«Su objetivo es ganar dinero con sus mentiras, monetizando sus vídeos, logrando donaciones de sus seguidores o la financiación de vete tú a saber qué lobbies»
Rubén Sánchez | En ocasiones veo fraudes
Si tienes millones de seguidores en tus redes sociales y vives de hacer publicidad encubierta de marcas de ropa, cosmética o videojuegos, estaría bien que siguieses dedicándote a lo que sabes hacer en lugar de desinformar sobre una tragedia. Antes o después te acabarán multando por ocultar que muchas de las cosas que cuentas son en realidad anuncios pagados por las marcas, pero mientras tanto, por favor, no agraves la situación. No ayudes a aumentar el caos. No contribuyas a difundir el mensaje de que todos los políticos son iguales y ninguno está haciendo nada por ayudar a las víctimas. Y, sobre todo, no intentes hacer tú el trabajo de los periodistas contando cosas que alguien te ha contado a ti o que has leído por algún sitio, porque lo único que vas a hacer es difundir bulos. Bulos muy peligrosos. Bulos que pueden destrozar aún más psicológicamente a personas que lo están pasando extraordinariamente mal.
Porque no, no había más de un millar de cadáveres en un centro comercial de Aldaia. No, no había más de 700 tiques de conductores que no habían salido del parking porque ese parking es gratuito y no tiene tiques. No, nadie había visto cómo sacaban muertos de allí. No, los coches fúnebres de la foto compartida un millón de veces no estaban en Aldaia, sino por los juzgados de Valencia. No, no había aparecido ningún bebé solo en un coche en Catarroja, era una imagen falsa generada con inteligencia artificial. No, tampoco aparecieron 16 personas vivas en un sótano de Chiva. Y tampoco estaban muertas porque no había nadie en ese sótano.
Puede que muchos de los influencers que han contribuido a viralizar los bulos relacionados con la DANA lo hayan hecho sin mala fe, sin ser conscientes de que difundían mentiras y de los efectos que iban a tener a nivel político y humano.
Los que sí saben perfectamente de qué va el juego son los pseudoperiodistas de extrema derecha. Esos que han convertido las zonas más devastadas por este fenómeno meteorológico en un parque temático donde hacerse fotos y grabar vídeos para contar en exclusiva, siempre en exclusiva y con muchas mayúsculas, todas las mentiras que ha logrado generar su podrida imaginación o que alguien les ha contado y han decidido difundirlas sin contrastar. Mientras tanta gente sufre, ellos están de fiesta, disfrutando del carnaval de las mentiras.
Porque esta gentuza no son periodistas. Son mercenarios de la desinformación. El sindicato del bulo. Y su objetivo es ganar dinero con sus mentiras, monetizando sus vídeos, logrando donaciones de sus seguidores o la financiación de vete tú a saber qué lobbies. Financiación que muchas veces sale de nuestro bolsillo, del dinero público que gobiernos del PP y Vox destinan a quienes se dedican a lanzar noticias falsas para atacar a sus rivales políticos.
Y junto a los periodistas fake, los ultras de Vox, el señor de las ardillas y sus adláteres, esos mentirosos compulsivos carentes de cualquier escrúpulo a la hora de difundir toda ficción que les sirva para seguir ganando dinero y desestabilizar al Gobierno. O más bien, para desestabilizar nuestra democracia. A ellos les vale todo. Y por mucho que finjan, les importan bien poco el sufrimiento de miles de familias y la memoria de los más de 200 muertos que se ha llevado esta tragedia.
Soy Rubén Sánchez y en ocasiones veo fraudes.
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Editorial del episodio 55 del pódcast En Ocasiones Veo Fraudes
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Solamente una objeción y un matiz.
La objeción en este caso se centra en el título de este artículo. Según mi opinión con este enunciado «El carnaval de las mentiras», dado el contenido que a continuación se expone, considero que es ofensivo para el «Carnaval». Creo que don Julio Caro Baroja, por ejemplo, ilustre autor de la magistral obra titulada «El Carnaval», tampoco aprobaría la utilización de dicho término, cuyo uso en este encabezamiento bien merece un acto de desagravio.
En su lugar, yo propongo el empleo de la palabra «Seriedad», dada la carga de «Hipocresía», de «Sofisticación», de «Apariencia de verdad», de «Solemnidad», de «Prepotencia»… que encierra en su trastienda. Por tanto, yo lo titularía: «LA SERIEDAD DE LAS MENTIRAS»
Puedes hacer una segunda parte de este artículo con una foto de Abalos, Koldo, Errejon y Pedro Sanchez, el mismo texto y te quedaría igual de acertada.
Os estais caducando
UTHB. El socorrido «todos son iguales» es el recurso de quien se avergüenza de lo que defiende. Esparcir tu mierda a todos los demás para aliviar tu sentimiento de culpa y no sentirte tan miserable.