30 Abr 2024

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Opinión | La mafia está deseando que robes ese boli
DESTACADA, Iván Igea Durán, OPINIÓN

Opinión | La mafia está deseando que robes ese boli 

Por Iván Igea Durán – Muévete a tu bola Podcast


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“- Sonny tiene razón, los obreros son todos unos pringados

– Se equivoca, no hace falta valor para apretar un gatillo, pero si para madrugar cada día y vivir de tu trabajo. Habría que ver a Sonny, entonces veríamos quien es más duro. El obrero es el auténtico tipo duro. Tu padre es el tipo duro.”

Este fragmento de la película “Una Historia del Bronx”, recoge toda la dignidad de una persona que tiene que educar a su hijo en el entorno de un barrio conflictivo, en el que se ve acorralado entre la frustración de un trabajo con horarios duros, que le hace estar largas horas alejado de su familia, y un sueldo precario que no le permite seguir el ritmo de vida que te marca el sistema. Por otro lado su hijo Calogero de nueve años entabla amistad con un jefe de la mafia, Chazz Palminteri, que ve en el la principal cualidad necesaria para dedicarse a los negocios del crimen organizado, la lealtad (más adelante reflexionare sobre cuando la lealtad es verdadera lealtad y cuando la lealtad es una máscara para ocultar el miedo). El pequeño resulta impactado por los lujos del líder mafioso, su amor propio, el respeto (miedo) que inspira, sus frases lapidarias sobre cómo hay que comportarse en la vida para seguir un camino recto (dentro de su mundo, claro); y además, el capo recompensa al chaval con dinero por hacerle pequeños servicios de mensajero o vigilancia.

Cuando el padre del niño, Robert de Niro, descubre el dinero, tiene un arrebato de dignidad y se enfrenta al mafioso, devolviéndole el dinero y advirtiéndole que no quiere volver a verle con su hijo. Sonny, el líder mafioso, queda atónito al ver que un vecino de a pie es capaz de enfrentarse a él levantarle la voz, así que le advierte que tenga cuidado con lo que dice. Lorenzo (Robert de Niro), le explica que no puede consentir que su hijo de nueve años gane mas dinero haciendo trapicheos, que el conduciendo un autobús, y que no vuelva a acercarse a su hijo. A continuación viene la conversación de Lorenzo con su hijo en el que el pequeño le suelta a su padre en la cara la frase: “Sonny tiene razón, los obreros son todos unos pringaos”.

Esa película, estrenada en 1993, la vi al menos en dos cursos diferentes en el instituto y me caló definitivamente su mensaje ético y social. Más adelante la volví a ver, cuando ya llevaba años trabajando, y entendí perfectamente el hastío del personaje encarnado por Robert de Niro, cuando ves que a pesar del esfuerzo y las horas de dedicación, tu sueldo es justito y el nivel de vida de una gran ciudad te exprime hasta llevarte a sentir que vives por encima de tus posibilidades. Pero cuando definitivamente te impacta el mensaje de la conversación entre Calogero y su padre Lorenzo es cuando tienes un hijo de esa misma edad, y sientes que más tarde o más temprano le vas a tener que explicar ciertas realidades del mundo. 

¿No es extremadamente injusto descargar sobre los ciudadanos la heroicidad de tener que tirar de la manta en tramas de corrupción?

Y tendrás que hacerlo en algún momento, porque en todos los barrios, en todas las empresas y en todas las instituciones hay un Sonny que le va a querer reclutar para sus negocios paralelos. Cuando eso llegue, cuando llegue la propuesta de la mafia para tentarle, tu hijo tendrá que tener la lucidez de decidir por sí mismo si quiere tomar el camino fácil de hacer dinero saltándose las reglas que nos hemos impuesto como sociedad, o si preferirá tomar el camino digno, en el que muchas veces se sentirá un pringado, pero que le permitirá irse a dormir con la conciencia tranquila.

Esto es solamente una cara del dilema, ya que mirar hacia otro lado y seguir con tu vida haciendo como que no sabes lo que está pasando a tu alrededor te convierte en alguien honrado por no participar de actos delictivos o inmorales, pero lo realmente valiente sería evitar que esos actos se cometieran. Por decirlo de otro modo, no ensucias, pero tampoco limpias. Vamos, que es muy honorable la actitud de Robert de Niro al devolver el dinero al mafioso y ordenar a su hijo que se aleje de ese mundo, pero lo que de verdad hubiera ayudado a su hijo y a todo el barrio de paso, hubiera sido denunciar a esos delincuentes y que terminaran entre rejas ¿Por qué no hizo eso el padre de Calogero? Porque, como todos nos podemos suponer, el mafioso hubiera pasado una noche en el calabozo, hubiera sobornado a los policías (si no lo estaban ya), al día siguiente estaría de nuevo en la calle y esa misma noche Robert de Niro hubiera “dormido con los peces” (como se dice en El Padrino cuando reciben el chaleco de Luca Basi con un pez dentro).

