08 Ago 2025

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El espejismo roto de Milei: el peso argentino se hunde y la culpa siempre es de otros
DESTACADA, INTERNACIONAL

El espejismo roto de Milei: el peso argentino se hunde y la culpa siempre es de otros 

Análisis de Eduardo Garzón en Econocrítica, su programa semanal que se emite en su canal de Youtube y en el canal de Twitch de Spanish Revolution.

EL PESO SE DESANGRA Y LA REALIDAD LO DESMIENTE

En apenas un mes, el peso argentino se ha depreciado más de un 14%, alcanzando casi los 10.000 pesos por dólar, muy lejos de la promesa de Javier Milei de llevar el tipo de cambio a los 600 o 700 pesos. La “revolución libertaria” se desploma a la velocidad de un piano cayendo al vacío, pero sin redención ni autocrítica. Durante meses, Milei vendió la ilusión de una moneda fuerte, mientras quemaba dólares prestados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para maquillar la inflación antes de las elecciones. Pan para hoy, hambre para mañana.

La explicación de esta caída no es ningún misterio para quienes conocen la estructura económica del país. El peso siempre tiende a apreciarse en el primer semestre por la entrada de dólares del sector agrícola, y se devalúa en el segundo cuando esa cosecha se agota. Esto sucede con o sin cepo, bajo gobiernos kirchneristas o macristas. Milei lo sabía, pero eligió jugar con fuego: redujo retenciones al agro para forzar una liquidación anticipada de divisas, inflando artificialmente las reservas del Banco Central. Ahora, esa maniobra le estalla en la cara y culpa a todos menos a sí mismo.

El propio Banco Central interviene a diario en el mercado de futuros, imprimiendo pesos y apostando cantidades astronómicas para intentar contener la sangría cambiaria. Dinero público para salvar un relato. Mientras hospitales y universidades se desangran, las arcas del Estado se vacían en favor de bancos, aseguradoras y fondos especulativos. Un “gobierno liberal” que interviene más que nunca para sostener una ficción electoralista.

LA CONSPIRANOIA COMO ESCUDO POLÍTICO

Lejos de asumir errores, Milei lanza dardos a todo el que se cruce. La presidenta del Congreso, Victoria Villarruel, es señalada como instigadora de la corrida cambiaria por permitir una sesión parlamentaria que molestó al presidente. Los bancos son acusados de “traidores” por comprar dólares baratos y revenderlos caros, algo que cualquiera con sentido común habría hecho ante una devaluación cantada. Incluso el premio Nobel Joseph Stiglitz entra en la lista negra de Milei, acusado de formar parte de un plan internacional para hundir su moneda.

El FMI tampoco sale mal parado de esta historia, pero no por críticas del presidente, sino por su complicidad. Lejos de exigirle reservas mínimas o disciplina financiera, el organismo le perdona incumplimientos y le da aire hasta las elecciones de septiembre y octubre. Una ayuda política disfrazada de asistencia técnica, con un único objetivo: mantener en el poder a un aliado del capital financiero internacional.

La inflación, aunque contenida por ahora, volverá a morder. Empresas como Mondeléz, Unilever o Danone ya han anunciado subidas de entre el 3% y el 9% en sus productos. El riesgo país crece. Las reservas son negativas. El endeudamiento alcanza niveles históricos. Y lo peor está por venir cuando el FMI exija el pago de una fiesta sostenida con dólares ajenos y políticas de tierra arrasada.

Milei prometió dinamitar el Banco Central y liberar la economía, pero lo único que ha dinamitado es la confianza en su propio proyecto. Los argentinos siguen atrapados en una olla a presión: sin dólares propios, sin planificación a largo plazo y con un gobierno que prefiere buscar conspiraciones antes que soluciones.

El peso no cayó como un piano. El peso argentino lo arrojaron al vacío y Milei se ha quedado mirando hacia otro lado, culpando al viento.

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