Román Cuesta, de Diario Red, fue rociado con spray y golpeado frente a su casa por tres ultras. El fascismo patrulla las calles mientras el Estado calla.
DEL INSULTO DIGITAL AL PUÑO EN LA CALLE
La madrugada del 28 de agosto de 2025, tres individuos atacaron al periodista Román Cuesta en la puerta de su domicilio. Lo rodearon, lo insultaron, lo rociaron con un spray y lo golpearon mientras gritaban “acosador de mierda” y “dale, dale”. No es un acto aislado ni un asalto fortuito. Es violencia política pura y dura contra un periodista que ha dedicado su trabajo a investigar y desenmascarar a los acosadores digitales de ultraderecha.
El fascismo ha dado un salto cualitativo: del trol cobarde al matón encapuchado. Quieren mandar un mensaje a toda la prensa de izquierdas: quien investigue sus redes de odio puede acabar apaleado frente a su propia casa.
El director de Canal Red, Pablo Iglesias, lo denunció con claridad: “Román lleva tiempo haciendo periodismo para desenmascarar a esta gentuza. Espero que sean detenidos de inmediato. Basta de violencia ultra contra el periodismo de izquierdas”. Pero no basta con esperar detenciones. La cuestión es si las instituciones van a seguir tolerando que comandos fascistas actúen con total impunidad en nuestras calles.
3 escuadristas de ultraderecha han agredido a nuestro periodista @wiesenthal1632 frente a su domicilio. Román lleva tiempo haciendo periodismo para desenmascarar a esta gentuza. Espero que sean detenidos de inmediato. Basta de violencia ultra contra el periodismo de izquierdas pic.twitter.com/NjkC0TnU09
— Pablo Iglesias 🔻{R} (@PabloIglesias) August 27, 2025
EL TERROR ULTRA COMO MÉTODO
No hablamos de tres delincuentes borrachos. Hablamos de una estrategia organizada de la extrema derecha, que empieza señalando en redes, continúa hostigando con campañas de difamación y termina con palizas a periodistas, activistas y disidentes. Su objetivo es claro: disciplinar con miedo, imponer silencio a golpe de spray y puño.
España conoce este guion. De las juventudes falangistas a los neonazis de los 90, siempre hubo violencia ultra protegida por la pasividad policial y judicial. Hoy el guion se reescribe con hashtags, bulos y escuadras callejeras. El fascismo siempre sigue el mismo ciclo: primero ridiculiza, después amenaza, finalmente golpea.
Cada agresión impune es una invitación a la siguiente. La responsabilidad es también de quienes blanquean a la extrema derecha en los parlamentos, de los jueces que archivan denuncias y de los medios que la tratan como una opción democrática más. No es política, es crimen organizado contra los derechos humanos.
Lo que ocurrió con Román Cuesta no es un caso aislado. Es un aviso mafioso. Golpear a un periodista es intentar golpear la libertad de todas y todos.
El fascismo no debate. Golpea. Y si no se le frena, seguirá golpeando.
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