Una ley “grande y hermosa” para enterrar los derechos sociales con bandera y fuegos artificiales
EL ROBO LEGALIZADO: 4,5 BILLONES PARA LOS DE ARRIBA
No es una ley, es un asalto. A las 3:30 de la madrugada del 3 de julio de 2025, mientras gran parte del país dormía, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobaba —por un estrechísimo margen— la megaley bautizada cínicamente como One Big, Beautiful Bill (BBB). Suena a eslogan de teletienda, pero es una operación quirúrgica contra los derechos de las clases trabajadoras y más pobres, diseñada por y para las élites económicas.
4,5 billones de dólares en recortes fiscales, la mayoría destinados a las rentas más altas. Según el análisis del Center on Budget and Policy Priorities (CBPP), las medidas de este tipo ya han demostrado anteriormente que no impulsan la economía ni aumentan los salarios, pero sí aumentan la desigualdad y debilitan los servicios públicos. Lo saben, pero lo hacen igual. Porque esto no va de eficacia. Va de ideología.
A cambio de ese gigantesco regalo a los ricos, la ley impone recortes de casi un billón de dólares a Medicaid, el seguro público que protege a más de 80 millones de personas en situación de vulnerabilidad. También asesta un hachazo al programa SNAP, antes conocido como “cupones de alimentos”, que da acceso a comida a más de 40 millones de personas. En la letra pequeña, Trump y sus acólitos justifican el recorte diciendo que se aplicará “solo a quienes no quieran trabajar”. Otra forma de llamar vagos a los pobres y justificar el castigo. Otra forma de aporofobia institucionalizada.
El propio Trump prometió en campaña que no tocaría Medicaid. Pero la BBB lo mutila con precisión de bisturí. Lo prometió, sí. Pero las promesas no son un contrato cuando gobiernan los que siempre rompen los suyos.
AUMENTO DEL GASTO MILITAR, DÉFICIT HISTÓRICO Y MENTIRAS CON CINTA DE BANDERA
¿Quién paga la fiesta? Quienes más lo necesitan. ¿Y quién se emborracha de poder y beneficios? Quienes ya lo tienen todo. La ley se aprueba justo a tiempo para el 4 de julio, Día de la Independencia, convertido en circo mediático para que Trump pueda firmarla en los jardines de la Casa Blanca, como si estuviera inaugurando un centro comercial. Patriotismo de cartón piedra para tapar el expolio.
Pero el saqueo no es solo fiscal. También es militar. La BBB aumenta el gasto en defensa, ya de por sí disparado tras años de intervenciones, alianzas fallidas y negocios armamentísticos opacos. En paralelo, refuerza la militarización de la frontera con México, alimentando el relato del miedo al migrante y profundizando el autoritarismo fronterizo.
Todo esto a costa de sumar 3,3 billones de dólares al déficit, según la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), un organismo independiente. Lo que en boca de Trump habría sido una “catástrofe socialista” si lo firmara un demócrata, se convierte en “el principio de una edad dorada” cuando lo firma él mismo. La hipocresía fiscal, elevada a dogma.
Mientras tanto, los demócratas resisten con discursos larguísimos —el de Hakeem Jeffries, 540 minutos, récord incluido—, pero con nula capacidad de bloquear la apisonadora. Porque esto no se frena solo con parlamentos. Se frena con votos, con calle, con organización y con verdad.
El pueblo estadounidense morirá por esta ley, dijo Jeffries. Y no es retórica. Recortar cobertura médica en un país donde una operación puede costar 50.000 dólares es una sentencia de muerte para millones. Pero los que votaron esta ley ya tienen seguro privado y clínicas de lujo. La vida de las y los pobres no es su problema. Solo su combustible.
Esta ley no redistribuye la riqueza: la concentra. No protege el futuro: lo hipotecan. No defiende a la mayoría: se arrodilla ante la minoría más rica y agresiva. Y lo hace envolviéndose en la bandera, como si eso limpiara la sangre social que manchará sus páginas.
No es Robin Hood. Es el sheriff de Nottingham redactando leyes.
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