Un país donde la mentira se ha convertido en la única estrategia política de la derecha
No existe ni una sola razón objetiva para que alguien que cobre menos de 2500 euros al mes entregue su voto a la derecha. Ninguna. Ni en salarios, ni en vivienda, ni en pensiones, ni en sanidad, ni en educación. La derecha no gobierna para las y los trabajadores, sino para quienes ya tienen el mes resuelto antes de que empiece. Su programa económico es un manual de saqueo: reducción de impuestos a grandes fortunas, amnistías fiscales para evasores, despido más barato, privatización de la sanidad y la educación, criminalización de la protesta laboral.
Los datos lo confirman. En España, según Eurostat, los beneficios empresariales crecieron un 11,3% entre 2019 y 2023, mientras que los salarios apenas subieron un 4,7% en el mismo periodo. El Observatorio de márgenes empresariales denunció que las grandes compañías trasladaron el coste de la inflación a las familias trabajadoras, disparando sus beneficios incluso en plena crisis. Aun así, los mismos partidos que legislaron estas políticas siguen obteniendo votos en barrios obreros. ¿Cómo lo hacen?
La respuesta es clara: engañar, manipular y enfangar.
Los gurús electorales de la derecha saben que, si la gente votara en función de sus intereses materiales, sus partidos no pasarían del 15%. Lo saben y por eso han convertido la política en un laberinto envenenado. Se trata de confundir hasta que la persona trabajadora vote contra sí misma.
EL NEGOCIO DEL ENFANGO
La técnica es conocida, pero se perfecciona cada ciclo electoral. Primero, saturar con ruido. Un escándalo tapa al anterior y la corrupción se convierte en un carrusel infinito. El caso Gürtel, con condena firme contra el PP en 2018, fue sucedido por Lezo, Púnica, Taula, Kitchen, mascarillas, contratos a dedo en el SAS andaluz, incendios…. Todo queda enterrado bajo capas de “ya se ha hablado mucho de esto”.
Segundo, desplazar el foco. Cuando se discute de inmigración, banderas, toros o “okupas”, nadie habla de los 500 millones desviados a la sanidad privada en Andalucía con agosticidad y alevosía, ni de que en Madrid murieron 7.291 mayores en residencias sin ser trasladados a hospitales. La derecha sabe que los salarios congelados o los alquileres imposibles no generan adhesión. Lo que moviliza es el miedo.
Tercero, convertir la mentira en producto de consumo masivo. Fake news lanzadas desde medios afines, repetidas en tertulias, amplificadas por bots en redes sociales. La llamada “brigada política” del PP fabricó informes falsos para destruir a adversarios. Okdiario publicó portadas con cuentas bancarias inventadas contra Podemos. Y aun después de ser desmentidas en sede judicial, esas mentiras siguieron circulando en el imaginario colectivo.
El objetivo no es solo manipular, sino hacer indescifrable la política. Que cualquier propuesta suene sospechosa. Que la ciudadanía se desoriente hasta asumir que “todos son iguales”. Y cuando todo es lo mismo, gana siempre quien ya tiene el control económico, mediático y judicial.
EL ENGAÑO COMO ESTRATEGIA PERMANENTE
No hay voto obrero a la derecha sin engaño previo. Y ese engaño no es un error aislado, sino la columna vertebral de su estrategia. La derecha nunca se presenta como lo que es: un proyecto político al servicio de minorías enriquecidas. Se disfraza de “sentido común”, de “patriotismo”, de “defensa de la libertad”.
La palabra “libertad” es el ejemplo más obsceno. Para Isabel Díaz Ayuso, libertad fue abrir bares en pandemia mientras se moría gente en residencias. Para Javier Milei, libertad significa destruir derechos laborales y entregar el país a los buitres financieros. Para Donald Trump, libertad es restringir el voto por correo para que solo voten quienes pueden hacerlo en persona un martes laboral. La libertad se convierte en una máscara que esconde servidumbre.
