En un acto que debería levantar alarmas sobre el estado de la libertad de expresión en Europa, un tribunal alemán ha decidido multar a una mujer con 600 euros por corear el lema palestino “Desde el río hasta el mar” durante una manifestación en Berlín. Este acontecimiento, que a primera vista podría parecer una mera anécdota, refleja una problemática mucho más profunda: la criminalización del discurso pro-palestino en Occidente y la continua deslegitimación de la lucha por los derechos del pueblo palestino.
El Tribunal de Distrito de Tiergarten ha concluido que la mujer, al usar esta consigna, estaba «condonando una acción criminal». En este caso, el juez ha interpretado que el lema es un respaldo implícito a los atentados perpetrados por Hamás contra Israel el pasado 7 de octubre y una negación del derecho de Israel a existir como Estado. Sin embargo, este veredicto no solo es cuestionable desde un punto de vista legal, sino que es un ataque frontal contra la libertad de expresión y la legítima reivindicación de los derechos de un pueblo que ha sido sistemáticamente oprimido.
LA CRIMINALIZACIÓN DEL DISCURSO PRO-PALESTINO: UNA TENDENCIA PELIGROSA
La sanción impuesta a esta mujer no es un caso aislado, sino un ejemplo más de cómo el discurso pro-palestino está siendo sistemáticamente silenciado en Europa y otros lugares del mundo. Este tipo de censura es particularmente preocupante en un contexto donde los gobiernos y medios occidentales insisten en presentarse como defensores de la libertad de expresión y los derechos humanos.
Es necesario preguntarse: ¿en qué momento la defensa de los derechos de un pueblo se convirtió en un delito? La frase “Desde el río hasta el mar” es una consigna que, aunque polémica para algunos, ha sido históricamente utilizada para expresar el anhelo de los palestinos por recuperar sus tierras y derechos. Asociar esta frase de forma automática con el terrorismo es una estrategia peligrosa que busca deslegitimar cualquier forma de protesta o reivindicación palestina.
El argumento del juez de que la frase “lleva implícita un respaldo a los ataques” es, como mínimo, cuestionable. No se puede asumir que todo aquel que pronuncia esa consigna esté apoyando la violencia. Al contrario, muchas de las personas que la corean están simplemente pidiendo el fin de la ocupación y la opresión del pueblo palestino. Es un grito por la justicia, no un llamado a la violencia.
UN DOBLE RASERO EN LA DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Lo más preocupante de esta decisión judicial es el doble rasero que se aplica cuando se trata de Israel y Palestina. Mientras que las y los palestinos que protestan pacíficamente son criminalizados, Israel sigue violando sistemáticamente los derechos humanos con total impunidad. Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han documentado ampliamente las atrocidades cometidas por el Estado israelí, que incluyen desalojos forzosos, asesinatos extrajudiciales y la imposición de un sistema de apartheid sobre la población palestina.
¿Dónde está la justicia para las y los palestinos que viven bajo ocupación? ¿Dónde está la condena de la comunidad internacional ante los crímenes cometidos por Israel? Parece que, para muchos en Occidente, los derechos humanos son un concepto selectivo que se aplica solo cuando es políticamente conveniente.
El hecho de que la Fiscalía alemana solicitara una multa aún mayor, de 900 euros, demuestra la intensidad de la campaña para suprimir cualquier expresión de solidaridad con Palestina. Esto es más que una simple multa: es un intento de intimidar y silenciar a quienes se atreven a cuestionar el statu quo. Es un mensaje claro de que, en la visión distorsionada de algunos, apoyar los derechos de los y las palestinas es un acto de subversión.
LA NECESIDAD DE UN DEBATE HONESTO Y ABIERTO
La realidad es que, si queremos avanzar hacia una paz duradera en la región, es fundamental permitir un debate abierto y honesto sobre la situación en Palestina e Israel. Censurar consignas y penalizar a quienes las utilizan no hará sino profundizar las divisiones y aumentar el resentimiento.
Las y los defensores de los derechos humanos, los periodistas, las y los activistas y la sociedad en general deben alzar la voz contra este tipo de represión. No podemos permitir que la narrativa oficial, influenciada por los intereses geopolíticos y económicos, defina qué es aceptable y qué no lo es en el discurso público. La libertad de expresión es un pilar fundamental de cualquier democracia y debe ser defendida en todos los contextos.
Además, es necesario recordar que el sufrimiento del pueblo palestino es una realidad palpable y que su lucha por los derechos no puede ser simplemente descartada o criminalizada. La frase “Desde el río hasta el mar” no es más que una expresión de esa lucha, un llamado a la justicia que no debe ser silenciado.
CONCLUSIÓN: EL PELIGRO DE LA SUPRESIÓN DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
El caso de la mujer multada en Berlín es un recordatorio inquietante de cómo la libertad de expresión está siendo erosionada bajo el pretexto de la seguridad y la protección contra el odio. Sin embargo, es esencial distinguir entre lo que es un discurso de odio y lo que es una legítima expresión de solidaridad y demanda de justicia.
El verdadero peligro radica en permitir que las voces que defienden los derechos de un pueblo oprimido sean silenciadas. Si no somos capaces de defender la libertad de expresión en todos sus contextos, corremos el riesgo de vivir en una sociedad donde solo las narrativas dominantes y los intereses de los poderosos son escuchados.
En un mundo donde los derechos humanos son continuamente vulnerados, es más importante que nunca alzar la voz por las y los que no pueden hacerlo. Es imperativo que rechacemos cualquier intento de criminalizar la solidaridad con Palestina y continuemos luchando por una paz justa y duradera en la región. La justicia no puede ser un lujo para unos pocos; debe ser un derecho para todas y todos, independientemente de su origen, religión o lugar de nacimiento.
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