En uno de mis primeros trabajos, hace veinte años, coincidí con un compañero colombiano. Una noche en la que teníamos poco trabajo nos pusimos a hablar de lo divino y de lo humano, y tras superar todos los niveles de la comunicación, terminamos contándonos nuestra vida casi desde la infancia. En un momento dado me contó que tenía muchos hermanos (ya no recuerdo cuantos), y tras quedarse un rato pensando me dijo que uno había muerto. Le dije “lo siento mucho ¿Qué le pasó?”. Muchas veces justo después de preguntar ciertas cosas, sobre todo a personas con las que aún no tienes mucha confianza, no sabes si has sido inoportuno. Pero ya no se podía rebobinar. Nuevamente pensó unos segundos y me contó que su hermano era policía y tomó la decisión de denunciar a varios de sus compañeros y superiores por corrupción. Estos policías fueron detenidos y juzgados, pero un tiempo después a su hermano le pegaron un tiro en la nuca cuando tomaba un café en la barra de un bar. Yo me quedé helado con la historia ¿Qué se dice en una situación así? Solo acerté a decirle “tienes que estar orgulloso de tu hermano, fue un hombre valiente e íntegro” a lo que mi compañero contestó “Si. Pero ahora está muerto”.

Cada cierto tiempo me viene a la cabeza esta historia. Me sobrecoge constatar que en el mundo hay seres humanos con tal nivel de honradez y valentía, y que aunque uno sea un filántropo y un buenista debe aceptar que, por otro lado, el mal existe y es extremadamente difícil combatirlo. Porque  aunque el bien pueda superar en efectivos al mal, el mal no tiene nada que perder, no tiene límites en su capacidad de actuación, ya que tú les vas a combatir con reglas y ello con la ley del más fuerte. Y del mismo modo que el imperativo categórico te obliga a hacer lo correcto en cada circunstancia, y por lo tanto deberías denunciar cualquier ilegalidad de la que seas conocedor, también te obliga a preservar tu propia vida e integridad sobre todas las cosas. Así que ¿No es extremadamente injusto descargar sobre los ciudadanos de a pie, sobre los trabajadores rasos de una empresa o sobre el agente con menos autoridad de la comisaría, la heroicidad de tener que tirar de la manta en tramas de corrupción que posiblemente salpiquen a las más altas instancias del organigrama? ¿Acaso no sabían todos los policías del Bronx en que bar pasaba la tarde Chazz Palminteri con todos sus pistoleros? ¿Por qué se va a tener que jugar la vida un conductor de autobús que lucha por llevar un plato de pasta a su familia y comprarle unos cromos de béisbol a su hijo, cuando resulta que los policías y los jueces no cumplen con la obligación de perseguir a aquellos que viven al margen de la ley? Son preguntas que lanzo al viento, porque en realidad todos sabemos que la respuesta, tanto en la película de Rober de Niro como en la vida real, es que no hay solución porque el propio sistema está corrupto. 

Si os digo el nombre de Ana Garrido seguramente a pocos os suene de entrada ¿Verdad? Si os digo Gürtel no hay nadie que no sepa a lo que me refiero. Una trama que saqueó 120 millones de dinero público y que ha llevado a declarar al banquillo al Presidente M. Rajoy. Pues Ana Garrido fue la persona que denunció ante la Fiscalía Anticorrupción, después de recabar pruebas durante un año en un dossier de 300 páginas, al alcalde de Boadilla, conocido como “El Albondiguilla”. 

Ana Garrido era la enemiga pública número uno, ya antes de que denunciara a su superior, por el simple hecho de no querer participar de la trama

Ana Garrido comenzó simplemente por recriminar al Alcalde lo más evidente: que no era normal hacer concesiones a dedo sin un concurso público. Ese “pecado” desde el punto de vista de la mafia, ya es imperdonable. Porque para la mafia no eres un peligro en el momento que denuncias sus prácticas delictivas. Para la mafia eres un peligro desde el momento que no participas de sus prácticas delictivas. Porque solo por estar ahí, viendo sin participar, supones un estorbo, eres una distorsión en un engranaje que necesitan que esté perfectamente engrasado de ambiciosos tiburones que ansíen poder y dinero, y de mayordomos que sepan hacer su trabajo sucio por una mísera propina y garanticen, ante todo, un leal silencio y sepan señalar a posibles delatores.

