Por Cristina Cardín
Berlín y El Profesor, vino en mano, episodio 9 de la primera temporada de La Casa de Papel, emitida en Antena 3 en pleno prime time, y después en Netflix, creando generaciones de fans. Cantan Bella Ciao, el himno popular cantado por los partisanos italianos que lucharon contra los fascistas y los nazis. Tras la secuencia, la canción se vuelve viral y nos vemos sorprendidas por grupos y más grupos de adolescentes, jóvenes y adultos entonándola en sus noches de ocio. A algunos, de náuticos y jersey sobre los hombros, jamás nos los hubiéramos imaginado ya no cantando, sino escuchando el tema. Suponemos incluso que les aturdiría oír la versión que el grupo Talco hizo en directo hace años, con ese “Gora Euskal Herria” como colofón final.
Pol Andiñach, periodista e impulsor del colectivo de comunicación Cuellilargo, escribe Todo el mundo puede ser antifa. Manual práctico para destruir el fascismo desde la necesidad de defender el antifascismo de espectro completo: aquel que propone un movimiento extenso e interseccional en el que cualquier persona pueda poner su granito de arena para detener las ideas fascistas que lamentablemente están volviendo, sobre todo desde el auge de Vox. Así que Pol divide en 19 capítulos de este libro aquellos lugares donde ir poniendo nuestros granitos de arena. Y son más sencillos de lo que creemos, desde tu cabeza y tu barrio hasta tu educación y tus fronteras, pasando por tu familia y amigas.
El autor comienza dejando claro que el auge del fascismo no es algo que debamos tomarnos a broma, vistas las consecuencias fatales que tiene. No en vano, y como sabemos por el Índice Global de Terrorismo, los atentados de ultraderecha han aumentado en un 320% en todo el mundo solo en los últimos cinco años. También da varias definiciones de lo que es el fascismo y advierte de que la violencia siempre es su último movimiento:
Andiñach menciona el caso de Grecia por medio del hilo que escribió Hibai Arbide y que en Spanish Revolution adaptamos en este vídeo. En el país heleno se logró vencer a la formación ultraderechista Amanecer Dorado gracias a varias vías. ¿Podría conseguirse lo mismo en España? El libro propone varias claves para que así sea, la más importante la interseccionalidad. No se puede ser antifascista sin ser antirracista, o feminista. Porque, como decían en Lost, si no podemos vivir juntos, entonces moriremos solos. Además de las claves, se ofrecen mecanismos, como el no-platforming, que consiste en no dar voz ni espacios a los discursos fascistas (algo que deberían apuntarse bien los medios de comunicación) y, en el caso de que dichos discursos vayan a darse desde algún lugar, impedirlo de maneras que no tienen por qué implicar violencia. Las vecinas de Vallecas dieron un buen ejemplo cuando se enfrentaron al mitin que dio Vox provocativamente en su barrio, o las de Benimaclet, que respondieron con caceroladas y haciendo sonar el Bella Ciao contra una concentración nazi un 12 de octubre. Porque boicotear que un fascista dé un discurso no es coartar la libertad de expresión, como algunos nos quieren hacer creer. Es coartar la libertad de odio.
El capítulo sobre las redes sociales es muy interesante. Es obvio que los reaccionarios han tomado dichas redes, en particular YouTube y Twitter. ¿Qué podemos hacer nosotras frente a eso? Pol de nuevo recuerda varios ejemplos: desde aprender de los fans del K-Pop que en 2020 ayudaron a las compañeras del #BlackLivesMatter o que, en España, trollearon los vídeos de miembros de Vox, ridiculizándolos; hasta compartir memes o desmontar los bulos. Para esto último, Andiñach enumera algunos consejos para la verificación de noticias falsas, algo que debería ser tarea y responsabilidad de los medios de comunicación. De hecho, los que llegan a más gente deberían ser más responsables, pero esto no está sucediendo, ya que están más preocupados en ganar audiencia a través de temas que producen sensacionalismo, como la okupación o la migración.
En Todo el mundo puede ser antifa se habla de esto último, pues uno de los temas favoritos de los fascistas es culpabilizar de la delincuencia o la inseguridad a las personas migrantes, porque saben que eso crea un enemigo fácilmente identificable. Por eso es importante rebatir el falso mito que enfrenta a migrantes legales contra ilegales. También, ir a la raíz de todo y desmontar esas soluciones “sencillas” que ofrece la ultraderecha a los problemas cotidianos. Así, en el capítulo En tu sistema, se explica cómo el fascismo ha incumplido históricamente todas las promesas que le ha hecho a la clase trabajadora, y cómo el capitalismo y el fascismo se retroalimentan, por ejemplo en la cuestión del empleo:
También es esencial el capítulo En tus y sus argumentos, donde se responde a todos esos bulos que intentan hacer falsa equidistancia entre derecha e izquierda. Hay mentiras que han calado muy profundamente en la sociedad y, aunque creamos que ya son imposibles de retirar del imaginario popular, el libro nos recuerda la importancia de conocer bien la verdad y, una vez entendida, hablar con quienes tenemos delante: “La realidad es que prácticamente a todas nos rodean algunas personas que no votan a la ultraderecha pero que tienen los mismos prejuicios y marcos mentales que ella”. Podemos hablar con nuestra familia, amistades o colegas de trabajo. Hasta con personas que nos encontramos por las redes sociales. Porque, lamentablemente, hay gente que aunque lo tenga delante, no ve muestras tan claras como el compadreo de la Policía con auténticos nazis mientras reprimen a manifestantes de izquierdas (capítulo En la Policía y el Ejército) o la derechización de la judicatura española (capítulo En la Justicia).
Así que sí: Todo el mundo puede ser antifascista. Y de todo ese mundo depende, paso a paso, con ayuda de todas las que nos tendemos las manos, ya sea en persona, virtualmente, o entre las páginas de un libro como este, que el fascismo detenga su avance. Nos jugamos todo.
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