Aspace denuncia que el Sistema Nacional de Salud deniega sillas de ruedas eléctricas a personas con parálisis cerebral y grandes necesidades de apoyo
Carmen Verdeal, una madre de la provincia de Pontevedra, lleva 39 años empujando una silla de ruedas manual. Su hijo, Diego, tiene 39 años y padece parálisis cerebral. Diego necesita apoyo las 24 horas del día, los 7 días de la semana y no puede mover las manos ni los pies. La madre de Diego, Carmen, ha solicitado en varias ocasiones una silla de ruedas eléctrica, pero hasta ahora sus solicitudes han sido denegadas.
Aspace, una organización española que trabaja en la atención a personas con parálisis cerebral, denuncia que el Sistema Nacional de Salud niega sillas de ruedas eléctricas a personas con grandes necesidades de apoyo. En concreto, la exigencia del manejo autónomo de la silla por parte del usuario choca con la realidad del 80% de las personas con parálisis cerebral, que necesitan apoyo para el manejo de la silla.
La confederación pide que se modifique el catálogo común de prestación ortoprotésica del Sistema Nacional de Salud para que quede así: «Suficiente capacidad visual, mental y de control que les permita el manejo de sillas de ruedas eléctricas por sí mismas o con el apoyo de otra persona y ello no suponga un riesgo añadido para su integridad y la de otras personas». Lo que marca la diferencia es que se reconozca el apoyo de otra persona, un apoyo que necesitan sí o sí.
La madre de Diego, Carmen, ha solicitado una silla eléctrica en varias ocasiones, pero le han negado la ayuda porque su hijo no cumple con los requisitos de manejar la silla él mismo. Carmen cree que esto es una injusticia porque ella y su esposo son las manos y los pies de Diego y siempre lo han sido. Además, la madre de Diego tiene problemas de salud y dolores debido a que tiene que empujar la silla de ruedas manual durante todo el día y coger a su hijo.
Aspace estima que el precio de una silla eléctrica alcanza los seis mil euros más las posteriores reparaciones cuando sea necesario. Carmen y su esposo no pueden permitirse una silla eléctrica porque tienen que hacerla a medida según las necesidades específicas de Diego, que no puede mantener la cabeza por sí mismo.
Aspace ha lanzado una campaña para cambiar la legislación y poder acceder a las sillas eléctricas. La campaña se llama «La rampa más llana del mundo» y ha recogido firmas para apoyar la causa: recogida de firmas.
Related posts
El protocolo Sheeran: cómo sobrevivir al colapso sin un puto móvil
La renuncia de Ed Sheeran al teléfono no es excentricidad: es resistencia frente a una sociedad que confunde productividad con existencia.
Una camiseta que decía ‘Palestine’ y un Parlamento que no tolera la disidencia
Cansın Köktürk fue expulsada del Bundestag por llevar una camiseta, pero el problema no era la ropa: era Palestina.
El exterminio ya no es tabú: casi la mitad de la población judía israelí apoya matar a todos los palestinos de Gaza
Una encuesta revela el colapso ético de una sociedad que ha normalizado el genocidio como política de Estado
Maternidad o barbarie
La libertad de no ser madre no debería escandalizar a nadie en 2025. Y sin embargo…
Vídeo | Hasbara: blanqueando el genocidio
Mientras bombardea Gaza, el Estado israelí despliega una campaña global de imagen financiada con dinero público, desde los escenarios hasta los algoritmos