El asalto a Los Ángeles confirma la deriva autoritaria del segundo mandato de Trump
TRUMP USA LA GUARDIA NACIONAL COMO MARTILLO POLÍTICO
Donald Trump ya no disimula. No estamos ante una figura errática, sino ante un presidente que actúa como autócrata en construcción. Lo ha vuelto a demostrar en Los Ángeles, donde la militarización de la ciudad y las amenazas de arresto al propio gobernador Gavin Newsom revelan el punto en el que se encuentra Estados Unidos en junio de 2025: cada vez más cerca de un Estado policial.
Los hechos son contundentes. Tras las protestas masivas contra las redadas migratorias del ICE, que han llenado las calles angelinas durante tres jornadas consecutivas, Trump ha ordenado desplegar 2.000 soldados de la Guardia Nacional sin consentimiento del gobierno estatal. La medida ha sido denunciada como ilegal por el fiscal general de California, Rob Bonta, y ha desembocado en una demanda presentada este lunes contra la administración federal. La demanda puede consultarse en la cobertura de Reuters, que confirma la acción judicial emprendida por el estado.
A la par, el presidente ha redoblado su ofensiva verbal. No solo ha tildado a Los Ángeles de «ciudad invadida», sino que ha sugerido públicamente el arresto de Gavin Newsom. «Si yo fuera Tom [Homan], lo haría», dijo Trump, refiriéndose al zar de la frontera de su administración. El mensaje es inequívoco: criminalizar a un gobernador democráticamente electo por oponerse a la militarización de su estado.
La policía local no había solicitado ninguna intervención. Lo reiteró Newsom: «No necesitábamos ayuda, necesitábamos respeto a la ley». Sin embargo, Trump ha preferido incendiar el escenario, buscando el choque y la propaganda.
Por si fuera poco, 700 marines han sido desplegados en la ciudad, como confirmó un funcionario citado por AP News. Aunque la Ley de Insurrección aún no ha sido invocada, el riesgo de que se active está sobre la mesa.
CALIFORNIA RESISTE EL AVANCE DEL AUTORITARISMO
Lo que estamos viendo es un ensayo de régimen autoritario en el corazón de Estados Unidos. Newsom lo ha expresado con claridad: «Es un día que no esperaba ver nunca en Estados Unidos. No me importa si eres demócrata o republicano, esta es una línea que no podemos cruzar como nación». La línea ya se ha cruzado. Y no solo en Los Ángeles.
La Casa Blanca, por su parte, se ha limitado a justificar el uso de la Guardia Nacional por la «débil» respuesta de Newsom. Karoline Leavitt, portavoz de la presidencia, ha afirmado que los disturbios demostraban la necesidad de «más personal y recursos» para reforzar la ley migratoria. Una frase que esconde un fondo aún más oscuro: el desprecio absoluto a la autonomía estatal y la exaltación de un orden federal cada vez más militarizado.
Trump no ha parado ahí. Desde su red Truth Social, ha pedido que se arreste a cualquier manifestante que lleve el rostro cubierto. Es decir: criminalizar la protesta, estigmatizar la resistencia y anular el derecho constitucional a la libertad de expresión. A su vez, ha tachado de «agitadores profesionales e insurrectos» a quienes se manifiestan contra la represión migratoria.
Las palabras de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, han aportado una voz sensata en medio del delirio trumpista. En su conferencia de prensa, ha condenado los actos de violencia y ha pedido respeto al Estado de Derecho. Un recordatorio de que la represión no es la solución, ni dentro ni fuera de las fronteras estadounidenses. La cobertura puede leerse en El País.
El choque entre California y la administración Trump no es anecdótico. Es el reflejo de un país en fractura, donde el federalismo se convierte en campo de batalla. Newsom y Bonta han abierto el camino jurídico, pero la calle sigue siendo el principal dique de contención frente a la escalada autoritaria.
Porque lo que Trump busca no es restablecer el orden: es imponer el miedo. Y un país gobernado por el miedo ya no es una democracia.
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