Los datos de desigualdad lo ilustran con crudeza. En España, según la Agencia Tributaria, el 1% más rico concentra casi el 25% de la riqueza nacional. Y mientras tanto, el 53% de la población asalariada gana menos de 1.500 euros al mes. Votar a la derecha en ese contexto es un acto de fe ciega en quienes legislan para los bancos y los fondos de inversión. Pero la fe no surge sola: se fabrica.
Se fabrica con portadas de periódicos que criminalizan huelgas, con editoriales que comparan vivienda pública con “soviética”, con tertulianos que reducen la pobreza a un problema de esfuerzo individual. Se fabrica con bulos que señalan a migrantes como culpables de la precariedad laboral, mientras son precisamente esos migrantes quienes sostienen sectores enteros de la economía con sueldos de miseria.
La derecha no necesita convencer, solo necesita engañar lo suficiente para ganar unas elecciones más. Y lo consigue gracias a un engranaje mediático, empresarial y judicial que funciona como un ejército invisible.
Lo más trágico no es que la derecha mienta. Es que su mentira se normalice. Que una parte de la clase trabajadora interiorice que su precariedad es culpa de la inmigración, del feminismo, de los sindicatos, de cualquier cosa salvo de quienes legislan para mantenerla en la precariedad.
El verdadero milagro no está en que la derecha convenza. Está en que siga logrando que millones de personas voten a quienes les roban el futuro cada día.
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1. “No existe ni una sola razón objetiva para que alguien que cobre menos de 2500 euros vote a la derecha”
Mentira.
Gobiernos del PSOE (Felipe González, Zapatero, Sánchez) han sido responsables de las mayores crisis sociales y económicas de España.
En 1993, con González, España rozaba el 24% de paro.
En 2010, con Zapatero, se alcanzó el 26% de paro y un desplome del PIB del -3,8% (INE).
Con Sánchez, España lidera Europa en paro juvenil (27,4%) y es de los últimos en renta per cápita.
En cambio, cuando la derecha ha gobernado, ha habido recuperación:
En 1996-2004, con Aznar, España bajó el paro del 22% al 11%, se crearon 5 millones de empleos y se preparó la entrada en el euro.
Con Rajoy, tras heredar un país al borde del rescate, en 2018 había 20 millones de ocupados y un déficit reducido al 3%, lo que permitió volver a crecer.
👉 Por tanto, el obrero sí tiene motivos para votar a la derecha: cuando gobierna, hay empleo; cuando gobierna la izquierda, hay paro y ruina.
—
2. Beneficios empresariales vs salarios (2019-2023)
El artículo culpa a la “derecha”, pero entre 2019 y 2023 quién ha gobernado ha sido el PSOE con Podemos/Sumar.
Si los beneficios crecieron un 11,3% y los salarios solo un 4,7%, es responsabilidad directa del gobierno socialista, no de la oposición.
Además, fue Zapatero quien aprobó en 2010 la mayor bajada de salarios públicos de la historia (-5%), junto con el congelamiento de pensiones. Eso no lo hizo la derecha: lo hizo el PSOE.
—
3. Corrupción y casos Gürtel, Púnica, etc.
Sí, ha habido corrupción en el PP, condenada y con políticos en la cárcel. Pero el artículo calla deliberadamente:
ERE de Andalucía (PSOE): 680 millones de € robados a parados y trabajadores. La mayor trama de corrupción de Europa, con dos presidentes socialistas condenados (Chaves y Griñán).
Filesa (PSOE): 1991, financiación ilegal del partido.
Caso Azud (PSOE-Valencia): mordidas y sobornos millonarios.
Caso Tito Berni (PSOE, 2023): prostitución, cocaína y comisiones con contratos públicos.
👉 El PSOE no puede dar lecciones de moralidad: ha sido el partido más corrupto de la historia democrática española.
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4. “La derecha privatiza la sanidad y deja morir mayores en residencias”
Manipulación.
