Borja Sémper, el que una vez se vendió como una vía moderada dentro del Partido Popular, ha dado un giro de ciento ochenta grados hacia posturas que se alinean peligrosamente con el extremismo político. Este cambio no es solo una transformación personal sino también un reflejo de un fenómeno más preocupante dentro de su partido, que parece haber perdido cualquier vestigio de la moderación que alguna vez proclamó.
DEBACLE DE LA MODERACIÓN
La metamorfosis de Sémper es emblemática de una estrategia más amplia del Partido Popular bajo la dirección de Alberto Núñez Feijóo, que prioriza la polarización y el enfrentamiento por sobre el debate constructivo y el consenso político. La adopción de tácticas propias de la ultraderecha, desde alianzas con Vox hasta la promoción de políticas xenófobas y la negación de violencias históricas, marca una era de regresión política en España.
La reescritura de las leyes de memoria histórica y la caricaturización de adversarios políticos como terroristas son solo la punta del iceberg. Sémper ha optado por encabezar este discurso tóxico, demostrando que su compromiso con las tácticas divisivas supera cualquier respeto anterior por el diálogo y la cohesión social. Esta es una estrategia que busca movilizar el miedo y el resentimiento en lugar de buscar soluciones a los problemas reales de la ciudadanía.
CRISPACIÓN COMO ESTRATEGIA POLÍTICA
El cambio de Sémper, de un defensor de la política respetuosa a un instrumento de la agitación, es un síntoma alarmante de un mal mayor: el abrazo del populismo reaccionario por parte del Partido Popular. En lugar de liderar con el ejemplo de integridad y moderación, Sémper y su partido ahora fomentan un clima de confrontación permanente que socava las bases de la democracia pluralista.
Las recientes declaraciones de Sémper, que sin fundamento acusan a opositores de apoyar el terrorismo o que directamente asocian la inmigración con la criminalidad, no son solo irresponsables, sino que son profundamente peligrosas. Estas afirmaciones, sin evidencia y cargadas de prejuicio, intensifican las divisiones y alimentan una atmósfera de hostilidad que puede tener consecuencias reales y violentas.
Las alianzas políticas con Vox y la defensa de políticas represivas son indicativas de un deseo de sacar ventaja política a expensas de los derechos y libertades fundamentales. La defensa de Sémper de estos pactos, y su liderazgo en la promoción de un discurso radical, no solo es una traición a sus principios previos, sino una señal de alerta para todos los sectores de la sociedad que valoran la democracia y el respeto mutuo.
La transformación de Sémper de un político que valoraba la moderación y el respeto a un propagandista de la crispación es una denuncia viva del deterioro de la política española. Para las y los ciudadanos que anhelan una política de integridad, el caso de Sémper es un recordatorio sombrío de hasta dónde puede caer un líder en su búsqueda de poder.
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