Mientras las aldeas arden, la televisión pública gallega prefiere emitir concursos y tertulias banales antes que mostrar a un país devorado por el fuego.
UN SILENCIO TELEDIRIGIDO DESDE SAN CAETANO
En plena catástrofe medioambiental, con más de 72.000 hectáreas arrasadas y siete focos activos a mediados de agosto, la Televisión de Galicia optaba por rellenar parrilla con Bailamos celebrity, tertulias sobre plagas de pulgas o entrevistas sobre mordeduras de perro. El incendio más grave de la historia de Galiza, el de Larouco, con 20.000 hectáreas calcinadas en Valdeorras, apenas mereció unos segundos de lectura en un plató, sin imágenes frescas ni testimonios de vecinos.
El comité intercentros de la CRTVG ha denunciado que se dieron instrucciones explícitas para evitar testimonios críticos con la Xunta. Raquel Lema, presidenta del comité, señala que los equipos recogen declaraciones de aldeanas y aldeanos que dicen sentirse abandonados, pero esos vídeos nunca llegan a emitirse. Lo mismo no ocurre con León, donde sí se difunden quejas contra el Gobierno central.
La censura no es un accidente. Es un patrón. Defende a Galega, el movimiento que lleva siete años denunciando la manipulación de la CRTVG con los venres negros, lo resumió con una frase demoledora: “Servicio público de intensidad variable: estridente para criticar a Madrid, mudo cuando toca mirar a la Xunta”.
Y mientras tanto, los trabajadores y trabajadoras de informativos confiesan sentir “vergüenza, impotencia y rabia” por la desidia e irresponsabilidad de sus superiores, señalando directamente a Alejandro López (nuevo jefe de informativos) y a Marta Darriba (subdirectora), cuyas dimisiones exigen.
UNA COBERTURA INDIGNA DE LA EMERGENCIA
La dirección de la CRTVG presume de “casi la totalidad de la parrilla” dedicada a los incendios. La realidad: magazines de mañana y tarde que relegan la crisis a simples enumeraciones de datos oficiales mientras despliegan equipos para cubrir fiestas patronales, mosquitos tigre o la venta de una camiseta del Breogán.
El contraste con otras cadenas es bochornoso: mientras La 1, 24h o Telecinco conectaban en directo con Ourense, TVG despachaba los fuegos en tres frases sin imágenes. Solo a partir del 11 de agosto se intensificó tímidamente la cobertura con adelantos informativos y especiales en prime time. Muy tarde para la magnitud del desastre.
La oposición lo califica sin rodeos: cobertura “sesgada, insuficiente y confusa”. La diputada socialista Silvia Longueira denuncia que se ocultó la responsabilidad de la Xunta en la gestión de los fuegos, desviando las críticas hacia Pedro Sánchez. “Más imágenes de Rueda y Feijóo que de aldeas reducidas a cenizas”, resume.
El caso es tan grosero que el sábado 17 de agosto, el Telexornal Serán abrió con declaraciones de la conselleira de Medio Rural presumiendo de “dispositivo sin precedentes”. Veinticuatro horas después, mientras Sánchez y Rueda comparecían en Ourense, TVG apostaba por repetir bailes de famosos.
La guinda: los Telexornais alcanzaron el 20% de audiencia esos días, un dato que la corporación usa para justificar su gestión. Como si más espectadores significara mejor periodismo. En realidad, significó que más gente pudo comprobar en directo cómo la televisión pública de su país se convertía en altavoz propagandístico y no en servicio de emergencia.
Los incendios han sido el bautismo de fuego de la nueva cúpula de la CRTVG, aunque en realidad son los mismos nombres de siempre. Concepción Pombo, responsable de informativos desde 2017 y ascendida ahora a directora xeral, carga con un historial de obediencia a la Xunta. Su ascenso es un premio a la manipulación, denunciado ya por la oposición.
La televisión pública gallega, financiada con dinero de todas y todos, ha fallado en lo esencial: informar con rigor en medio de la mayor emergencia ambiental en décadas. El problema no son los errores de gestión puntuales. El problema es la inacción deliberada, la censura consciente y la propaganda disfrazada de periodismo.
Y mientras las aldeas arden, la TVG sigue bailando.
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