La mayoría de la sanidad privatizada en España se llevó a cabo con gobiernos socialistas autonómicos (Cataluña y Andalucía, especialmente).
Las muertes en residencias durante la pandemia no fueron exclusivas de Madrid: en Cataluña (gobernada por ERC y PSC), murieron 12.000 ancianos en residencias en 2020, casi el doble que en Madrid (datos del Ministerio de Sanidad).
👉 El problema fue la pandemia y una gestión sanitaria centralizada por el Ministerio de Sanidad del PSOE.
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5. La palabra “libertad”
El artículo critica que Ayuso abriese bares, pero oculta que:
En Madrid la economía cayó un 10,5% menos que en Cataluña, Valencia o Baleares (INE).
Madrid lidera creación de empleo y atracción de inversión extranjera desde 2020.
Mientras, Sánchez decretaba cierres ilegales (avalado por el Tribunal Constitucional) que arruinaron a miles de autónomos.
👉 Libertad no es un eslogan: en Madrid se tradujo en empleo, impuestos más bajos y crecimiento económico.
—
6. Desigualdad y salarios bajos
Cierto que el 1% concentra mucha riqueza, pero eso no es culpa de la derecha, sino de los gobiernos de izquierdas que llevan 23 de los últimos 42 años en el poder en España.
El PSOE gobernó 22 años (1982-1996 y 2004-2011 y 2018-2025).
El PP solo 15 años en total.
Si hoy España tiene salarios bajos, paro estructural y desigualdad, la responsabilidad histórica es de la izquierda, que ha gobernado el doble de tiempo.
—
7. Migración y precariedad
La izquierda repite que los inmigrantes no tienen culpa, pero la realidad es que:
España tiene un paro del 12% y sigue recibiendo cientos de miles de inmigrantes sin control.
Eso genera presión en salarios bajos y alquileres.
Países como Dinamarca o Suiza han endurecido su política migratoria para proteger a su clase trabajadora.
👉 Negar este impacto es traicionar al obrero español en beneficio de discursos ideológicos.
—
📌 Conclusión
El artículo acusa a la derecha de mentir, pero:
Los recortes más duros los hizo el PSOE (Zapatero).
La corrupción más grande fue del PSOE (ERE de Andalucía).
Los salarios llevan décadas estancados bajo gobiernos socialistas.
Las crisis más graves (1993, 2008, 2020) ocurrieron bajo la izquierda.
👉 La verdadera mentira es decir que el PSOE gobierna para los trabajadores.
La historia demuestra lo contrario: paro, ruina y corrupción.
Como el sistema capitalista tendrá hartimañas para que los servidores de correo me consideren como spam, publico aquí un artículo hasta que me lo suban. A ver si aquí nadie me lo bloquea.
Soy la Arcadia.
«En las últimas semanas, las grietas en el seno de la extrema derecha española se han hecho insoportables, desgarrando incluso las filas del partido fascista de Santiago Abascal, VOX. Su estrategia es clara y miserable: intentar canalizar la legítima rabia de la clase trabajadora hacia el odio racial y religioso. Han elevado la demonización del Islam y la criminalización de la migración pobre a su programa central, sin importarles incitar al asesinato en alta mar con tal de construir un chivo expiatorio que oculte sus pactos con la derecha neoliberal para privatizar la sanidad y la educación, precarizar el trabajo y servir a los intereses del gran capital.
Sin embargo, esta fachada se resquebraja. Surge una disputa entre las propias cloacas reaccionarias. Por un lado, el sector más abiertamente nazi, obsesionado con el «gran reemplazo» y la pureza étnica, ve con pánico el «hispanchismo» de VOX. Para esta escoria, que bebe de las teorías de Hitler hasta el punto de clasificar a los pueblos originarios de América, cualquier lazo con Latinoamérica es una traición a su sueño de una Europa Blanca. Voces como las del ex vicepresidente fascista de Castilla y León, Juan García-Gallardo, Fernando Paz o los grupúsculos de Núcleo Nacional representan este racismo «auténtico», violento y genocida.
