El eterno escritor uruguayo nos dejó un cuento para hacernos reflexionar sobre matarnos entre nosotros
La mirada de Eduardo Galeano siempre fue aguda y su oído siempre atento a la actualidad. De su pluma, siempre inspirada, salieron algunas de las eternas historias que se repiten una y otra vez en nuestros tiempos. Sin embargo, hay algunas líneas, retazos de lo que era capaz de escribir, que situadas en un momento y un lugar concreto, destacan y nos iluminan.
Es el caso de esta historia que nos ocupa, un pequeño cuento que nos hace recapacitar sobre el ser humano y sobre su obsesión con tropezar siempre sobre la misma piedra, una muy grande, la de la muerte y la destrucción intencionada, la de la prepotencia y la vergüenza por la falta de diplomacia y entendimiento. En definitiva, sobre la guerra.

El cuento está extraído del libro “Patas para arriba” del periodista y escritor uruguayo y dice así:
El deseo
El hombre encontró la lámpara de Aladino tirada por ahí. Como era un buen lector, el hombre la reconoció y la frotó El genio apareció, hizo una reverencia, se ofreció:
– Estoy a tu servicio, amo. Pídeme un deseo y será cumplido. Pero ha de ser sólo un deseo.
Como era un buen hijo, el hombre pidió:
– Deseo que resucites a mi madre muerta.
El genio hizo una mueca.
– Lo lamento, amo, pero es un deseo imposible. Pide otro.
Como era un buen tipo, el hombre pidió:
– Deseo que el mundo no siga gastando dinero en matar gente.
El genio tragó saliva:
– Este… ¿Cómo dijo que se llamaba su mamá?
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