El cierre de los Altos Hornos supuso la pérdida de miles de puestos de trabajo, el fin de la actividad siderúrgica en Sagunto y el inicio de una profunda crisis económica, social y cultural que duró décadas
Hace cuatro décadas, el gobierno socialista de Felipe González decidió acabar con la industria siderúrgica española, y con ella, con el futuro de miles de trabajadores y trabajadoras que dependían de los Altos Hornos del Mediterráneo (AHM) en Sagunto, Valencia. A pesar de que existía un informe de una empresa japonesa que avalaba la viabilidad y la competitividad de la fábrica de Sagunto, el ejecutivo hizo caso omiso y ordenó su cierre en 1983, desencadenando una de las mayores protestas obreras de la historia de España. Un documental de la televisión pública valenciana À Punt, titulado ‘Informe Kawasaki’, recupera la memoria de aquellos hechos y de cómo unos papeles podían haber cambiado el destino de una ciudad.
El informe Kawasaki era el resultado de un estudio encargado por el gobierno español a la Kawasaki Steel Corporation, una empresa auditora independiente, para evaluar la situación de la industria siderúrgica nacional y sus posibilidades de modernización. El informe, que se entregó en 1982, concluía que la fábrica de Sagunto tenía el potencial para ser una siderúrgica integral de última generación, similar a las que se estaban construyendo en Japón y Europa Occidental, y que su cierre supondría un grave daño económico y social para la región.
Sin embargo, el informe Kawasaki nunca se hizo público ni se tuvo en cuenta por el gobierno socialista, que había iniciado un proceso de reconversión industrial que afectaba especialmente a los sectores del acero, el naval y el textil. El objetivo era adaptar la economía española a las exigencias de la Comunidad Económica Europea, a la que España se había incorporado en 1986, y reducir el déficit público y la inflación. Para ello, se optó por el cierre o la privatización de muchas empresas públicas, la reducción de plantillas, la flexibilización laboral y la reconversión de las zonas industriales en áreas de servicios o turísticas.
El caso de Sagunto fue especialmente dramático, ya que los Altos Hornos eran el motor económico de la ciudad y de la comarca del Camp de Morvedre, y daban empleo directo a más de 3.000 personas y indirecto a otras 6.000. La fábrica de Sagunto era una de las más antiguas y emblemáticas de la industria valenciana, y había sido un referente de la producción siderúrgica durante décadas. Además, estaba en pleno proceso de construcción de la llamada IV Planta, una nueva instalación que iba a aumentar la capacidad y la calidad de la producción de acero.
El 4 de febrero de 1983, el Consejo de Ministros anunció el cierre de la IV Planta de Sagunto, lo que implicaba el desmantelamiento de toda la fábrica. La noticia cayó como una bomba entre los trabajadores y trabajadoras y los vecinos y vecinas de Sagunto, que no se resignaron a perder su fuente de vida y su patrimonio industrial. Durante más de un año, se sucedieron las movilizaciones, las huelgas, las manifestaciones, las marchas, las barricadas y los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, en una lucha desesperada por salvar los Altos Hornos. La resistencia obrera de Sagunto se convirtió en un símbolo de la defensa de la industria y de la dignidad de la clase trabajadora.
Pero nada pudo evitar el cierre definitivo de la siderurgia saguntina, que se consumó el 5 de octubre de 1984, tras el fracaso de las negociaciones entre el gobierno, la empresa y los sindicatos. El cierre de los Altos Hornos supuso la pérdida de miles de puestos de trabajo, el fin de la actividad siderúrgica en Sagunto y el inicio de una profunda crisis económica, social y cultural que duró décadas. El informe Kawasaki quedó sepultado en el olvido, como una oportunidad perdida de haber mantenido una industria estratégica para el desarrollo del país.
El documental ‘Informe Kawasaki’, dirigido por el periodista y escritor Vicent Marco, recoge los testimonios de algunos de los protagonistas de aquellos acontecimientos, como trabajadores, sindicalistas, políticos, periodistas, historiadores y ciudadanos, que narran sus vivencias, sus emociones y sus reflexiones sobre lo que supuso el cierre de los Altos Hornos para Sagunto y para toda España. El documental también muestra imágenes de archivo inéditas, documentos oficiales y fragmentos del informe Kawasaki, que revelan la existencia de intereses políticos y económicos que condicionaron la decisión del gobierno socialista de sacrificar la industria siderúrgica.
El documental se puede ver en la web de À Punt y es un homenaje a la memoria histórica de Sagunto y de su gente, que luchó con valentía y orgullo por su futuro. Un futuro que ahora parece renacer con la llegada de la gigafactoría de baterías de Volkswagen, que promete crear miles de empleos y revitalizar la economía de la zona. Pero también es una invitación a reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro de la industria en España, y sobre el papel que debe jugar el Estado en la defensa y el fomento de un sector clave para el progreso y la soberanía de un país.
Related posts
SÍGUENOS
Las horas más bajas de Ursula
Dos bloques opuestos han coincidido en algo: pedir la cabeza de Ursula von der Leyen. Y no es una pataleta: tienen 72 firmas, el mínimo legal para forzar el debate.
Vox y la violencia que nunca quiere ver
El alcalde de Villacastín, detenido por agredir a su mujer en plena romería Otra vez Vox. Otra vez la violencia que su discurso niega mientras se enquista en sus filas. Julio César Sánchez, alcalde del partido ultra en Villacastín (Segovia), fue detenido por la Guardia…
Milei, contra las cuerdas
El peronismo conquista seis de las ocho secciones electorales y abre una grieta en el proyecto de odio del Gobierno nacional.
Vídeo | Queremos más Chikahiros
No hay pancartas masivas ni focos mediáticos. Solo un chef japonés que cada semana se planta ante la embajada de Israel en Tokio y repite lo mismo: “Parad el genodicio”. Una voz sola que vale por miles. Queremos más Chikahiros.
Vídeo | El negocio de matar
Palantir vende tecnología, pero lo que compra el ejército israelí es impunidad: un algoritmo que legitima la masacre. Cada contrato firmado es un misil que despega. Cada sonrisa de Karp es una fosa abierta.