa por delante de los Ecologistas (13%).
La República en Marcha (LREM), la formación presidencial, apenas superaría el 10%. El presidente, Emmanuel Macron, encabeza un partido muy joven (LREM) con poca implantación territorial, por lo que el Gobierno ha apostado fuerte y trece ministros y secretarios de Estado figuran en alguna candidatura.
El tono político se ha enrarecido mucho en las últimas semanas. Tras la bofetada que recibió Macron de parte de un monárquico de extrema derecha, el líder de LFI, Jean-Luc Mélenchon, fue rociado con harina durante un acto electoral. En otras ocasiones, los candidatos han sido increpados e insultados por ciudadanos e incluso por políticos de partidos opuestos. El año pasado se registraron en Francia 1.300 agresiones a cargos públicos, tres veces más que en 2019. Y en los últimos dos meses una revista ultraconservadora ha publicado dos tribunas de militares retirados y en activo advirtiendo de que Francia está en riesgo de descomposición y afronta el riesgo de una guerra civil.
Por su parte, Marine Le Pen llamó a “los patriotas” a movilizarse de cara a la segunda vuelta, se presentó como víctima de la abstención y de los medios por haber dormido a su electorado con los sondeos. Apeló al voto de protesta contra el sistema, algo clásico de la extrema derecha internacional, y su camino hacia el Elíseo se le pone muy cuesta arriba.
34,3 % de voto para la izquierda
Los partidos de izquierda franceses han logrado un 34,3 por ciento de los votos, por delante del 29,3 por ciento de los partidos conservadores, mientras que la ultraderechista Agrupación Nacional habría conseguido un 19,1 por ciento de apoyo, según una encuesta a pie de urna de Elabe y SFR Business para BMFTV.
El bloque de izquierda incluye a La Francia Insumisa, al Partido Comunista Francés, a Europa Ecología-Los Verdes y al Partido Socialista, mientras que los conservadores están representados por Los Republicanos. Los partidos afines al presidente francés, Emmanuel Macrón, con La República en Marcha a la cabeza, sumarían un 10,9 por ciento de votos y no están presentes en todas las regiones.
Abstención récord
Los resultados se han visto muy condicionados por una abstención espectacular, cercana al 70%, nunca vista en unas elecciones desde que se instauró la V República, en 1958.
La altísima abstención registrada puede explicarse también por el amplio desconocimiento que tienen los franceses sobre las competencias de sus regiones y departamentos. Francia es un país muy centralizado y de gobierno vertical.
Los ciudadanos franceses son conscientes de que las elecciones que de verdad importan son las presidenciales y la masiva deserción de las urnas muestra la indiferencia total ante unas estructuras político-burocráticas que pocos ven verdaderamente útiles.
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