Una vecina ficticia, una casa inexistente y un pueblo entero difamado para agitar el odio.
LA MANIPULACIÓN MEDIÁTICA COMO HERRAMIENTA POLÍTICA
Sant Martí de Tous, un municipio de poco más de 1.300 habitantes en la Anoia, ha sido escenario de un escándalo periodístico que retrata con crudeza la degradación mediática en España. La cadena Cope publicó que una mujer de 78 años, supuestamente llamada Montserrat Riera, regresó de vacaciones para encontrarse su casa ocupada. La narración era de manual sensacionalista: desesperación vecinal, miedo, rabia y hasta un episodio grotesco en el que la mujer habría lanzado un nido de avispas contra quienes usurpaban su vivienda.
El problema es que ni la mujer, ni la casa, ni la okupación existieron jamás.
El propio alcalde, David Alquezar, lo explicó con claridad meridiana: “ni la veïna ni la casa existeixen, és tot inventat”. Equipos de televisión, incluyendo Antena 3, se desplazaron hasta el municipio buscando una señora que nunca ha vivido allí. La respuesta fue unánime: silencio, incredulidad y enfado entre la población.
Lo ocurrido no es un error aislado. Es un mecanismo estructural de los grandes medios: fabricar alarmas sociales a partir de la mentira para fortalecer la narrativa del miedo. Un bulo no es inocente cuando se coloca en prime time o en la portada de una radio de alcance estatal. Sirve para reforzar una agenda política que criminaliza a jóvenes precarios, migrantes o movimientos sociales bajo el paraguas del monstruo de la “okupación”.
La investigación fue destapada por Igualada News, que documentó cómo la Cope inventó a una vecina, a una casa y a una okupación inexistentes.
LA BAJEZA MORAL Y LA IMPUNIDAD MEDIÁTICA
El Ayuntamiento de Sant Martí de Tous remitió un escrito formal a la Cope para desmentir la historia y exigir la retirada inmediata de la pieza. La respuesta fue el silencio. La noticia continúa publicada, intacta, como si la falsificación periodística formara parte del catálogo de estilos de la emisora.
El alcalde ha denunciado “una baixesa moral i impunitat terrible”. Y no exagera. En un país donde la difamación se utiliza como arma política y mediática, los costes de mentir son prácticamente nulos. Un pueblo entero aparece señalado como escenario de un delito inexistente, los titulares vuelan en redes y nadie corrige.
El resultado es claro: alimentar discursos de odio. Convertir la ficción en herramienta de agitación contra colectivos vulnerables, azuzar el fantasma de la okupación para justificar endurecimientos legales y seguir dando munición a partidos de extrema derecha que viven de la manipulación constante.
El caso de Tous no es anecdótico. Forma parte de una larga lista de bulos amplificados por medios que jamás rectifican: migrantes que nunca cobraron ayudas millonarias, barrios que nunca ardieron en disturbios, violencias inventadas que solo existieron en titulares. La mecánica es siempre la misma: se inocula el veneno, se genera alarma y se deja que la mentira cumpla su función.
El periodismo debería ser un contrapoder, no una fábrica de pánicos sociales al servicio de intereses ideológicos. La información falsa de la Cope no solo daña la credibilidad de un medio: erosiona la democracia al envenenar el debate público con basura fabricada.
La historia de Tous demuestra que ya no es posible hablar de desinformación accidental. Es propaganda. Es manipulación consciente. Es terrorismo mediático.
Y lo peor es que funciona.
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