Patriotismo de saldo: la marca que vende orgullo nacional mientras explota la mano de obra asiática
Spagnolo, la marca que lleva años vendiendo «orgullo patrio» a golpe de bandera, es un fraude envuelto en rojo y amarillo. La empresa, que ha hecho de la bandera española su seña de identidad, fabrica la mayoría de sus prendas en China, el mismo país que la ultraderecha patriótica señala como enemigo del trabajo y la industria nacional. Pero claro, la bandera vende. Y mientras puedan subcontratar la mano de obra en el extranjero para abaratar costes, la «defensa de lo patrio» es solo un eslogan vacío.
Israel Lamparero, CEO de la empresa, hizo estas declaraciones en una entrevista publicada en ABC, donde explicó con total naturalidad que la fabricación en España no es viable económicamente. «Si fabricáramos en España, tendríamos que vender a un precio al que nadie compraría», reconoció sin atisbo de vergüenza. Es decir, el patriotismo es rentable siempre que los costes de producción los pague una costurera explotada en Guangzhou y el beneficio se lo lleve una familia andaluza bien posicionada. Porque no nos engañemos: la bandera es solo el envoltorio para disfrazar un modelo de negocio que funciona como cualquier otro dentro de la lógica neoliberal.
Pero lo más patético es que Lamparero intente convencernos de que la marca ha sido «politizada» contra su voluntad. «La bandera es mucho anterior a Franco», afirmó en ABC, como si la apropiación de los símbolos nacionales por parte de la ultraderecha fuera un accidente histórico y no el resultado de décadas de manipulación ideológica. Spagnolo es la ropa de los cayetanos, los cortijeros y los rancios porque fue diseñada para ellos. La bandera cosida en las prendas es un código de clase, una señal de pertenencia que ningún lavado de imagen podrá borrar.
El propio Lamparero lo admite a regañadientes: «Algunos jóvenes no compran nuestras prendas porque no quieren que les llamen fachas». ¿Y qué esperaba? El mercado que han cultivado es el de la derecha sociológica, el de los que creen que ir a los toros es cultura y que Franco «hizo cosas buenas». Spagnolo no es Ralph Lauren ni La Martina porque no solo vende ropa: vende identidad nacional envuelta en nostalgia franquista.
PATRIOTISMO DE SALDO Y NEGOCIO FAMILIAR DE PRIVILEGIOS
La hipocresía de Spagnolo no termina en la bandera. La historia familiar que venden como «ejemplo de sacrificio y esfuerzo» es, en realidad, el relato clásico de una familia privilegiada que ha sabido moverse bien en el mercado. La familia Lamparero lleva vinculada al textil desde el siglo XIX, y aunque una bomba destruyó su fábrica en 1937, lograron reconstruir el negocio y mantenerse en pie durante décadas gracias a sus contactos y su posición social.
Pero claro, cuando el negocio empezó a flaquear en los años 60 por la competencia de las fibras sintéticas, la familia hizo lo que hacen todas las empresas capitalistas: buscar mano de obra más barata y mercados más rentables. El patriotismo está muy bien para vender camisetas a 60 euros, pero cuando hay que recortar gastos, se impone la lógica del capitalismo más salvaje. Así que en 2005, los Lamparero decidieron lanzar Spagnolo para capitalizar el auge de la identidad nacionalista. La bandera no fue una decisión estética: fue una estrategia de mercado para captar a los nostálgicos y a los patriotas de salón.
Lamparero, en la entrevista con ABC, llegó a insinuar que la llegada de Vox a las instituciones no les ha beneficiado tanto como podría pensarse. De hecho, lamentó que las tiendas de Spagnolo fueron atacadas tras unas declaraciones de Pablo Iglesias en las que llamaba a salir a las calles a protestar. La marca que ha hecho fortuna gracias a los símbolos nacionales ahora se hace la víctima porque las asociaciones políticas de su estética le pasan factura. Si vistes la bandera, asume las consecuencias.
Spagnolo factura unos 16 millones de euros al año. No presentan cuentas conjuntas en el Registro Mercantil, pero la marca sigue expandiéndose, especialmente en Latinoamérica, donde están reforzando su presencia en México. ¿El secreto del éxito? La mano de obra barata china y el discurso nacionalista envuelto en polos de 80 euros. El patriotismo es rentable cuando la bandera se cose con sueldos de miseria en Guangzhou.
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