El caso de González no es una anomalía, sino el síntoma de un mal mayor: el auge del autoritarismo
El tiempo suele desenmascarar los laberintos de la injusticia. A menudo, la sombra de la impunidad se disipa al topar con la piedra de toque de la razón, aunque esto puede tardar más de lo esperado. En ocasiones, se necesitan 16 largos meses para que el eco de un grito silenciado resuene en las cámaras del poder. Es la historia de Pablo González, periodista, quien sigue entre rejas en Polonia, y cuyo caso por fin ha encontrado eco en Bruselas.
EL ZUMBIDO DE BRUSELAS RESUENA POR FIN EN EL CASO PABLO GONZÁLEZ
Puede que sea el grito que finalmente despierte a las instituciones europeas de su letargo cómplice. En un intento de amplificar la voz de este periodista encarcelado sin pruebas ni juicio, políticos progresistas europeos, junto a la familia y colegas de Pablo González, orquestan un llamamiento en Bruselas para arrojar luz sobre su caso y empujar a Polonia a poner fin a su encierro preventivo.
No hay duda de que Pablo González ha trabajado para varios medios, incluyendo Público y Spanish Revolution, y ha estado encadenado en la prisión de Radom (Polonia) durante más de 16 largos meses. Se le acusa de espiar para Rusia, pero los hechos que respalden esta afirmación siguen siendo tan elusivos como la niebla matinal. A día de hoy, no se ha presentado ninguna prueba concreta ni se ha celebrado un juicio.
Las voces europeas y españolas que debieran abogar por la justicia en este caso se han silenciado en un acto de indiferencia que amenaza la libertad de prensa en tiempos de conflicto. Este silencio ha sido roto por los eurodiputados de los grupos The Left (GUE/NGL) y The Greens (EFA), quienes han promovido, junto a los familiares de González, el evento «¡El periodismo no es un crimen!».
EL SILENCIO DE LA JUSTICIA ANTE EL CASO DE PABLO GONZÁLEZ
El anuncio de este evento ha sido recibido con la mezcla de esperanza y amargura que solo puede producir la certeza de que la injusticia sigue sin repararse. Incluso después de que la familia de Pablo González visitara la prisión, se encuentran con la realidad de la dificultad de defenderse sin una acusación concreta.
Entre los participantes se encuentran parlamentarios y organizadores como Miguel Urbán, de Anticapitalistas, Ana Miranda, de BNG y Fernando Barrera, de EHBildu. Se espera que al evento acudan eurodiputados del grupo Socialists & Democrats (S&D), de Alliance of Liberals and Democrats for Europe (ALDE) y no adscritos. La meta es sencilla pero ambiciosa: llevar el caso de González a la conciencia de Europa. También nuestro compañero y amigo Juan Teixeira, presentador del programa Ya Es Mañana en nuestro canal de Twitch, amigo personal de Pablo, hablará en el Parlamento.
Sin embargo, el periodista continúa en prisión preventiva desde febrero de 2022, cuando fue detenido en la frontera entre Polonia y Ucrania mientras cubría la crisis migratoria provocada por la invasión rusa. En una bofetada a los derechos humanos, su cautiverio se prolonga en el tiempo sin la presentación de pruebas ni una fecha establecida para el juicio.
En el contexto de una situación tan volátil, la condición de González empeora día a día. Goiriena, la compañera de González, denuncia que solo le han permitido dos visitas. La primera, nueve meses después de su detención, y la segunda, hace unas pocas semanas. El silencio de la justicia es ensordecedor mientras la desesperanza se adueña de González, quien pasa 23 horas al día en una celda, y ve pasar sus días sin cargos ni pruebas.
POLONIA, EL ESPAÑOL ENCERRADO Y EL SILENCIO DE LOS PODEROSOS
La justicia polaca ha prolongado la prisión preventiva de González en cinco ocasiones, cada tres meses. Los líderes españoles, sin embargo, parecen estar en un letargo burocrático. Mientras Pedro Sánchez, jefe del Ejecutivo español, ha esclarecido que el caso de Pablo González «está en manos polacas» y ha pedido respeto «al estado de derecho y la justicia polaca», la voz de la protesta y la demanda de justicia para González sigue sin ser oída.
La administración del ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, proclama que González está «asistido», que se respetan sus derechos y se cumplen los plazos legales. Pero las palabras son como hojas al viento cuando no vienen respaldadas por acciones concretas.
Al final del día, el caso de Pablo González es un reflejo de las tensiones políticas y sociales que actualmente se viven en Polonia. El Partido Ley y Justicia (PiS), ultraconservador y nacionalista, ha gobernado el país desde 2015, y se han registrado retrocesos significativos en los derechos humanos y las libertades civiles.
El caso de González, por tanto, no es una anomalía, sino el síntoma de un mal mayor: el auge del autoritarismo y el rechazo de los derechos humanos en nombre de la seguridad y la estabilidad política. Pero no podemos permitir que estas preocupaciones eclipsen la necesidad urgente de justicia para Pablo González.
Es hora de que el silencio se rompa. Es hora de que la justicia prevalezca. Porque, al final del día, el periodismo no es un crimen. Y las y los periodistas como Pablo González no deberían pagar el precio de ejercer su derecho a informar. Deberíamos, como sociedad, insistir en que se respete el derecho de las y los periodistas a ejercer su trabajo sin temor a la persecución. El caso de Pablo González debería ser un recordatorio constante de esta lucha.
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