Su pareja dice que no autorizó negociar con la Fiscalía, su abogado dice que sí. La chapuza judicial más surrealista desde Camps.
QUERER GANARLO TODO ACABA EN PERDER LA VERGÜENZA
La gran tragedia del ayusismo no es la corrupción, sino la torpeza. En un país que ha sobrevivido a Gürtel, a Púnica, a los sobres en B y a los másters sin asistir, lo que está acabando de hundir el relato de Isabel Díaz Ayuso no es que su pareja sea un defraudador fiscal, sino que lo sea con papel notarial, correo electrónico y abogado que lo confirma por escrito.
Este lunes, el abogado de Alberto González Amador, pareja de la presidenta madrileña, confesó ante el Supremo que fue él quien, por encargo directo del empresario, envió el escrito a la Fiscalía para reconocer los delitos y pactar una pena reducida. Una confesión de libro. Una de esas que en cualquier serie de abogados se corta con zoom dramático y música tensa. Pero esto no es Netflix. Esto es España. Y aquí la música la pone Telemadrid.
Ayuso lleva meses asegurando que todo era “una persecución”, que su novio no había pactado nada, que todo era una estrategia de Pedro Sánchez para ensuciarla. Hasta que apareció el abogado. Y dijo: “Perdona, pero el que me pidió que lo arreglara todo fue él”. Y claro, aquí ya no hay filtraciones, ni cloacas, ni oscuros poderes del socialcomunismo. Hay una cosa mucho más grave para el PP: una verdad documentada.
El nivel de surrealismo ha alcanzado tal altura que ni siquiera el caso de Francisco Camps —con su desfile de trajes y de contradicciones— resulta ya insuperable. La diferencia es que Camps iba de mártir. Ayuso va de sobrada. Pero hasta para sobrar hay que tener guion.
EL DÍA QUE EL ABOGADO DESMONTÓ AL NÚCLEO DURO DEL AYUSISMO
Carlos Neira, abogado de González Amador, no solo ha dejado claro que su cliente sí confesó los delitos y sí quiso pactar con la Fiscalía, sino que ha entregado como prueba un correo enviado el 5 de marzo de 2024 a un abogado del Estado y a una fiscal. En él, ofrecía una conformidad por los dos delitos fiscales imputados, con propuesta económica incluida. Para que luego digan que los comisionistas no son prácticos.
¿Qué ha hecho Ayuso tras conocerse esta revelación? Nada. Silencio. Ausencia. Quizás porque no ha encontrado aún una excusa con la suficiente fantasía como para sostenerla. O tal vez porque ya no controla el fuego cruzado dentro de su propia defensa.
González Amador, por su parte, ha tratado de desdecir a su abogado, asegurando que jamás le autorizó a nada. Es decir, o el abogado ha perdido el juicio y ha actuado por su cuenta, comprometiendo la libertad de su cliente porque le apetecía, o el empresario miente para salvar la cara de su pareja, que a su vez intenta salvar la suya ante la opinión pública. Un círculo vicioso de mentiras que solo se sostiene si aceptamos que toda la estrategia jurídica del entorno Ayuso está basada en improvisación, arrogancia y una total falta de coordinación.
Es difícil mentir bien. Pero es imposible mentir en equipo cuando cada miembro juega su propia partida. Aquí no hay pacto de silencio, hay pacto de despropósito.
NO ES SOLO CORRUPCIÓN: ES INCOMPETENCIA
El problema no es solo que el novio de Ayuso haya defraudado a Hacienda más de 350.000 euros a través de facturas falsas. Ni siquiera que todo esto ocurriera en plena pandemia, mientras morían miles de personas y el negocio de la pareja florecía a golpe de contratos sanitarios. El problema es que, una vez más, el poder cree que puede burlarse de la verdad con la misma impunidad con la que se burla de la ley.
Ayuso ha hecho del cinismo su bandera, pero en este caso no ha calculado el coste de que su pareja tenga un abogado que, a diferencia de ella, no vive en el multiverso del bulo constante. Lo que para el PP de Madrid es una campaña orquestada, para la Fiscalía es un caso probado. Y mientras tanto, la ciudadanía asiste, una vez más, al espectáculo del “yo no fui” convertido en drama institucional.
La derecha española lleva décadas cultivando una imagen de eficiencia, rigor y gestión. Pero basta con rascar un poco para que, como en este caso, lo que aparece sea un lodazal de intereses personales, contradicciones jurídicas y un desprecio absoluto por la inteligencia ajena.
No hay relato que sostenga esta chapuza. No hay abogado que lo tape. No hay Telemadrid que lo blanquee. Y lo peor: no hay presidente autonómico que sepa cómo salir del embrollo sin que cada paso la hunda más.
En esta tragicomedia madrileña, la única verdad sólida es que Ayuso ya no sabe ni mentir en equipo.
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A ver cuándo empieze a salpicar la mierda de las residencias.
El pijo Mur se cagara encima cuando vea acercarse la cárcel??
Lo que va a durar este tipejo en un patio de cárcel, pa verlo.
Son marionetas varias ,todas al servicio de lo mismo, poder y corrupción,es decir capitalismo.
Salud y anarkia