La historia pesa, y las lecciones aprendidas no se olvidan
Las calles de Alemania han hablado. Múnich ha sido el epicentro de una movilización sin precedentes contra el ascenso de la extrema derecha y la complicidad de los sectores conservadores. Más de 250.000 personas han salido a manifestarse en una de las mayores concentraciones políticas de los últimos años, un grito de alarma frente a la estrategia de Friedrich Merz, líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU), de aceptar los votos de Alternativa para Alemania (AfD) para restringir la entrada de inmigrantes.
Este gesto ha roto un tabú en la política alemana. Por primera vez en la historia reciente del país, la derecha tradicional se apoya en el partido ultraderechista para imponer sus medidas. La indignación ha sido inmediata, desatando protestas en Hannover, Bremen, Renania-Palatinado, Hesse y Renania del Norte-Westfalia, donde decenas de miles de personas han dejado claro que no permitirán que Alemania repita los errores de su pasado.
La manifestación de Múnich, convocada bajo el lema «La democracia te necesita», desbordó todas las previsiones. Se esperaban 75.000 personas, pero la cifra triplicó las expectativas. Desde la Theresienwiese, escenario de las protestas, los organizadores dejaron claro su mensaje: la ultraderecha es una amenaza para la democracia y no habrá lugar para la indiferencia.
CUANDO EL CORDÓN SANITARIO SE ROMPE, LA CALLE RESPONDE
El miedo y la rabia han prendido la mecha de un movimiento ciudadano que no está dispuesto a normalizar la extrema derecha. «El odio, la exclusión y los grupos de extrema derecha se están convirtiendo en una amenaza para nuestra democracia», advirtieron desde la plataforma Múnich es diverso, organizadora de la protesta.
Desde el escenario, activistas y figuras públicas clamaron por la defensa de la convivencia y los derechos humanos. «Cuando la democracia está bajo ataque, la democracia nos necesita a todas y todos», proclamó Micky Wenngatz, presidenta de la plataforma. No hubo eufemismos: la movilización es un llamamiento directo a la ciudadanía para impedir que el racismo y la xenofobia se consoliden en las instituciones.
Los carteles que se levantaron en la manifestación no dejaban margen a la interpretación: «El fascismo no se combate con deportaciones», «El racismo y el odio no son una alternativa», «Prohibir ahora a AfD». La energía en la plaza se palpaba en cada consigna coreada por la multitud. Robert Misik, periodista especializado en la extrema derecha, viajó desde Viena para advertir de la amenaza que supone la normalización de estos discursos: el avance del FPÖ en Austria y su posible coalición con los conservadores del ÖVP es un espejo en el que Alemania no quiere verse reflejada.
Maren Mitterer, activista de Fridays for Future, subió al escenario para recordar que la lucha contra la extrema derecha no es solo una cuestión política, sino generacional. «No es Friedrich Merz quien decide si cae el cortafuegos, lo decidimos nosotros», sentenció, dejando claro que la resistencia no va a diluirse con el tiempo.
Mientras tanto, el ministro de Defensa, Boris Pistorius, participó en la protesta en Hannover, denunciando lo sucedido como una «ruptura de tabú». El mensaje institucional es claro: la CDU ha cruzado una línea que nunca debió pisar.
LA EXTREMA DERECHA NO CEDE, PERO LA SOCIEDAD TAMPOCO
Las encuestas no reflejan cambios sustanciales a pesar de las protestas. La CDU/CSU sigue en cabeza con un 30% de intención de voto, seguida de un SPD estancado en el 15% y de Los Verdes con un 15%. AfD, a pesar del rechazo ciudadano, se mantiene en el 20%.
El sondeo de ZDF revela que el 50% de la población considera «bastante malo» para la democracia el apoyo de la CDU a AfD, aunque un 24% lo justifica. Este es el escenario que enfrenta Alemania a dos semanas de las elecciones generales: la extrema derecha consolidada como tercera fuerza, el conservadurismo renunciando a sus propios principios y una ciudadanía que, lejos de resignarse, ha decidido plantar cara.
Si alguien pensaba que la sociedad alemana iba a permitir la normalización del odio, la respuesta de este fin de semana ha dejado claro lo contrario. La historia pesa, y las lecciones aprendidas no se olvidan.
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No hay pancartas masivas ni focos mediáticos. Solo un chef japonés que cada semana se planta ante la embajada de Israel en Tokio y repite lo mismo: “Parad el genodicio”. Una voz sola que vale por miles. Queremos más Chikahiros.
No se debe olvidar lo que trae el nasizmo…el pueblo alemán es el que más lo sabe…pero se ve que el ser humano le gusta trpiezar con la misma piedra¡Suerte Alemania para que sto no suceda!❤️
El mundo entero está perdiendo la memoria ! Tanta sangre derramada ,para hoy volver a perder los derechos adquiridos ?? ?No se dejen engañar!