Pero he aquí que los amos del capital no pueden permitir que el racismo visceral estropee los negocios. Rápidamente, los lacayos intelectuales financiados por la trama Orbán-Opus Dei (verdaderos arquitectos del neofranquismo en Europa) han salido a la palestra. Hermann Tertsch (eurodiputado de VOX), el columnista Hughes (colaborador de los think-tanks CEFAS y la Iberosfera) o García Carmona (mero profesor del adoctrinador CEU San Pablo) claman ahora por «acoger a los hispanos». ¿Un arrepentimiento? ¡Jamás!
Su racismo es de clase, no de piel. Su problema no es el latinoamericano, sino el latinoamericano pobre. Su fobia es la aporofobia: el odio al pobre. Mientras un migrante venga a servir copas en sus clubs, a cortar el pelo a sus hijos «cayetanos» en barrios privilegiados, a limpiar sus chalets por un salario de miseria y sin derechos, o a ser explotado sexualmente en la oscuridad que tanto necesitan sus élites hipócritas y promiscuas, bienvenido sea. Eso sí, que duerman en barracones, como los siervos en Dubai que sirven a los jeques a los que tanto admiran.
Apoyan regímenes tan «liberales» como el de los Emiratos Árabes Unidos no por libertad, sino por la explotación laboral sin límites que permiten. Es el mismo sueño húmedo de Wall Street Wolverine y la fachosféra: un paraíso fiscal donde el capital no tenga fronteras ni impuestos, y las personas sean mercancía desechable.
Este sector de la ultraderecha, la más inteligente y peligrosa, sabe que el capital latinoamericano ricox es vital para sus negocios: infla la burbuja inmobiliaria en el Barrio de Salamanca, La Moraleja o Mallorca; llena de dinero sus másteres de adoctrinamiento neoliberal en universidades privadas como el CEU (mientras planean el cierre de la Pública Complutense); y oxigena un sistema financiero putrefacto. Gentrifican barrios enteros del sur de Madrid y expulsan a la clase trabajadora, pero les encanta ver «latinos con ropita de marca» paseando por Madrid. No les asustan los latinos con cuenta bancaria, les asustan los latinos que se organicen con la clase obrera española.
No olvidemos, además, que estos mismos defensores selectivos de la «hispanidad» son fervientes apoyos del genocidio sionista en Gaza. Tertsch, Hughes y la prensa de su órbita justifican y aplauden las limpiezas étnicas de Netanyahu, mostrando su verdadera naturaleza: no creen en pueblos ni culturas, sino en un orden mundial donde el capital y el poder occidental-islámico aplasten a los pobres, ya sean palestinos bajo las bombas o migrantes ahogados en el Mediterráneo. Su solidaridad con unos u otros depende únicamente de la cartera y la utilidad para su proyecto reaccionario.
En conclusión, la pelea en la ultraderecha no es entre racistas y no racistas. Es una lucha entre dos modelos de explotación capitalista. Unos prefieren un racismo clásico, de pureza étnica y campos de exclusión. Los otros, más astutos, defienden un apartheid de clase: un capitalismo racializado donde una élite multicultural y ultra-rica (blanca, latina o árabe) explote a una mayoría subyugada, sin derechos y sin religión que desafíe su dogma neoliberal-nacionalcatólico.
Como revolucionarios, nuestro deber es desenmascarar esta farsa. No podemos permitir que dividan a la clase trabajadora con su racismo. La lucha no es del obrero español contra el migrante pobre. La lucha es de la clase trabajadora, multicultural y diversa, contra la élite capitalista que financia tanto a VOX como a sus críticos «hispanistas». La solidaridad de clase es nuestra arma más poderosa. Desde Madrid hasta Gaza, ¡venceremos! Organicémonos contra todos sus proyectos de muerte.»