Abascal, líder de la ultraderecha, apareció en Ceuta rodeado de una maraña de micrófonos que son su mejor altavoz.
Recientemente Pablo Iglesias abandonaba el plató de la radio después de ser increpado por Rocío Monasterio. Tras ello, los grandes grupos mediáticos, con Àngels Barceló en primera plana, que se cuestionaba sobre el auge de la extrema derecha y exponía que en España no se ha llevado a cabo un debate al respecto. Estas declaraciones de la presentadora resultaron ser objeto de discusión y análisis.
La extrema derecha ya en 2016, exponía la periodista Cristina Vallejo, «se hace fuerte en Europa coincidiendo no sólo con la llegada de refugiados de las guerras de Siria, Irak y Afganistán, sino también con una fuerte crisis económica cuya duración ya es de ocho años, con la progresiva retirada de los Estados de Bienestar, con el crecimiento del paro estructural, con el aumento de la inseguridad material de cada vez más amplias capas de población, con la sensación de disolución de los antiguos signos de identidad que tienen que ver con la religión, con la nación, pero también con la clase social. La extrema derecha ha conectado tanto con las carencias materiales como con las identitarias de ciertas capas sociales, con las que se sienten más débiles».
Desde entonces, los representantes de tales formaciones, han contado con la plataforma de los grandes medios de comunicación, que han utilizado para propugnar sus discursos, útiles para enrarecer la convivencia social y facilitar una derechización de la agencia política, con la connivencia del sector periodístico mayoritario y hegemonico.
Tras las últimas jornadas vividas en Ceuta el debate caía en saco roto y en torno de Abascal volvían a postrarse los micrófonos, obviamente, a la espera de carnaza, cuanto más estrambótica, aunque atente contra los derechos humanos, mayor repercusión podrá sacársele.
Este doble juego entre rentabilidad y el respeto por los derechos humanos es la encrucijada en la que se encuentra en mundo periodístico, y lejos de tertulias efímeras y de poco calado siempre acaba primando el bolsillo de quien manda.
Un tuitero ironizaba afirmando que «el auge de la ultraderecha sigue siendo un misterio. Aquí unos periodistas investigando el tema».
No es un hecho aislado y esta es la estampa recurrente allá donde hace acto de presencia el partido verde con voluntad polémica. En este sentido yo mismo tuiteaba, adjuntando otra imagen de la misma guisa: «Alrededor de este tipo, vaya donde vaya, como sus alaridos forman espectáculos mediáticos rentables para los empresarios que dominan el cotarro de la información, las moscas le pululan. Seguramente hoy tiene tan poco que decir como aquel día en Barcelona».
El ruido ha conseguido enturbiar todos aquellos debates que pudieran haberse postulado sobre la externalización de fronteras, la política migratoria, las relaciones internacionales con la dictadura de Marruecos o los problemas del Sáhara… Mañana seguiremos preguntándonos los porqué, hoy sigamos el circo.
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