Cuando la sangre alimenta los dividendos, los fondos de inversión son los primeros en brindar.
EL PRECIO DEL CAOS: PETRÓLEO, ARMAS Y BOLSA EN PLENA ORGÍA DE SANGRE
El 22 de junio de 2025, mientras tres instalaciones nucleares iraníes eran pulverizadas por misiles estadounidenses, el barril de Brent alcanzaba los 75,48 dólares. Solo dos semanas antes estaba en 60,23. No es casualidad. Las bombas no solo destruyen infraestructuras: engrasan las ruedas del capital.
Las acciones de ExxonMobil, Chevron y Shell subieron en cuestión de horas. También lo hicieron los valores de Raytheon, Lockheed Martin y Northrop Grumman, las tres grandes de la industria armamentística estadounidense. El patrón es conocido: cuando caen misiles, suben las acciones. Y cuando suben las acciones, caen los muertos.
Según la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA), por el estrecho de Ormuz pasan unos 20,1 millones de barriles diarios de crudo, el 20% del consumo mundial. Su posible cierre, aprobado por el Parlamento de Irán tras los ataques de EE.UU., amenaza con estrangular una de las arterias energéticas del planeta.
Wall Street no ve riesgos: ve oportunidades. En un ecosistema financiero donde la especulación prima sobre la estabilidad, el caos geopolítico es una bendición para los fondos de cobertura. BlackRock o Vanguard no rezan por la paz: hacen cálculos de rentabilidad a 48 horas vista. La guerra ya no es el fracaso de la política. Es el éxito del mercado.
La pregunta ya no es quién gana, sino cuánto. Y, sobre todo, cuántos pierden sin haber invertido en sangre.
ORMUZ, LA GARGANTA DEL MUNDO: EL JUEGO DE QUIÉN SE AHOGA PRIMERO
El cierre del estrecho de Ormuz no afecta igual a todas las potencias. Según datos de la EIA, solo el 1,9% del petróleo que circula por esta vía va a Estados Unidos. Europa apenas recibe un 3,4%. China, en cambio, depende del canal para el 27% de su suministro. India, Corea del Sur y Japón tampoco respiran tranquilos.
Lo interesante es que quienes menos dependen del estrecho son, precisamente, quienes más lo bombardean. EE.UU. ni siquiera necesita el petróleo de Ormuz. Solo necesita controlar el grifo.
Un informe de la IEA ya advertía antes del ataque: un cuello de botella en esa zona encarecería no solo el petróleo, sino también el gas natural licuado (GNL), otra fuente vital que transita por el mismo corredor. En 2023, el 20% del GNL mundial pasó por ahí. La excusa de la “seguridad nuclear” no se sostiene cuando el mercado premia la destrucción.
Y si alguien se atreve a preguntarse qué tiene que ver todo esto con Europa, basta con mirar las previsiones revisadas del BBVA Research: por cada subida de 10 dólares en el barril, la inflación residual en España crece un 1,1%, y la general un 0,2%. Aunque el petróleo no nos lo vendan desde Ormuz, el precio sí lo dictan desde ahí.
Es la lógica de la interdependencia perversa: tú no participas, pero pagas.
Y aún hay más: Arabia Saudí, Irak, Kuwait, Emiratos e Irán mismo dependen críticamente del estrecho para exportar su petróleo. Las consecuencias inmediatas de un cierre efectivo serían desastrosas… pero para ellos. Porque EE.UU. ya ha reducido su dependencia y Europa también. Es un cerrojo que solo bloquea a quienes tienen las manos atadas por la OPEP y la deuda externa.
MIENTRAS SE QUEMA ORIENTE, OCCIDENTE CELEBRA LOS BENEFICIOS
La guerra es rentable cuando los muertos no son tuyos. Eso lo aprendió bien Occidente tras invadir Irak en 2003. Entonces fue por «armas de destrucción masiva». Hoy es por «instalaciones nucleares peligrosas». Mañana será por la “libertad”. Las excusas cambian. El negocio, no.
Como en cada ciclo imperial, se venden principios mientras se compran acciones. Se condena la violencia mientras se financia con contratos públicos. Se habla de diplomacia mientras se llenan los depósitos de los tanques.
Y en la trastienda del poder, la guerra se planifica como un producto financiero más, con informes de riesgo, modelos de predicción y beneficios estimados. Cuando la cotización de la paz baja, se invierte en bombas.
Hay que decirlo ya sin eufemismos: no es un conflicto. Es una apuesta. No es un error. Es una estrategia. Y no es inevitable. Es deliberado.
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