Las autoridades israelíes anunciaron que 80 familias palestinas serían desalojadas de sus hogares en Jerusalén Este. Estas casas, a su vez, serían entregadas a ilegales colonos judíos israelíes.
Un colaborador cercano del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, resumió, en pocas palabras, la lógica existente detrás del frenesí en curso para expandir los asentamientos judíos ilegales en el país.
“Estos días constituyen una oportunidad insustituible para establecer nuestro control sobre la Tierra de Israel, y estoy seguro de que nuestro amigo, el presidente (Donald) Trump y el primer ministro Netanyahu sabrán aprovecharlos”, dijo Miki Zohar, miembro del Partido Likud, según cita del Christian Science Monitor.
Con “estos días”, Zohar se refería a las pocas semanas restantes del mandato de Trump. El presidente de Estados Unidos fue derrotado por su rival demócrata, Joe Biden, en las elecciones presidenciales celebradas el 3 de noviembre.
La derrota de Trump desató temores en Tel Aviv y acalorados debates en la Knesset israelí de que la nueva administración estadounidense pudiera desafiar las políticas de expansión de asentamientos sin obstáculos.
De hecho, al país presidido por Netanyahu no solo se le permitió expandir los asentamientos antiguos y construir otros nuevos durante el mandato de Trump, sino que las autoridades estadounidenses lo alentaron a hacerlo con gran sentido de urgencia.
El embajador de Estados Unidos en el país, David Friedman, es un ferviente partidario de la rápida expansión y fue elegido por su papel, no por su experiencia diplomática -no tiene ninguna-, para ayudar a facilitar el apoyo de Estados Unidos a la expansión colonial israelita. Al hacerlo, Estados Unidos violó el consenso internacional sobre el tema y revirtió sus posiciones anteriores que percibían los asentamientos ilegales como “obstáculos para la paz”.
A Friedman se le encomendó la comunicación de la ominosa nueva agenda estadounidense con respecto a la acción ilegal israelí en los territorios palestinos ocupados y también en los Altos del Golán sirios. En junio de 2019, Friedman, con bastante torpeza, articuló una nueva posición estadounidense sobre los ilegales asentamientos judíos cuando dijo en una entrevista con el New York Times que “Israel tiene derecho a retener parte, probablemente no todo, el territorio de Cisjordania”.
La luz verde a Netanyahu se tradujo, en enero de 2020, en un anuncio de del país de que tenía la intención de anexionarse formalmente casi un tercio de Cisjordania en pocos meses.
La ilegal anexión estaba programada para el 1 de julio. Justo antes de esa fecha, Friedman resurgió alegando, esta vez con un mensaje menos codificado, que la anexión de Netanyahu contaba con el respaldo total del gobierno de Estados Unidos. Dijo al periódico israelí, Israel Hayom, que Washington se estaba preparando para reconocer el movimiento israelí de aplicar la soberanía en “Judea y Samaria”, utilizando la referencia bíblica para Cisjordania.
La anexión no se materializó tan grandiosamente como se esperaba. En cambio, el gobierno de Netanyahu optó por cimentar su anexión de facto de las tierras palestinas al anunciar planes para construir más asentamientos, impedir que los agricultores palestinos lleguen a sus tierras y acelerar la política de demolición de viviendas.
Israel ya estaba preparado
Meses antes de que Biden se convirtiera en presidente electo de Estados Unidos, el país presidido por Netanyahu parecía estar preparándose para la posibilidad de que la administración Trump no saliera reelegida. Ciertamente, aunque la presidencia de Biden seguramente seguirá apoyando incondicionalmente a Israel, es probable que la nueva administración vuelva a las viejas políticas relacionadas con el “proceso de paz” y la solución de dos Estados. Netanyahu ha sido durante mucho tiempo reacio a tal retórica ya que, en su opinión, tales demoras innecesarias le costarían a Israel un tiempo precioso que podría invertirse en la construcción de más asentamientos. Políticamente, la mera discusión de un regreso a las negociaciones podría, potencialmente, escindir la poderosa, aunque díscola, alianza de derechas proasentamientos de Israel.
Como quedó claro de inmediato que Trump había perdido la carrera, Netanyahu felicitó a regañadientes a Biden. Incluso el tardío reconocimiento del líder israelí de la derrota de Trump no le evitó la emboscada política que le esperaba. Muchos miembros de la Knesset atacaron a Netanyahu por perder el apoyo bipartidista de Israel en Washington al aliarse con el Partido Republicano y la administración Trump.
Encabezó la acusación el líder de la oposición israelí de Yesh Atid-Telem, Yair Lapid, quien ya había criticado el enfoque de “republicanos primero” del primer ministro sobre la política estadounidense. Sus puntos de vista eran compartidos por muchos israelíes en la Knesset y los medios de comunicación.
Revertir ese rumbo en las últimas semanas de Trump en el cargo no es una opción fácil, especialmente porque la administración Trump sigue comprometida a ayudar a Israel a lograr sus objetivos hasta el final.
El 19 de noviembre, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, se convirtió en el primer alto funcionario estadounidense en visitar un asentamiento judío ilegal en la ocupada Cisjordania. Durante su visita a una bodega en el asentamiento de Psagot, Pompeo le dio a Netanyahu aún más buenas noticias. Anunció que los productos de los asentamientos judíos ilegales ahora podrían etiquetarse como “Made in Israel”, y que el movimiento global por el Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) seríadeclarado“antisemita” por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Este último anuncio dará a Israel el capital legal necesario para procesar y silenciar a cualquier oposición de la sociedad civil estadounidense ante la ilegal ocupación de Israel. Israel cuenta con el hecho de que es poco probable que Biden se atreva a impugnar o revertir tales políticas debido a la sensibilidad del tema del antisemitismo, real o presunto, en la política estadounidense.
El mismo razonamiento se aplica al frenesí de la construcción de asentamientos en la Jerusalén Oriental ocupada y en Cisjordania.
80 familias desahuciadas
El 20 de noviembre, las autoridades israelíes anunciaron que 80 familias palestinas serían desalojadas de sus hogares en el barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este. Estas casas, a su vez, serían entregadas a ilegales colonos judíos israelíes.
La noticia del masivo desalojo llegó solo unos días después de los anuncios del gobierno de que los asentamientos ilegales de Givat Hamatos y Ramat Shlomo, ambos ubicados en Jerusalén Este, están preparados para una gran expansión.
El desarrollo masivo en Givat Hamatos, según el grupo israelí “Peace Now”, “obstaculizará gravemente la perspectiva de una solución de dos Estados porque, en última instancia, bloqueará la posibilidad de contigüidad territorial entre Jerusalén Oriental” y los principales centros urbanos de Cisjordania.
Los anuncios están programados estratégicamente, ya que llevan un mensaje político inconfundible de que Israel no tiene la intención de revertir sus políticas de asentamientos, independientemente de quién resida en la Casa Blanca.
Es probable que las próximas semanas sean testigos de movimientos aún más coordinados entre Israel y EE. UU., donde la administración Trump tratará de cumplir la lista de deseos políticos de Netanyahu, dejando a Biden con poco margen político para maniobrar, negando así a su gobierno el título autoproclamado e inmerecido de“intermediario honesto por la paz”.
Por Ramzy Baroud. Periodista y editor de The Palestine Chronicle. Es autor de cinco libros, el último de los cuales lleva el título de These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons (Clarity Press, Atlanta). El Dr. Baroud es un destacado investigador no-residente del Center for Islam and Global Affairs (CIGA) y del Afro-Middle East Center (AMEC). Su página web es: www.ramzybaroud.net
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
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