En ese contexto, Ana Garrido era la enemiga pública número uno, ya antes de que denunciara a su superior, por el simple hecho de no querer participar de la trama, y pasó de ser íntima amiga del alcalde, con el que iba a cenar frecuentemente junto con sus respectivas parejas, a ser relevada de sus funciones, ver su sueldo rebajado e incluso ver como sus compañeros recibían la orden de no ir a desayunar con ella. Un goteo de desprecios que le llevaron a sufrir ansiedad y depresión, mientras ella continuaba recabando pruebas del amplísimo patrimonio del Alcalde (más de cinco viviendas, una colección de coches, viajes y clases de golf…), un estilo de vida incompatible con el sueldo de un “simple” alcalde.

Después de que estallara el escándalo de la Gürtel, lo normal es que Ana Garrido hubiera sido recibida como una heroína que haciendo gala de honradez y vocación de servicio y cuidado de lo público, había pasado por un infierno personal en lo laboral para destapar una trama de fraude y blanqueo millonaria. Pero la realidad es que se encontró con que ningún ayuntamiento quería contar con sus servicios. Ana tuvo que cambiar de vida y se marchó a Costa Rica a trabajar de cajera, de jardinera y de ama de llaves, relatando que hace años que no consigue reír y que se siente muerta en vida.

Podríamos pensar que Ana era una presa fácil para la mafia, pero el mismísimo juez Garzón fue inhabilitado 11 años por prevaricación, por unas grabaciones a los cabecillas de la Gürtel en la cárcel supuestamente irregulares. El Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas considera que la condena contra Garzón fue “arbitraria e imprevisible” y  que “los jueces deberían poder interpretar la ley sin miedo a ser castigados”. Aunque finalmente los acusados de la Gürtel fueron considerados culpables, el juez Garzón tuvo que cumplir íntegramente los 11 años de inhabilitación.

Si la mafia puede con Ana Garrido, una funcionaria pública que escribió un dossier de 300 páginas con pruebas de los delitos, si la mafia puede cargarse a un juez estrella ante el asombro de las Naciones Unidas ¿Qué ganas te quedan a ti de denunciar los trapicheos de tu encargado, o del camello que pasa en el parque de al lado de tu casa? Si el director de tu empresa no conoce los trapicheos de tu encargado cuando toda la empresa habla de ellos, o si la policía no detiene al camello que vende droga en el parque, cuando todo el vecindario, se droguen o no, saben a que se dedica ese tipo al que no se le conoce ningún trabajo pero que conduce un Mercedes y lleva ropa cara, solo hay dos opciones: que el director de tu empresa y la policía son unos necios que no son capaces de ver lo que hasta el más despistado es capaz de ver, o que el director de tu empresa y la policía están en el ajo de alguna manera.

Vuelvo a preguntar de nuevo al aire ¿Cuál es entonces la actitud moral adecuada que debemos tomar ante este dilema? No nos podemos considerar valientes solo por no participar del delito, lo adecuado sería ayudar a detenerlo y que los delincuentes paguen por el daño cometido. Pero ante las evidencias prácticas de la respuesta del sistema, entendiendo aquí sistema por todos los organismos públicos o privados con capacidad para impartir justicia, no hay ninguna razón que pueda animar a nadie que tenga aprecio por su bienestar, su salud o su vida, para adentrarse en la tortuosa aventura de tirar de la manta.

Al final se empuja a la víctima en muchos casos a tener que abandonar el colegio para poner tierra de por medio con los agresores

La mafia comienza a imponer su lógica desde la infancia. Los niños que sufren ‘bullying’ no denuncian por miedo a recibir más palizas y peores. Pero muchos de los testigos tampoco denuncian, por miedo a ser ellos quienes reciban la paliza al día siguiente. Finalmente dos o tres matones son capaces de tener atormentados a veinticinco compañeros, que les superan en número y en ética, pero se tienen que exponer a represalias para denunciar una violencia que no es capaz de identificar y reprimir la autoridad, que en este caso es el colegio. En algunos casos el colegio recibe la denuncia de los padres y tratan de minimizar la situación para no tener que asumir mayores responsabilidades, tener que dar explicaciones a instancias superiores o ver dañado su prestigio. Al final se empuja a la víctima en muchos casos a tener que abandonar el colegio para poner tierra de por medio con los agresores. Como Ana en Puerto Rico.

