En junio de 2012, España enfrentaba una crisis financiera que amenazaba con hacerla colapsar. Los rumores sobre la posible ruptura del euro y las crecientes dudas sobre la salud de su sector bancario, destrozado por la burbuja inmobiliaria, llevaron al gobierno de Mariano Rajoy a pedir ayuda a la Unión Europea. Para evitar el coste político de una nefasta gestión, se prometió a la nación que el rescate no costaría un euro a los contribuyentes. Sin embargo, estas palabras eran meras promesas vacías. El rescate bancario en España ha tenido un precio, y es un precio que el pueblo español sigue pagando.
Mariano Rajoy afirmó que no era un rescate, era «un crédito a la banca que va a pagar la banca». La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, declaró que se hacía con el objetivo de que «no costara un euro al contribuyente». Estas afirmaciones eran tranquilizadoras en un momento de crisis, pero resultaron ser falsas. Se rescataron bancos, empresas privadas, y el coste lo asumimos entre todas y todos.
El Tesoro español ha pagado hasta la fecha 24.898 millones de euros al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), lo que representa el 60,2% de la ayuda total recibida. Además de estas cifras astronómicas, se han pagado unos 3.276 millones de euros en intereses y comisiones entre 2012 y 2023. Quedan pendientes otros 16.435 millones de euros, que deben ser reembolsados en los próximos años, junto con intereses adicionales.
La triste verdad es que la mayoría del dinero inyectado en el rescate bancario se ha perdido para siempre o es de difícil recuperación. De los 24.096 millones de euros aportados a Bankia, solo se consideran recuperables unos 6.340 millones. Los 2.192 millones inyectados a la Sareb se han dado por perdidos. Del rescate a otras entidades, se han perdido 28.133 millones, el 86,2%. Este dinero podría haber aliviado la factura del MEDE y habría ayudado a sanear las finanzas públicas.
La historia del rescate bancario en España debe servir como recordatorio de la importancia de la transparencia y la responsabilidad en la gestión financiera del país. Las promesas de que el rescate no costaría nada resultaron ser una falacia, y el pueblo español está pagando las consecuencias. Es fundamental aprender de estos errores para evitar que situaciones similares se repitan en el futuro y para exigir responsabilidad a quienes tomaron decisiones erróneas.
El rescate bancario en España fue acompañado de promesas de que no tendría costo para los ciudadanos, pero la realidad es que ha dejado una factura astronómica que el país sigue pagando. La falta de transparencia y la negación de la verdad no son la forma de abordar los problemas financieros. Aprender de estas lecciones es crucial para garantizar un futuro financiero más sólido y para asegurarse de que las promesas vacías no vuelvan a engañar al pueblo español.
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