Hacienda desmonta el entramado fiscal de El Rubius 

El patrón es evidente: fraccionar ingresos personales para tributar lo mínimo posible.

La Audiencia Nacional ha confirmado lo que ya era un secreto a voces: la estructura societaria de El Rubius, uno de los youtubers más influyentes del mundo, fue diseñada para minimizar su contribución fiscal. Entre 2015 y 2016, su sociedad Snofokk SL ingresó más de tres millones de euros, pero tributó como si se tratara de una simple empresa prestadora de servicios. La justicia ha determinado que esta maniobra no era otra cosa que un artificio para pagar menos impuestos personales, pese a que los beneficios provenían exclusivamente de la actividad del creador de contenido.

La sentencia no es un caso aislado. Este tipo de estructuras se repite entre figuras mediáticas que acumulan capitales inmensos mientras los ingresos de miles de trabajadoras y trabajadores siguen gravados sin escapatoria posible. En este contexto, no solo hablamos de “optimización fiscal”, sino de un vacío ético donde lo legal no debería confundirse con lo justo.

Según Hacienda, la sociedad carecía de medios materiales y humanos que justificaran su existencia. No había personal, infraestructura ni labores que añadieran valor. El único “activo” era el propio Rubén Doblas, cuyo nombre atraía millones de visualizaciones y contratos publicitarios. Por eso, los jueces han zanjado el tema: la empresa era una simple pantalla para pagar menos por el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), más elevado que el Impuesto de Sociedades.

Mientras tanto, en esos años los ingresos de su sociedad se disparaban. En 2016, Snofokk SL declaró más de dos millones de euros, de los cuales solo 807.000 se atribuyeron a su dueño, cuando el volumen real de sus actividades superaba esa cifra.

Este caso no solo pone el foco en El Rubius, sino en la creciente desigualdad fiscal que tolera y perpetúa que las grandes fortunas eviten pagar lo que les corresponde.

LA DOBLE MORAL DE LOS “CREADORES DE CONTENIDO”

El Rubius no es el único en la lista de millonarios digitales que optan por estrategias de ingeniería fiscal. En 2021, decidió trasladar su residencia a Andorra, el paraíso fiscal preferido por los influencers. Esta decisión evidenció una vez más el desprecio hacia la función social de los impuestos, convirtiendo el privilegio de generar grandes fortunas en una huida constante de las responsabilidades colectivas.

La Audiencia Nacional también ha señalado que no es la primera vez que Rubén Doblas recurre a sociedades para reducir su carga impositiva. Ya en 2013 y 2014 se detectó una estrategia similar que obligó al creador a pagar 50.000 euros adicionales en IRPF y una multa de 23.000 euros por irregularidades. El patrón es evidente: fraccionar ingresos personales para tributar lo mínimo posible.

Este caso no solo pone el foco en El Rubius, sino en la creciente desigualdad fiscal que tolera y perpetúa que las grandes fortunas eviten pagar lo que les corresponde. Mientras la mayoría de la población afronta impuestos elevados sobre salarios modestos, quienes están en la cima utilizan recursos legales para evadir sus obligaciones.

La justicia confirmó que “sin la figura de El Rubius, la empresa no existiría”. Este detalle resume la trampa: el argumento de la “sociedad independiente” se cae cuando todo el valor económico proviene de su creador. No había maquinaria, tecnología ni equipo humano detrás de Snofokk SL, solo el rostro y el contenido del youtuber.

En su discurso, tributar lo mínimo es una muestra de astucia, cuando en realidad es una maniobra que priva a la sociedad de recursos esenciales.

UN SISTEMA DISEÑADO PARA QUIENES PUEDEN PAGAR ASESORÍA FISCAL

El caso de El Rubius no se limita al ámbito de los influencers. En 2023, el Tribunal Supremo también ratificó una sentencia contra el locutor Carlos Herrera por utilizar una sociedad pantalla con el mismo fin. Estas resoluciones dejan claro que la Agencia Tributaria ha intensificado su lucha contra la ingeniería fiscal de las grandes figuras mediáticas.

Mientras tanto, resulta indignante recordar que quienes menos tienen no disponen de ningún resquicio para reducir su carga fiscal. No existe para ellas y ellos un “paraíso” donde escapar de los impuestos que financian los hospitales, escuelas y servicios públicos.

La cultura de la evasión se ha normalizado entre quienes deberían ser referentes. Estos millonarios digitales construyen una narrativa donde el éxito parece desligado de cualquier responsabilidad social. En su discurso, tributar lo mínimo es una muestra de astucia, cuando en realidad es una maniobra que priva a la sociedad de recursos esenciales.

La sentencia contra El Rubius es solo un paso en un largo camino por recuperar la justicia fiscal. Lo preocupante es la impunidad social con la que estos personajes siguen siendo idolatrados, como si su aportación al entretenimiento justificara una flagrante falta de solidaridad.

En un país donde el esfuerzo de las y los trabajadores mantiene a flote el Estado del bienestar, las grandes fortunas digitales no deberían permitirse el lujo de mirar hacia otro lado mientras llenan sus bolsillos con millones que, paradójicamente, no existirían sin el público al que le deben su éxito.