Otro caso que saltó a los titulares en 2018 fue la trama de corrupción en la fundición de Arcelor Mittal en Zaragoza. En esta fundición seis empresas de chatarra que entregaban hierro para posteriormente fundirlo y fabricar vigas o material de construcción nuevo, tenían sobornados a varios encargados con importes que rondaban entre los 1.000 y 6.000 euros mensuales para que al clasificar los camiones de hierro que entregaban estas empresas, no destaparan que gran parte de la mercancía era en realidad tierra. Como consecuencia la fundición pagaba al precio de hierro miles de toneladas de tierra. Para ello los encargados necesitaban que los gruistas y palistas que tenían que mover esa chatarra hasta los fosos y los hornos también estuvieran metidos en la rueda, para lo que les pagaban sobornos de entre 100 y 500 euros al mes. 

Otra característica de la mafia es que no tiene vergüenza ni escrúpulos y además de robar se permiten dar lecciones de responsabilidad.

Esta práctica que fue investigada entre 2012 y 2015 hizo que se pagaran como chatarra 29.600.000 de kilos de tierra, un agujero económico que se estima entre los 7,5 y 10 millones de euros. Me puedo imaginar a un administrativo o un peón de almacén de esa empresa, que por aquel entonces cobrara un salario mínimo de 750 euros, recibiendo una charla de su encargado diciendo que no se le podía subir el sueldo porque la empresa estaba en crisis y que había que arrimar el hombro y agradecer que al menos tuviera trabajo. Seguro que esas eran las palabras, porque otra característica de la mafia es que no tiene vergüenza ni escrúpulos y además de robar se permiten dar lecciones de responsabilidad.

Cuento este caso porque lo más interesante es como se destapó la trama. Cuando uno de los implicados decidió que no quería seguir participando del fraude (seguramente porque no estaba conforme con su parte del pastel más que por un arrebato de moralidad) y amenazó con cantar, recibió una paliza por parte de unos sicarios en pleno centro de Zaragoza. Cuando la policía intervino en este incidente comenzaron a tirar del hilo y tres años después acabaron rodeando la fábrica en plena jornada laboral con lecheras y helicópteros para detener a los 19 integrantes de la trama. Al ser mafiosos amateur quisieron fueron demasiado descarados con su “toque de atención” al desertor y pusieron todos los focos sobre ellos. Los profesionales, como los mafiosos de traje y corbata, saben que es más eficaz el goteo constante de insinuaciones, amenazas sutiles, hacerte el vacío, hacerte pasar por loco o paranoico. Baltasar Gracián decía en “El Arte de la Prudencia” que las insinuaciones son el punto más sutil del trato humano y que algunos han caído de puestos elevados heridos por una simple insinuación, cuando toda una conjura de murmuración general y malevolencia particular no habían sido suficientes para causar el más leve temblor.

Ante todo esto solo nos cabe ser fuertes y no ver dañada nuestra autoestima ante la insistencia de la mafia, con la influencia de los grandes medios como cómplice, de hacernos creer que todos somos iguales y que en la medida de nuestras posibilidades todos somos corruptos. Están deseando que cojas ese boli BIC, propiedad de la empresa, y te lo lleves a tu casa, para apuntar la lista de la compra. De ese modo podrán constatar la teoría de que todos somos malos por naturaleza, que si tu no robas millones es simplemente porque no te han puesto al cargo de las cuentas, pero que has robado ese boli BIC, y eso te convierte en un corrupto en potencia, lo que te inhabilita para dar lecciones de moral.

Esa es la trampa que debemos ser capaces de evitar. No debemos ser sensibles a ese juicio moral, normalmente impartido por instancias superiores, que nos pretenden hacer dudar de nuestra naturaleza o nuestras convicciones éticas y morales. Porque de ser así nos exponemos a terminar siendo los lacayos de los corruptos, los que al igual que el hijo del conductor de autobús piensan que los obreros son unos pringados, y que es preferible estar del lado del poderoso a ser víctima de él.

