La paradoja de la tolerancia, formulada por el filósofo Karl Popper, plantea un dilema ético y político relevante en el contexto de la libertad de expresión y la tolerancia en una sociedad democrática. Según Popper, una sociedad excesivamente tolerante, que permite la proliferación de ideas y actitudes intolerantes, corre el riesgo de ser destruida por la intolerancia.
Si se toleran actos o discursos que promueven el odio o la violencia contra grupos específicos, la estructura de una sociedad abierta y democrática puede verse amenazada. Por lo tanto, para preservar un entorno de tolerancia y libertad, puede ser necesario imponer límites a las actuaciones que de manera activa buscan socavar o destruir esos principios.
Este concepto es particularmente relevante en la actualidad de polarización que vivimos y un ejemplo concreto es el apaleamiento del muñeco que representaba a Sánchez, en Madrid. Este acto, más allá de ser una expresión de disconformidad política, puede interpretarse como un gesto de violencia simbólica y un llamado al odio.
La paradoja de la intolerancia sugiere que mientras una sociedad debe salvaguardar la libertad de expresión, también debe estar atenta y actuar contra aquellas manifestaciones que, bajo la apariencia de la libre expresión, promueven la violencia y el odio. Este incidente, por lo tanto, plantea preguntas críticas sobre dónde trazar la línea entre la libertad de expresión y la protección de los valores democráticos y el respeto hacia los individuos y las instituciones.
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