La experiencia valenciana se tradujo en un gasto de más de 230 millones de euros para la Generalitat Valenciana.
La capital española, bajo la presidencia de Isabel Díaz Ayuso y la alcaldía de José Luis Martínez Almeida, se prepara para un nuevo capítulo en el mundo del automovilismo: el Gran Premio de España de Fórmula 1, previsto para 2026. Este evento marcará el regreso de la Fórmula 1 a Madrid después de más de cuatro décadas, con un circuito urbano que discurrirá por Ifema y Valdebebas, reemplazando al histórico circuito del Jarama.
Sin embargo, esta noticia viene acompañada de cierta cautela, alimentada por el precedente de Valencia. Entre 2008 y 2012, Valencia acogió cinco Grandes Premios, en lo que inicialmente se presentó como una apuesta personal del entonces presidente de la Generalitat, Francisco Camps. A pesar de las promesas de un evento «a coste cero» para las arcas públicas, la realidad económica fue muy diferente.
La experiencia valenciana se tradujo en un gasto de más de 230 millones de euros para la Generalitat Valenciana. Los costos incluyeron 66 millones de euros para el circuito urbano, 111 millones de euros por el canon anual de la prueba, 26 millones de euros en derechos televisivos y una deuda de 44 millones de euros de la empresa Valmor, organizadora del evento. Además, se tuvo que solicitar un crédito de 60 millones de euros para la construcción del circuito, un préstamo que comenzó a pagarse en 2016 y concluyó en 2023.
El legado de la Fórmula 1 en Valencia fue no solo económico, sino también social y urbano. El área que una vez vibró con el rugido de los motores y el glamour asociado con el deporte, acabó albergando un asentamiento de chabolas, un giro desafortunado en el uso del espacio urbano.
El Gran Premio de España en Madrid no solo debe ser un espectáculo de velocidad y competición, sino también un modelo de gestión responsable y un activo para la ciudad y sus habitantes.
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