Los que trabajaban toda la familia y a base de ahorrar se compraban un Seat eran más admirados que el que había ganado la lotería y se compraba un Mercedes

Todo comienza con la educación. En una ocasión, cuando tenía dieciocho años, le pedí a mi padre 5.000 pesetas para comprarme una cazadora de cuero. Me dijo “¿Y dónde venden cazadoras de cuero por 5.000 pesetas?”. “En un sitio de Lavapiés, un compañero del instituto se ha comprado una por ese precio” le dije. “Una cazadora de cuero cuesta 20.000 pesetas, si las venden por 5.000 es que son robadas”. Yo desde mi ignorancia irreverente y escaso razonamiento le dije “Pero ese no es mi problema, si a la tienda le permiten venderlas yo no estoy cometiendo ningún delito”. Y me respondió “Mientras que haya gente que compre material robado, seguirá habiendo quien robe. Cuando nadie compre material robado ¿De qué les servirá robar?”. Meses después mis padres me regalaron por mi cumpleaños una cazadora de cuero en la que supongo que se gastarían 20.000 pesetas. Dos o tres años después me robaron esa cazadora en un garito en frente del Bernabeu (mea culpa por ir a esos bares pijos, en Malasaña y en Chueca jamás me robaron). Supongo que esa cazadora la compró alguien, en este caso ya por 30 euros. El karma se tomó su tiempo para que aprendiera bien la lección.

Marcelo Bielsa, referente ético en el proceso de obtener resultados deportivos, contaba en una conferencia de prensa que era importante poner el proceso por encima de los resultados, ya que tomando atajos para obtener una victoria no podías constatar que habías encontrado un camino para obtener buenos resultados, pero confiando en el proceso y verificando que en el desarrollo de la competición se plasmaba sobre el campo lo entrenado más allá de a corto plazo se obtuviera o no el resultado deseado, tarde o temprano se alcanzaría el éxito. Como ejemplo ponía que en el barrio de Argentina en el que el creció, allá por los años sesenta, todas las familias tenían la obsesión de tener un auto, y que aquellos que lo conseguían eran muy admirados. Pero que todo el barrio era muy capaz de diferenciar quien lo había obtenido trabajando y quien lo había obtenido por un golpe de suerte o por negocios turbios. Es decir, los que trabajaban toda la familia y a base de ahorrar se compraban un Seat eran más admirados que el que había ganado la lotería y se compraba un Mercedes. Es decir, no puedes confiar en que siempre te toque la lotería, pero si puedes confiar en tu capacidad de esforzarte. Pero el que no hay que admirar en ningún caso, sino más bien despreciar, es al que ha obtenido ese Mercedes a base de vender droga o explotar sexualmente a otras personas.

Cuando la sociedad sea capaz de ensalzar a aquellas personas que destacan por su ética y su moral, en lugar de considerar ídolos a aquellos que han amasado su fortuna a base de sobornos o evasiones fiscales, estaremos más cerca de una auténtica revolución. Cuando Carlos Sánchez Mato estuvo al frente de la Consejería de Economía del Ayuntamiento de Madrid durante la alcaldía de Carmena, consiguió rebajar la deuda en 922,6 millones de euros entre 2015 y 2016. Cuando le preguntaron cómo había obrado ese milagro económico respondió que “solo con no robar la cosa ya mejora mucho”.

A ti te intentaran confundir diciendo que eres como ellos porque robaste ese boli. No les des el gusto, no lo robes, no eres como ellos.

Este es otro claro ejemplo de que la falacia de “el fin justifica los medios” que nos venden los tiburones ultra liberales para hacernos creer que cualquiera que quiera obtener buenos resultados económicos se tiene que bajar al barro de los sobornos y la corrupción es sólo una excusa para poder tomar ellos el atajo que les lleve a obtener resultados fáciles y pingües beneficios. Pero eso al final solo beneficia a unos pocos que tienen la posibilidad de gestionar recursos millonarios. A ti te intentaran confundir diciendo que eres como ellos porque robaste ese boli. No les des el gusto, no lo robes, no eres como ellos. Y hazte fuerte en tu autoridad moral frente al corrupto, pero sobre todo a la hora de influir en las futuras generaciones para que no compren la cazadora de 30 € robada, ni se compren el Mercedes si es a costa de la desgracia de una familia rota por la droga o una mujer violada por un putero, para que no sean el tonto útil al que dan 50€ para vigilar en una esquina por si viene la pasma mientras descargan una furgoneta con 2 millones de euros en droga. 

Si toda una generación esta educada en la decencia y en la absoluta convicción de que no hay que vender tus principios a cambio de bienes materiales, a lo mejor en un futuro próximo conseguimos que dejen de arrasar en las elecciones políticos que se han enriquecido ilegítimamente comerciando con el dinero de nuestros impuestos. No lo digo yo, lo dijo Anguita, alguien que predicó con su ejemplo: “Ciudadano que vuelves a votar a ladrones, tú eres responsable del robo”

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