Señor González,
usted vuelve a hablar y cada vez que lo hace no se retrata la izquierda, sino la caricatura que lleva décadas interpretando. Su frase -“Si Hamás no quiere que maten a niños y mujeres, ¿por qué no suelta a los rehenes israelíes?”- no es una reflexión, sino un alineamiento obsceno con la lógica del verdugo. Culpar a las víctimas por ser asesinadas es exactamente lo que hace Israel para justificar el genocidio en Gaza. Usted, que se vistió con chaqueta de pana para engañar a todo un pueblo, ahora se pone la chaqueta de plomo del cinismo.
No sorprende. Alguien que justifica la masacre de miles de niños palestinos nunca fue de izquierdas. Usted fue siempre el hombre de confianza del poder económico, el rostro amable de una transición amañada que disfrazó de democracia un pacto con la impunidad franquista. Mientras hablaba de socialismo, blindaba a la oligarquía; mientras prometía reformas, montaba las primeras autopistas de las puertas giratorias. Hoy, con el culo cuadrado de ponerlo en consejos de administración, sigue representando lo mismo: la traición como carrera política.
Su deriva no empezó ahora. Empezó cuando decidió que la OTAN no era “de entrada, no”, sino de entrada sí. Empezó cuando autorizó los GAL, cuando puso a mercenarios a secuestrar y asesinar en nombre de la “razón de Estado”. Empezó cuando convirtió a España en un satélite obediente de Estados Unidos y a usted mismo en un interlocutor privilegiado de las élites. Empezó con las privatizaciones de lo público. Lo que vemos hoy no es una sorpresa, no: es la coherencia de quien nunca creyó en otra cosa que no fuera el poder por el poder.
Habla ante el público con la convicción de que todavía le vemos vestido de pana, pero ya solo se le ve la seda de los consejos de administración y el cuero gastado de los sillones donde lleva décadas apoltronado. La izquierda para usted fue siempre un teatro: primero un disfraz, después un recuerdo incómodo y hoy un chiste cruel.
¿De verdad se atreve a justificar la muerte de miles de mujeres y niños diciendo que todo sería distinto si Hamás entregara rehenes? ¿De verdad cree que un millón y medio de personas desplazadas, hospitales arrasados, escuelas bombardeadas y cadáveres de bebés bajo los escombros son una consecuencia inevitable de la resistencia palestina? No, señor González. Eso se llama genocidio. Y cuando usted culpa a las víctimas, se coloca en el mismo bando que Netanyahu, Ben Gvir y todos los arquitectos de la masacre.
En la transición representó la ilusión de cambio. Hoy representa lo contrario: la prueba de que aquel cambio fue solo un decorado, una obra escrita por los de siempre para que nada importante cambiara. Usted nunca abandonó el escenario, pero ya ni disimula: se ha convertido en el personaje secundario que repite frases de guion ajeno, justificando lo injustificable para que el poder siga intacto.
Señor González, lo suyo ya no es una deriva. Es un epitafio. Y no de la izquierda, sino del fraude que usted encarnó: el socialismo convertido en traición, la pana convertida en farsa y la historia convertida en negocio.
La historia no lo recordará como un hombre de Estado, sino como lo que fue: el gran embustero de la transición, el gran socialista que terminó defendiendo la masacre de Palestina en nombre del poder.
Atentamente,
Javier F. Ferrero, Spanish Revolution
Carta abierta a Felipe González: de la chaqueta de pana a justificar un genocidio
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