Un grupo de pilotos de la Fuerza Aérea de Israel, que operaban helicópteros Black Hawk y aviones de combate F-16, se negaron a seguir órdenes ilegales de bombardear ciudades palestinas en 2003, tal y como recogía The Guardian. Su negativa se basó en principios éticos y su rechazo a participar en acciones que consideran contrarias a la moral y la legalidad. Por supuesto, fueron apartados.
Durante mucho tiempo, estos pilotos han mantenido un silencio resuelto sobre sus motivos, limitando su crítica a través de una carta firmada por 27 pilotos de reserva y en servicio activo, en la que se negaban a llevar a cabo lo que describieron como órdenes ilegales y denunciaban la ocupación como un factor que socavaba la integridad moral de Israel.
Después de haber sido expulsados de la Fuerza Aérea, decidieron hablar públicamente sobre lo que los llevó a desafiar de manera sin precedentes la gestión del conflicto con los palestinos. Su valiente posición cuestiona la legalidad de las «asesinatos selectivos» que han cobrado la vida de más civiles inocentes que de los objetivos de Hamás, la Yihad Islámica y las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa.
Uno de los momentos decisivos que marcó un antes y un después para estos pilotos fue el bombardeo en el hogar de un líder militar de Hamás, Salah Shehade, que resultó en la muerte de 14 de sus familiares, en su mayoría niños. Este incidente, que algunos describieron como asesinato deliberado, hizo que estos valientes pilotos cuestionaran sus creencias y se preguntaran si estaban participando en actos de terrorismo estatal.
El piloto Asaf L, quien sirvió durante 15 años antes de ser destituido por firmar la carta de rechazo, expresó sus dudas sobre la decisión de lanzar una bomba de una tonelada sabiendo que causaría una destrucción masiva y mataría a civiles inocentes. Estos pilotos argumentan que Israel debe reconocer que, además de los terroristas, hay una nación entera de personas inocentes en el otro lado del conflicto.
Su valiente posición sacudió la sociedad israelí, ya que no solo cuestionaba la legalidad de las órdenes recibidas, sino que también desafiaba la afirmación del gobierno de que su estrategia se trata de defender a Israel. En lugar de eso, sostenían que la política del gobierno buscaba y busca mantener el miedo en el público y que Israel, como la nación más poderosa de Oriente Medio, debe actuar de manera ética y no convertirse en lo que consideran terroristas.
A pesar de las críticas que recibieron en su día, estos pilotos consideraron que es su deber moral y ético hablar y cuestionar las acciones que consideraron incorrectas, y no creyeron que estén denigrando sus uniformes al hacerlo. Más de 30 pilotos se unieron entonces a su causa, lo que demuestra que su posición encontró apoyo en la sociedad israelí.
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