Se pasó más de una década cubriendo 250 hectáreas áridas con plantas y árboles
Sadiman, un ganadero de 68 años, ha plantado durante 23 años más de 11.000 árboles en el centro de la isla de Java con el fin de acabar con la sequía y la deforestación. Es por ello por lo que, en 2019, recibió un reconocimiento por parte del Gobierno de su país, por haber dedicado tantos años de su vida a devolver el agua a la zona, combatir la erosión y conservar el ecosistema.
La agencia y líderes del Gobierno local le entregaron en su pueblo, Geneng, 100 millones de rupias (6.300 euros o 7.000 dólares) por “inspirar a la gente” y realizar su tarea “sin recibir ningún pago ni esperar nada a cambio”.
Desde que la deforestación se intensificara hace dos décadas a causa de varios incendios consecutivos en la ladera sur del volcán Lawu, que convirtieron en cenizas cientos de hectáreas de bosque, Sadiman se dedicó a cubrir 250 hectáreas áridas con plantas y árboles. Durante muchos años, docenas de aldeas en la Regencia de Wonogiri lucharon contra las sequías y el hambre, sin mucho éxito.
En un primer momento su comunidad y sus vecinos se rieron de él, pero ahora le consideran un héroe. “En el pasado pensaban que estaba loco. Cuando los otros plantaban cultivos para alimentarse, yo plantaba banianos, pero lo que planté entonces ahora da agua a los residentes y el aire es fresco”, dijo Sadiman.
El baniano es el nombre que reciben varias especies de ficus, que almacenan agua y en la isla de Java son considerados árboles sagrados según las creencias animistas locales, lo que impidió que los aldeanos no talasen los que Sadiman plantaba.
Ni las autoridades, ni los lugareños se preocuparon por hacer nada al respecto y Sadiman fue el único que prestó atención al problema de que la falta de vegetación alrededor de su aldea estaba causando escasez de agua dulce.
Para llevar adelante su proyecto, el agricultor compró con su propio dinero árboles jóvenes de baniano e incluso intercambió ganado por árboles ficus, dos especies muy buenas para retener agua y que, en una cantidad suficiente, podrían acabar con la sequía, según su opinión.
A medida que los miles de árboles jóvenes que plantó maduraron, otras plantas comenzaron a desarrollarse cerca de ellos, y pronto empezó a nacer un pequeño bosque, lo que trajo precipitaciones y agua dulce. En el bosque de los montes Gendol y Ampyangan se formaron nuevos riachuelos, por lo que, más de 340 familias tienen garantizado un suministro de agua. Además, los árboles han prevenido la erosión y por tanto desastres naturales como inundaciones o avalanchas.
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