El Real Madrid fracasa como multinacional del ocio y rescata beneficios con urbanismo a medida
UNA OPERACIÓN INMOBILIARIA QUE HUELE A SIGLO XX
Cuando el negocio del balón no da para tanto, siempre queda el urbanismo. El Madrid Innovation District no es una apuesta por el conocimiento, ni por la tecnología, ni por el bien común. Es una nueva recalificación exprés para salvar las cuentas de un club que hace mucho dejó de ser solo un equipo de fútbol y se convirtió en una corporación inmobiliaria con camisetas blancas. Y ahí está Almeida, de nuevo, dispuesto a ceder suelo y normas urbanísticas al mejor postor: el de siempre.
El paralelismo con la operación de La Castellana de principios de siglo no es casual. El Real Madrid vendió por 501 millones unos terrenos que el franquismo le regaló, construyó cuatro rascacielos y arrancó su era galáctica. Hoy, con los macroconciertos judicializados, los parkings paralizados y el nuevo Bernabéu convertido en una sala de espera sin artistas ni ingresos, Florentino busca repetir la jugada. Porque cuando los negocios no salen, se recalifica.
La parcela de Valdebebas suma 85 hectáreas de suelo reservado a uso deportivo, pero no para mucho tiempo. El Ayuntamiento ya prepara su transformación en suelo terciario, es decir: oficinas, centros comerciales, ocio y todo lo que deje rentabilidad. No se ha informado públicamente del proceso. La presentación fue a puerta cerrada. No hubo periodistas. Solo hubo aplausos. Porque el poder no se explica, se impone.
Y esta vez, además, viene envuelto en propaganda futurista: tranvías blancos con escudo del Real Madrid, jardines limpios de miseria urbana y promesas de innovación con financiación internacional. Dicen que hace falta una inversión de 8.500 millones de euros, aunque nadie ha explicado de dónde vendrán ni qué condiciones implica.
No es una innovación, es una huida hacia adelante.
DEL ESTADIO INUTILIZABLE AL SUELO COMO PLAN B
El Bernabéu no suena. Literalmente. Los vecinos han ganado en los juzgados lo que el Ayuntamiento no quiso escuchar: los conciertos vulneran la normativa de ruido. Taylor Swift fue la última que lo llenó. Desde entonces, silencio. Y cuando hay silencio en el negocio, se mueve el suelo. Porque ese estadio reformado con más de 1.100 millones en créditos necesita ingresos urgentes.
La operación inicial, vendida como una alianza con Sixth Street y Legends por 360 millones, incluía macroeventos cada seis días. Pero todo se fue al traste: la reforma acústica no funciona, las denuncias avanzan y el riesgo penal para los directivos es real. El Metropolitano, estadio del Atlético, se ha llevado los conciertos. El Bernabéu es ahora un coloso de cristal sin sonido. Un mausoleo para selfies.
Tampoco han funcionado los parkings subterráneos, con 2.000 plazas y 470 millones de facturación proyectada. Concesión a dedo, licitación con un solo participante (el propio Madrid), 40 años de explotación y otros 20.000 metros cuadrados de espacio público cedido. Dos asociaciones vecinales lo pararon en los tribunales. Las obras se detuvieron. El negocio se hundió.
Y cuando el plan A fracasa, aparece el plan B: recalificar suelo, lanzar vídeos idílicos, simular innovación y convertir los terrenos ociosos en rentabilidad asegurada con complicidad institucional. Porque el PP gobierna con mayoría absoluta en Ayuntamiento y Comunidad. No hay oposición efectiva. No hay límites. Solo trámites.
La ciudad se vende a quien ya lo tiene todo.
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