EEUU reconoce que existe el riesgo de que a Assange sea condenado a la pena de muerte si es extraditado
La lucha por la libertad y la justicia alcanza un nuevo punto álgido con el caso de Julian Assange. Este 20 y 21 de febrero, se han celebrado vistas cruciales en el Tribunal Superior de Justicia británico, donde se determinará si el fundador de WikiLeaks será entregado a Estados Unidos. Un hecho que despierta alarmas y pone en cuestión la integridad del sistema judicial internacional.
La acusación de Julian Assange ha reconocido ante el juez del Tribunal Superior de Justicia británico, Adam Johnson, que la Justicia estadounidense no posee ningún mecanismo para impedir que el periodista australiano sea condenado a una pena de muerte.
Es indignante constatar cómo, en pleno siglo XXI, se juega con la vida de un individuo bajo el manto de la legalidad. Las garantías dadas por Reino Unido a Ecuador en 2019, donde se aseguraba no extraditar a Assange a un país donde enfrentara la pena capital, hoy son vapuleadas por la misma Justicia que debería velar por su cumplimiento.
UNA EXTRADICIÓN CONTRARIA A LOS DERECHOS HUMANOS
El Tribunal Superior de Londres, tras cuatro años de análisis, parece estar ignorando los compromisos internacionales y las advertencias sobre el riesgo de tortura y trato inhumano que Assange podría enfrentar en suelo estadounidense.
La posibilidad de que Assange sea sentenciado a la pena capital contradice las garantías dadas por Reino Unido a Ecuador en 2019, cuando se comprometió a no extraditar al periodista a un país en el que se le pudiera aplicar dicha condena.
Es evidente que la justicia está siendo instrumentalizada para aplastar a aquellos que se atreven a desafiar el poder establecido. El caso de Assange no solo es un ataque a su persona, sino también a los principios fundamentales de la democracia y la libertad de expresión.
EL VERDADERO MOTIVO DETRÁS DE LA PERSECUCIÓN
La defensa de Assange ha señalado, con razón, que tras la fachada legal se esconde una persecución política orquestada por Estados Unidos. La razón detrás de esta implacable búsqueda de extradición es clara: castigar a quien ha tenido el coraje de desenmascarar crímenes de guerra y actos de corrupción.
En palabras de su esposa de Assange, la abogada Stella Moris: «Son unos criminales y están persiguiendo al periodista que les denunció. Julian es un narrador de la verdad, es un preso político».
El intento de presentar a Assange como un criminal común, desligándolo del periodismo, es una estrategia vil para silenciar la disidencia y proteger a los verdaderos perpetradores de injusticias.
LA NECESIDAD DE UNA REACCIÓN GLOBAL
El caso de Assange no solo concierne a un individuo, sino que tiene implicaciones profundas para la libertad de prensa en todo el mundo. Si permitimos que un Estado castigue a aquellos que exponen la verdad, estamos allanando el camino hacia un futuro oscuro y autoritario.
Los partidarios de Assange consideran que su entrega a las autoridades estadounidenses erosionaría el derecho a la información y sentaría un peligroso precedente para perseguir a aquellos que exponen informaciones que son de interés público. Es decir, a periodistas y editores.
Es hora de que la comunidad internacional tome una posición firme en defensa de los valores democráticos y los derechos humanos. El silencio o la indiferencia frente a este abuso de poder no son opciones válidas.
LA VERDADERA JUSTICIA ESTÁ EN JUEGO
El destino de Julian Assange no solo determinará su futuro, sino que sentará un precedente crucial para el futuro de la libertad de expresión y el periodismo de investigación. Es responsabilidad de todos levantarnos contra esta injusticia flagrante y exigir que se respeten los principios fundamentales sobre los que se construye una sociedad libre y justa.
El mundo está observando atentamente el desenlace de este caso. No podemos permitir que la voz de la verdad sea silenciada por el poder corrupto y autoritario. Es hora de actuar, es hora de defender la justicia y la libertad.
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