«Aunque quieras pintarte como el protagonista trágico de una obra épica, recuerda que el deporte y el feminismo en este país es más grande que cualquier individuo y, por supuesto, mucho más grande que tú»
Ahí lo tienen: Luis Rubiales intentando pintar su caída como un plan orquestado por sombras en las altas esferas del deporte. Pero la verdad, la cruda y simple verdad, es que las acciones de Rubiales son claras y evidentes. Es un movimiento puro de aquellos que, incapaces de reconocer sus errores, buscan a otros para cargar con su culpabilidad. Es mucho más fácil echarle la culpa a entidades intangibles y misteriosas que enfrentarse a la realidad de sus propias acciones y decisiones.
¿Pretendía Rubiales que viéramos sus palabras como las de un mártir moderno? ¿Un hombre aplastado por «poderes» más grandes que él? Desmontemos esa narrativa. No hay enemigos oscuros que lo hayan forzado a actuar impulsivamente. No hay entidades abstractas que lo hayan empujado a deshonrar a una atleta y, por extensión, a todo el deporte español. Su excusa es la cortina de humo que intenta ocultar la falta de integridad y la carencia de juicio. #SeAcabó la era de las excusas vacías y de los liderazgos sin sustancia. La cancha está clara, y es hora de jugar limpio.
Pero, antes de que cierre este telón de la decadencia de un ego enorme, permitámonos desmenuzar aún más este último acto de la tragicomedia que ha sido Rubiales en su liderazgo. Llámenme escéptico, pero las lágrimas de cocodrilo derramadas en su comunicado no conmueven ni al más ingenuo de los espectadores o espectadoras. Las pinceladas de autocompasión y el discurso del mártir sobrepasado por «circunstancias ajenas» parecen salidas de un guion rechazado por su falta de originalidad.
Rubiales habla de terceras personas afectadas, como si fuera un noble caballero caído en desgracia. Sin embargo, su autoproclamado martirio se tambalea ante el testimonio de Jennifer Hermoso. ¿Qué hay de ella, Luis? ¿Qué hay de su dignidad, de su bienestar, de su integridad? Los «poderes fácticos» no mancharon su honor; fue una elección individual, un acto impulsivo que revela más sobre el carácter de un hombre que cualquier discurso ensayado ante las cámaras.
Hablemos de legado. Mientras Rubiales recoge sus cosas y se dirige a la puerta, nos deja con una federación con cicatrices y con una imagen que requerirá mucho trabajo para ser restaurada. Aunque pueda parecer que somos crueles al desnudar las fallas de este ‘líder’, seamos claros: este no es un ataque gratuito. Es un llamado de atención a las y los líderes actuales y futuros del deporte. No basta con ser carismático, con saber hablar frente a las cámaras o con moverse entre pasillos de poder. El liderazgo requiere integridad, humildad y, sobre todo, respeto.
Los ecos de sus acciones resonarán durante años. Las y los amantes del fútbol recordarán este capítulo oscuro, no por la renuncia melodramática de un presidente, sino por el coraje de una mujer que, enfrentándose a una máquina gigante, hizo temblar sus cimientos.
#SeAcabó, Luis. Y aunque quieras pintarte como el protagonista trágico de una obra épica, recuerda que el deporte y el feminismo en este país es más grande que cualquier individuo y, por supuesto, mucho más grande que tú. El pueblo ha hablado.
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