El exjefe de inteligencia Aharon Haliva defiende la “necesidad” de matar a decenas de miles de palestinas y palestinos como advertencia histórica.
EL NAKBA COMO POLÍTICA PERMANENTE
Un audio difundido por el canal 12 de Israel ha expuesto la verdadera arquitectura del terror sionista. Aharon Haliva, exjefe de inteligencia militar, asegura sin ambages que “los palestinos necesitan un Nakba cada cierto tiempo para entender las consecuencias”. No se trata de un lapsus ni de un arrebato de odio individual. Es la verbalización cínica de lo que lleva décadas ocurriendo: la limpieza étnica como método, la pedagogía del horror como doctrina de Estado.
Haliva no se esconde. Afirma que los más de 50.000 muertos en Gaza hasta marzo, que ya son más de 61.890 según el Ministerio de Salud palestino (y cuya cifra real algunos medios cifran en 10 veces más), son “necesarios” y “requeridos para las futuras generaciones”. Un genocidio calculado, frío, presentado no como venganza sino como estrategia política y militar.
El general israelí incluso cuantifica el precio de la sangre: “por cada muerto del 7 de octubre, deben morir 50 palestinos”. Lo dice un hombre que dimitió tras no haber impedido aquellos ataques, y que hoy justifica el castigo colectivo sobre una población entera, de la que más de dos tercios son mujeres, niñas y niños.
Haliva recupera así la lógica de 1948, cuando milicias sionistas expulsaron a 750.000 palestinas y palestinos de sus tierras y destruyeron centenares de aldeas en lo que el mundo conoce como la Nakba. Setenta y siete años después, los mismos métodos —bombardeos indiscriminados, hambre, desplazamientos forzados— son reivindicados como “un mensaje para las generaciones futuras”.
LA INGENIERÍA DEL CAOS
El exjefe de inteligencia también dejó claro que no se trata solo de Gaza. Reveló que desde 2014 existe un plan deliberado: alimentar el caos en Cisjordania para impedir cualquier horizonte de Estado palestino. Según sus palabras, Israel sabe que Hamas es “útil”. No porque represente a la población, sino porque su mera existencia permite a Israel invalidar cualquier negociación internacional.
Haliva lo explicó con una frialdad escalofriante: “Hamas no tiene legitimidad internacional. Se le puede combatir con la espada. La Autoridad Palestina sí tiene estatus internacional. Eso hay que destruirlo”. Y ahí entra la estrategia de figuras como Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas y referente del supremacismo religioso: dejar que Hamas ocupe el poder en Cisjordania, para después tener la excusa de aniquilarlo sin que nadie pueda hablar de acuerdos de paz.
Es la ingeniería del caos como proyecto colonial. No se busca una solución, ni dos Estados, ni la paz. Se busca que no haya nunca un interlocutor válido con el que negociar. Se busca eternizar la guerra para eternizar el despojo.
Mientras tanto, la cifra de muertos crece. En solo un año y medio de ofensiva, más de 61.000 palestinas y palestinos han sido asesinados, la población de 2,3 millones ha sido desplazada varias veces y Gaza entera ha sido convertida en ruinas.
Haliva lo celebra. Lo llama “necesario”. Lo describe como “un barrio perturbado” que debe recibir castigo cíclico. Es el lenguaje de la colonización más descarnada, la que considera a todo un pueblo un enemigo, un laboratorio de sufrimiento.
Y lo más obsceno es que estas palabras no generan escándalo en los gobiernos occidentales que se llenan la boca hablando de democracia. Haliva lo dice en televisión. La clase dirigente israelí lo aplaude en silencio. Trump lo respalda con armas y dinero. Europa calla y asiente.
La frase es demoledora y quedará para la historia: “Necesitan un Nakba cada cierto tiempo”. No como un error del pasado, sino como plan de futuro. Esa es la pedagogía del genocidio.
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