El Parlament de Catalunya ha alzado la voz, demandando la inmediata y sin condiciones liberación de los periodistas Pablo González y Julian Assange. Este movimiento, iniciado por la CUP y respaldado por un coro de partidos políticos, no es una mera acción política, sino un clamor por justicia en un paisaje mediático donde la verdad se encuentra demasiado a menudo atrapada tras los barrotes de la conveniencia política.
“SOLO POR HABER EJERCIDO SU PROFESIÓN CON RIGOR”, es la acusación que pesa sobre estas dos figuras del periodismo, que se enfrentan a la privación de su libertad. El Parlament, en su declaración, no se limita a pronunciar palabras vacías, sino que pide, con urgencia, que se honren todas las garantías jurídicas y procesales. ¿No es acaso la libertad de prensa uno de los pilares de una democracia saludable?
ENTRE LA ESPADA Y LA PARED: EL CASO DE PABLO GONZÁLEZ Y JULIAN ASSANGE
Pablo González, confinado en una cárcel polaca desde principios de 2022 por acusaciones de espionaje, permanece en un limbo legal donde las pruebas en su contra parecen tan esquivas como la justicia misma. La falta de fundamentos y contexto en su caso no es más que un reflejo de la fragilidad de la libertad de expresión en Europa.
Por otro lado, Julian Assange, ese nombre que se ha convertido en sinónimo de injusticia, se encuentra en la antesala de una extradición a Estados Unidos, donde podría ser condenado a una sentencia que supera la vida humana. La ironía se palpa en el aire: aquel que expuso verdades incómodas, enfrenta ahora un silencio ensordecedor de la justicia.
“MI ROTUNDA CONDENA”, exclama la declaración del Parlament, una frase que debería resonar en los pasillos de cualquier institución que se jacte de defender la democracia. No se trata solo de Assange o González; es una batalla por cada periodista que ha sufrido censura, autocensura, contratos precarios, despidos, agresiones, acoso o multas por el mero hecho de cumplir con su deber de informar.
La hipocresía de una sociedad que se vanagloria de la libertad, mientras sus guardianes de la verdad son perseguidos, es una realidad que este artículo busca denunciar con vehemencia. “EL PERIODISMO SUFRE UNA PERSECUCIÓN NUNCA VISTA A NIVEL INTERNACIONAL”, es una afirmación tan dura como cierta, y refleja el oscuro panorama que enfrentan aquellos comprometidos con la profesión de informar.
UN LLAMADO A LA ACCIÓN: DEFENDER LA VERDAD
La declaración del Parlament no es solo un documento; es un manifiesto que debería ser adoptado por cada entidad que dice valorar la democracia. Es un llamado a la acción para proteger a quienes se atreven a levantar la pluma y la cámara contra las injusticias.
“UN PERIODISTA ES ASESINADO CADA CUATRO DÍAS”, esta estadística no es solo un número, es una sentencia de muerte para la libertad de expresión y una mancha en el tejido de nuestra sociedad que clama por ser limpiada. En esta era de información instantánea y redes sociales omnipresentes, ¿cómo es posible que los silbidos de las balas sean más rápidos que los clics de compartir?
Las y los jueces, políticos, y ciudadanos tienen la responsabilidad no solo de condenar, sino de actuar. El periodismo no puede ser una profesión de alto riesgo cuando su única arma es la palabra. La presión en la calle y en los medios debe intensificarse, no para incitar a la violencia, sino para exigir la justicia que se merecen aquellos que han sido silenciados.
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